- Buenos días. Son las siete y media de la mañana, las seis y media en Canarias y tenemos una temperatura de cuatro grados. Última hora: en el partido de la noche pasada, el jugador británico…
Saqué mi mano del estupendo calorcito del edredón y le di un golpe al despertador. Tenía que estar catalogado como tortura, definitivamente. Sentía que la cabeza me iba a explotar de un momento a otro, así que cogí un ibuprofeno y salí directa al baño, sin saludar a Hugo. Me lo tragué y luego salí.
- Ey – dijo mientras comenzaba a bajar las escaleras. - ¿Tienes ya pareja para el baile?
- No – y lo último que necesitaba en este momento era pensar en una pareja para el puñetero cumpleaños.
- Pues estamos a martes – se giró, en mitad de la escalera con su pijama de cuadros y me miró. – Y es el viernes.
- Yaya, hoy tengo que conseguir una sin falta.
- Si no, seguro que Marta te deja llevar a Dani. – se metió en la cocina y yo me paré en seco. Luego le seguí, para no levantar sospechas.
Estábamos a martes, y no le había visto desde el domingo que… bueno, que nos habíamos liado, no lo neguemos. Y, mi pregunta era, ¿Qué cojones me había pasado? Vamos a ver, Dani es mi amigo. Y solo mi amigo, mi mejor amigo, que probablemente se fuese a ir, quien sabe si para siempre. Subí a ducharme y me puse el uniforme, ese precioso uniforme que me hacía parecer un cilindro sin curva alguna. Me di una vuelta a la falda, mejorándolo mucho y puse un toque de rímel transparente en mis pestañas. Me colgué la mochila al hombro y salí, suponiendo que mi hermano ya estaría en el coche de Ian. O, mejor dicho, de sus padres.
Crucé el jardín y vi el coche aparcado en la puerta. Entre, y, como soy la persona con más mala suerte del planeta y, si soy sincera, del universo, el único sitio libre que quedaba era el del maletero, sola. Con Pablo. Genial.
- Hola – dijo mientras me sentaba a su lado. - ¿Qué tal?
- Ey. Bien, ¿Y tú?
- Genial – sonrió de forma radiante.
- ¿Ya tienes pareja para el baile?
- Que va. – dije con desgana. Otra vez esta conversación.
- Si no estuviese ocupado, iría contigo. Porque ese vestido tan bonito se merece al chico más guapo del instituto. – dijo acercándose a mí.
Y, señores, ahí está el Pablo gilipollas que todos conocemos. Rodé los ojos, por aquello de no arrancarle la cabeza aquí mismo y volví a mis pensamientos. ¿Con quién narices iría al baile? Y entonces, mi subconsciente me jugó una mala pasada. Ahí estábamos, Jack y yo, de la mano en el cumpleaños de la zorra esa de que mi hermano tiene por compañera.
- ¿Por qué me miras así? – preguntó Jack mientras sacudía una mano delante de mi cara.
- Eem… - me puse roja. – Nada, nada – sacudí mi cabeza.
- Bueno, cuéntanos que tal el domingo, te toca – dijo Ian.
- ¿Cómo que me toca? – pregunté alterándome.
- Pues que te toca. Todos hemos contado que hemos hecho el domingo menos tú. – Jaime intervino, explicándomelo como si fuese idiota.
- Yaya. – me puse nerviosa, y se notaba a la legua. – Pues nada, no hice nada. – ya habían conseguido ponerme de mal humor.
ESTÁS LEYENDO
Ese estúpido código de los colegas.
Teen Fiction"¿Alguna vez te has imaginado viviendo con ese chico del instituto... Ese que es guapo, tiene un cuerpo de modelo, es simpático, saca unas notazas y es el capitán del equipo de fútbol? ¿Ese que es el chico más cotizado del colegio? Y, por supuesto...