CAPÍTULO 4: Un vestido perfecto y una petición.

464 44 27
                                    

Me abroché los botines marrones y me acerqué a mi espejo para terminar de ponerme los pendientes. Por una parte me fastidiaba que mi hermano no hubiese querido decirme quien era el que nos llevaba, pero suponía que era Ian. Al fin y al cabo, era el único de la pandilla que tenía coche, ¿no?

-          Ana, vamos. – dijo mi hermano abriendo la puerta.

-          Voy – cogí el bolso que me había regalado mi abuelo y me lo colgué al hombro. – Lista – dije abriendo los brazos.

-          Muy guapa – rodó los ojos. – Veeenga.

           Bajamos las escaleras y nos despedimos de mi madre, que estaba intentando hacer otro nuevo bizcocho. Era la mujer más insistente de entre todas las habidas y por haber. Salimos por el porche y atravesamos nuestro jardín, en  dirección a la puerta. Cuando salimos vimos allí, parado en nuestra puerta, un precioso Audi azul. Me extrañó, ese no era el coche de Ian, ni lo había visto nunca. Levanté la cabeza y allí, sentado sobre el capó, con unos vaqueros cagados y rotos por algunas partes y una impresionante cazadora azul marino de Tommy Hilfiger, estaba Pablo. Le dio un abrazo a mi hermano, y se acercó para darme dos besos.

-          Hola, Ana – dijo mirándome a los ojos.

-          Ey – solté secamente. - ¿Qué hace él aquí? – pregunté a mi hermano.

-          Ian estaba ocupado, Jack tenía que ir a no sé dónde. – mi hermano se puso serio - Mira, sé que no habéis empezado muy bien que se diga, pero quiero que hagáis una tregua. ¿Entendido? – no respondí. – No tengo ni puta idea de que ha pasado entre vosotros, ni me interesa. Pero tú – señaló a Pablo – eres mi amigo, y tú – me señaló a mí – eres mi hermana.

-          ¿Tregua? – preguntó Pablo ofreciéndome la mano y esbozando una preciosa sonrisa que me desarmó por completo.

-          Tregua. – sonreí mientras la estrechaba. Igual conseguíamos hablar cinco minutos sin tirarnos trastos a la cabeza.

∞Ω∞

-          Y – dije mientras me asomaba entre los asientos de delante - ¿Por qué te has cambiado de instituto a mitad del curso?

-          Me expulsaron – dijo con una sonrisa mientras tomaba una curva.

-          ¿Por? – preguntó mi hermano.

-          Me pillaron con una tía en el baño – miró de reojo a mi hermano y sacó el numero dos con los dedos. – Dos veces – rio.

-          Pero… ¿Del todo? – dijo mi hermano entre carcajadas.

-          No tío, solo nos besábamos. Eres un degenerado, todo el día pensando en lo mismo. – dijo con reprobación.

-          ¿Perdona? – mi hermano alzó una ceja. Me miró y levantó el dedo acusando a Pablo. – Este tío es peor que todos nosotros juntos.

-          Mira que me cuesta creerlo – vi que Pablo me miraba con incredulidad. – Bueno, o no – reí.

-          Ya estamos. Buscad un hueco.

           El aparcamiento estaba completamente lleno. Estaba claro que lo mejor que se podía hacer un sábado, a un grado y a las seis de la tarde era ir a que un centro comercial gastase dinero en calefacción, y por lo visto todo el mundo pensaba igual que yo. Hugo dio un golpecito en el cristal, señalando un hueco y Pablo metió el coche sin pestañear. La verdad era que conducía bastante bien, aunque yo jamás lo reconocería. Cogí mi bolso con un movimiento rápido y bajé del coche, abrochándome mi cazadora. Tenía forro polar por dentro, y era la más calentita que tenía. Me froté las manos. Al girarme para entrar, vi a una chica morena que se acercaba a mi hermano. Era espectacular. Tenía los ojos grises y enormes, unas curvas de espanto aunque llevaba un jersey de cuello alto – que nos hace cuadradas a todas, seamos sinceras – y solo llevaba una cazadora de cuero. Me dio un escalofrío solo de pensarlo.

Ese estúpido código de los colegas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora