CAPÍTULO 2: Una ruptura del código y una peli de chicas.

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Después de comer, entré en la biblioteca, con la mochila a mi espalda y mi casi nuevo Acer Aspire V5 debajo del brazo. Me lo habían regalado esas mismas navidades, por Reyes, junto a mi precioso reloj de Calvin Klein y una papelera para mi cuarto, aunque eso sonaba un poco cutre. Me senté en la esquina más alejada, esperando encontrarme allí a Luis. No es que fuese el chico más simpático de todo el instituto, pero siempre estaba en la biblioteca y, además, tenía una imaginación increíble y daba las clases de química como nadie. Y también era mi amigo, claro.

            Como siempre, allí estaba, con su flequillo impecable y una torre de cuadernos  a su lado. Desde luego, ese chico se merecía una beca completa en Harvard o algo así. Deje mi ordenador y me senté a su lado.

-          Hola – dije con un soplido. – Necesito tu ayuda.

-          ¿Con el ordenador? – preguntó sin levantar la vista de su cuaderno de matemáticas. – Me suena a castigo de la directora – sonrió.

-          Dos redacciones de mil palabras sobre el motivo que tengo para llegar tarde a clase. “A ordenador y bien limpitas, señorita Senra” – dije imitando su voz y haciendo que Luis estallara en carcajadas.

-          Luis, a la próxima os vais fuera. – dijo la cuidadora de la biblioteca. La señora Sánchez era la persona más vieja que había conocido jamás, pero tenía la fuerza de un torbellino. Cuidaba la biblioteca y además era la conserje del instituto.

Los dos agachamos la cabeza, centrándonos él en sus matemáticas y yo en mi ordenador. Nombre, Ana Senra Martínez. Curso, 1ºB de Bachillerato. Motivos por los que he llegado tarde a clase. Y ahí se acabó mi inspiración. Miré a Luis y vi cómo me pasaba un papelito completamente escrito, por las dos caras, en el que explicaba cientos de motivos por los que una persona puede haber llegado tarde a clase, y, además, unas cuantas disculpas diciendo que no se volverá a repetir.

Escribí un “muchisisisisisisisimas gracias” en otro papel y se lo devolví a Luis, mientras comenzaba a copiar su redacción. Pronto lo tenía de vuelta, con su respuesta. “Nada es gratis, nena. Quiero el motivo”. Me imaginé a Luis diciendo eso mismo, imitando a una chica y me comencé a reír. “Me quedé dormida”.

Luis era el chico más cotilla del mundo, aunque mi experiencia viviendo con los “machotes” del instituto me demostraba que todos son igual o más cotillas que nosotras, aunque no lo reconozcan. Pero también confiaba en mí, nunca le mentía – bueno, casi nunca - así que no tuvo motivos para desconfiar esta vez.

∞Ω∞

Dejé las redacciones grapadas sobre mi escritorio, que supuestamente tenía la función de “mesa de estudio”, aunque solo la usaba cuando tenía que escribir. Estar sentada sin posturas raras más de cinco minutos, era realmente difícil para mí. Solté la mochila sobre mi alfombra de pelos, con un sonoro golpe y me dejé caer junto a ella. Si era verdad que hoy tenía una estupenda reunión de colegas, necesitaba coger fuerzas. Sobre todo para aguantar al tal Pablo ese, que tenía pinta de ser bastante gilipollas.

Saqué mi teléfono del bolsillo delantero de mi mochila y comprobé los mensajes. “Anaaaaaaaaaaaa, quiero todos los detalles de esta noche, vale? Dime si de verdad le gusto a Jaime PORFIPORFIPORFI. TEEE QUIEEERO”. María podía llegar a ser verdaderamente pesada, pero de todas formas era la que siempre me ayudaba en todo, se merecía que yo lo hiciera esta vez. Era mi mejor amiga desde que éramos niñas.

El segundo mensaje era de mi hermano. “Ana, hoy hay noche de colegas. Te importa que sea en casa? También viene Pablo, ese tío es la leche”. Resoplé. No es que Pablo me hubiese caído especialmente bien. Contesté con un sencillo “Que va, pero yo voy a estar.” Y enseguida recibí la contestación de Hugo. “Perfecto, en ocasiones hace falta un poco de visión femenina”.

Ese estúpido código de los colegas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora