CAPÍTULO 3.

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Por fin. Adiós bachillerato, adiós presión, adiós obligaciones... Bueno, eso último no.

Mis padres cogieron un bar, la Milonga. Un sitio que adoro con todo mi alma, el único sitio en el que, aunque me coma por dentro, estoy en casa. E inmediatamente empecé a trabajar allí. Claro está, al principio bajo la estricta vigilancia de mi madre (para que no quemara el grifo de la cerveza y no inundara los baños), pero no me costó mucho poder empezar a quedarme sola en ese maravilloso lugar. La gente me trataba bien, hacíamos bromas y se respiraba un ambiente muy familiar y agradable.

Y un día apareciste tú.

No nos costó mucho coger confianza, creo que ese fue uno de mis peores errores. Pero bueno, queda mucho para llegar a eso. Todavía queda el cuento de hadas que, lo admitas o no, creaste para conseguir no sé, lo que consigue cualquiera saliendo un sábado por la noche y bebiendo hasta despertarse en la cama de un desconocido cualquiera. Pero no, no sé por qué razón hiciste todo esto para simplemente desahogarte en una cama. Si quieres algún día me lo cuentas. Sigamos.

Los días pasaban, los cafés y las cañas se agotaban al ritmo de nuestras risas en días soleados, grises, lluviosos, noches y cualquier otro momento. Y, cuando quise darme cuenta, estaba sentada al final de la barra esperando a que llegara la hora del café, para verte entrar por la puerta. Ya no había vuelta atrás.

Por aquel entonces yo estaba enamorada, o eso creía, de un hombre que, a pesar de tener mil y un defectos, era genial. Bueno, lo sigue siendo. Y la verdad es que creía que iba a ser el definitivo, el hombre de mi vida, con el que iba a tener todo aquello que siempre soñé. Y como no, me equivocaba. Le quiero, sí, pero no como a ti. Es un amor distinto. Y al final, tras cafés y cafés junto a ti, me fui olvidando de él.

Nunca habíamos tenido trato fuera de aquel local, y creo que eso es precisamente lo que amo de ese sitio, lo conecto contigo y conmigo. De ahí nació esta historia. Si hubiera sabido todo, me hubiera negado a trabajar allí, o hubiera convencido a mi madre de que no era buena idea cogerlo. Pero no, creía que iba a ser la solución a todos nuestros problemas.

Y para variar, me equivoqué.

Voy a dejar de hablar un rato de ti y voy a hablar de como se terminó de destrozar mi familia. Ese lugar, tan mágico para mi, terminó siendo el final del pozo de mis padres. Al poco de cogerlo, se separaron. Y no fue una separación precisamente amistosa. Ese episodio tan traumático de mi vida fue precisamente lo que me ató tanto a ese lugar, un local enano y con un montón de cosas que arreglar sí, pero era mi lugar. Mi casa. Mi vida. Desde que empecé a trabajar ahí uno de los pocos propósitos que tengo en la vida es que salga adelante. Y lo conseguí una temporada. Pero después de eso no pude hacer nada más, porque estaba tan hundida que no podía con mi vida. Y, ¿sabes cuál fue lo único que me hizo seguir adelante con todo?

Tú. Tú y tu capacidad para hacerme creer que todo tenía una solución, que en la vida hay que salir adelante con todo y que no hay que rendirse. La verdad es que me cuesta seguir adelante, pero lo hago, y uno de los motivos es por ti. Porque siendote sincera, no me gustaría dejar este mundo sabiendo que tú no estás bien. Y no puedo pensar en otra cosa.

Los cafés, las cañas, las risas y tu capacidad para hacerme sentir invencible nos llevan a la siguiente parte de esta historia. Quizá podía haberlo evitado, pero no, no pude. Tú hundías mi capacidad de razonar sin límite, sí, la chica amante de las matemáticas y los problemas que se solucionaban mediante la razón, perdía toda su capacidad cada vez que te veía reír, con esos asquerosos ojos azules que adoro. Tenía que haber sido más fuerte, pero no pude.

¿Preparado para el capítulo decisivo de nuestra historia?

Memorias De Un Cuarto Menguante. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora