CAPÍTULO 3: Una entrada sin permiso y una tarjeta de crédito.

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-          Buenos días. Son las siete y media de la mañana, las seis y media en Canarias y tenemos una temperatura de tres grados bajo cero, uno menos que ayer. Ultima hora: anoche, el gobierno ruso…

-          Joder Ana, ¿Qué narices es eso? – preguntó Dani entre un bostezo.

Nos habíamos quedado dormidos en mi cama, probablemente a causa de las cervezas – no recuerdo cuantas – que nos habíamos tomado la noche anterior y ahora estaba acurrucada en su pecho.

-          Dale un golpe – dije mientras me tapaba la oreja con las mantas. – Y a ver si con un poco de suerte lo rompes – añadí con desdén.

-          Pues yo ya me he despertado.

-          Y yo, pero estoy aquí muy a gustito. No te muevas porfa. – me acurruqué de nuevo y noté como respiraba hondo.  Se iba a mover seguro.

-          Venga ya. Me aburre la cama, ya lo sabes. – se incorporó. – Anda, baja conmigo a desayunar. Me da vergüenza ir solo.

Le miré con incredulidad, todavía sentada en la cama. Vamos, se había criado con nosotros, ¿vergüenza? Me levanté, pesadamente.

-          Anda, llevas mi pijama. – se lo había regalado esas navidades.

-          ¿Lo dudabas? – dijo mientras abríamos la puerta.

Salí detrás de Dani, que paró de pronto, riendo a carcajadas, haciendo que me chocase contra su espalda. Oh, ese chico era exasperante. Y que yo estuviese recién levantada, no hacía mucho es su favor. Cuando pasé por su lado, paré de golpe y comencé a reírme yo también. A parte de estar todo el saloncito desordenado, con cervezas y platos de plástico por todos lados, mi hermano y los demás había llevado allí los dos colchones de su habitación, y estaban durmiendo todavía. Pablo, Ian y Jack estaban cada uno en un colchón o sofá, pero mi hermano y Jaime ya eran otra cosa. Estaban compartiendo el mismo colchón, a falta de uno más, y estaban durmiendo abrazaditos.

-          Esto es tremendo – dijo Dani, aun carcajeándose.

-          Espera aquí que voy a hacerles una foto. – corrí a mi cuarto a por el teléfono.

Al desbloquearlo, vi que tenía muchísimos mensajes. Pero en ese momento mi prioridad era la foto, no fuese a ser que mi baza para chantajear a mi hermano se esfumase. Hice la foto, mientras ambos seguíamos riendo y me acerque al marco de mi puerta, tirando el teléfono de vuelta a mi cama. Bajamos la escalera, él trotando y yo como un minusválida.

-          Venga tortuguita – dijo desde abajo mientras me sacaba la lengua.

-          Es que lo normal no es tener esa energía por la mañana – refunfuñé. ¿Qué quería, que me matase?

Entramos en la cocina, entre empujones. A Dani siempre le había gustado picarme, desde que éramos unos micos. Lo que había cambiado era que yo ya no tenía seis años  y no acababa llorando.

-          Buenos días, chicos – dijo mi madre, vestida con unos vaqueros y una blusa. - ¿Habéis dormido bien?

Ambos asentimos, sonriendo. Mi madre era la persona más agradable del mundo, aunque era verdad que nuestra relación no había sido la misma desde que le pedí un poco más de espacio hacía dos años. Cuando mi hermano tenía un año y yo acababa de nacer, mis padres se separaron, nunca supimos por qué, pero mi madre se refugió en nosotros y no nos dejaba apenas respirar, así que tuvimos que decírselo. Además, mi hermano y yo teníamos la teoría de que nuestros padres tenían una extraña relación de amor-odio. Mi padre volvió a casarse, con una señora muy simpática, nótese la ironía, aunque gracias a Dios ya había conseguido divorciarse. Además, la situación económica de mi padre era mucho inferior que la nuestra. No es que fuésemos ricos, pero podíamos permitirnos ciertas cosas, y mi madre no desaprovechaba una oportunidad para recordárnoslo. Ella se había casado de nuevo, aunque yo sospechaba que la relación se basaba más en el cariño que en el amor. El tío me cae bien, y nos quiere a mí y a mi hermano, pero es bastante pesado. Como dice él, “Insistente”.

Ese estúpido código de los colegas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora