IV ;eunbi

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  Desperté el día domingo, y mis ojos se abrieron, demostrando puro amor al sentir el olor a So Jung justo frente a mi. Me avergoncé tanto cuando me di cuenta de que me había quedado dormida abrazando su polerón, y en brasier.

  Eunbi, comportate un poco, mi niña.

  Me levanté y dejé el polerón a un lado, pensando en que no pasarían cinco segundos de eso que ya lo extrañaría, así que sólo lo tomé, y me lo volví a colocar; sonreí por eso. ¿De verdad me estaba poniendo así por alguien a quién había conocido ayer? La última vez que pasó ésto me dijeron que sólo había amistad, mh.

  Si, es más triste que un ver a un cachorrito enfermo. Es que están re lindos, es una pena.

  Salí de la habitación y caminé por el pasillo hacía la sala, luego a la pequeñita cocina, cómoda, pero pequeñita cocina. Prepararía huevos fritos y me haría una taza de café, para desayunar. Lo mejor era que ni siquiera había revisado la hora, así que no sabía si era hora de almorzar o desayunar, me daba igual.

  Cuando ya tuve las cosas listas para comer, me senté en la mesa a degustar porque mi gran estómago no se llenaba solo. Sonreí al recordar que So Jung había mencionado en el camino que ella vive cerca de aquí, mis ilusiones de cruzarmela por el camino en la calle crecían. Era totalmente una tonta ilusa, pero es que ella se había portado tan bien conmigo, ahora quería invitarla a salir todo el tiempo.

  Esperaba que ella estuviera sintiendo lo mismo que yo sentía respecto a todo eso

  A pesar de que ya me hacía ilusiones y nos habíamos conocido el día anterior.

  Al terminar de comer, tomé las cosas y las dejé en sus respectivos lugares. Tomé mi celular y coloqué la música que me gustaba para poder hacer las cosas a mi ritmo. Me acerqué al fregadero y comencé a lavar los trastes mientras mantenía un movimiento de pies constante, era divertido bailar ocupándose de algo. Luego, comencé a quitarle un poco de polvo a los muebles; no tenían casi nada debido a que los había limpiado el día anterior, pero no me importaba.

  En el momento en que terminé, suspiré sabiendo que era domingo, y que estaba aburrida. Era deprimente estar tan sola un domingo, y terminar por limpiar tu apartamento. De todos modos amaba limpiar, era una de mis cosas favoritas. La realidad era que trabajaba haciendo la limpieza en casa de mis jefes del trabajo.

  Tenía dos trabajos (y es por eso que me mantenía tan bien), trabajaba por las mañanas yendo a la casa de mi jefe para limpiar los desastres que hacen sus hijos todos los días, y dejar todo reluciente; por las tardes, trabajo en un bonito restaurante como mesera. La verdad, nada mal, pero aveces me estresaba. Era buena con lo que hacía, pero había un chico en el restaurante al que no le caía muy bien y eso me hacía decaer.

  Ya que todo el tiempo me molestaba. Hasta me amenazó con que si le decía algo a el jefe, me vendrían peor las molestias. Y me daba miedo, pero tampoco me gustaba quedarme de brazos cruzados. Sólo que es fácil aprovecharse de mi ya que soy pequeña. Aunque todavía no entendía porqué me hacían aquello y yo les dejaba, tenía veintiún años, soy mayor de edad, no una niña.

  Ignoré mis pensamientos y caminé a la sala, donde pude observar la mesa desde un punto que no me gustó. Me acerqué más, y me di cuenta de que mi centro de mesa no estaba en el centro de la mesa, y eso me molestó. Así que lo tomé y lo dejé donde iba, eso era todo. Mis padres siempre me dijeron que debo de sufrir algo como... Compulsivo trastorno obsesivo, o en otro orden, ya ni sé.

  Me senté en el sofá para ver la televisión, pero no veía el control remoto. Comencé a buscar sobre los almohadones y debajo, pero no había nada. ¿Dónde se había metido? Tal vez estaba detrás de las almohadas, así que busqué ahí. No estaban allí, y comencé a pensar. Me acomodé para recordar bien donde lo había dejado hasta que sentí una sensación rara debajo de mi, me levanté.

  Me había sentado sobre el control remoto.

  Sonreí por lo estúpido que había sido eso, y me volví a sentar. Cuando estuve a punto de encenderla, escuché que alguien llamaba a la puerta. Extrañada, me levanté para dirigirme hacía allí, y cuando estuve frente a la puerta la abrí. Allí se encontraba So Jung, la cual ahora me miraba. Estoy segura de que una sonrisa estúpida se plantó en mi rostro.

— ¿Me acompañas? Quiero salir a comprar ropa.

— ¡Claro! Por favor, pase. — me hice a un lado.

  Ella sonrió e hizo una reverencia antes de poner un pie dentro del apartamento. Observó el lugar y caminó otros pasos para quitarse los zapatos, pero la detuve. No hacía falta que hiciera eso, allí no. Parece que lo entendió porque se los dejó puestos y sólo se adentró más a mi hogar. ¿Qué intentaba hacer? Yo sólo cerré la puerta y la seguí hasta que se quedó quieta.

— Siéntase como si estuviera en su casa, ¿okay?

  Era muy callada, se expresaba únicamente con sus expresiones faciales.

  Ella sólo se volteó para observarme y sonrió, era demasiado linda para mi así que salí de ahí lo más rápido posible. Llegué a mi habitación dispuesta a cambiarme de ropa y mi boca se abrió de la sorpresa; aún llevaba puesto su polerón. ¿Qué pensaría de mi? Que soy una maniática pervertida que le gusta mucho el olor de su perfume, y que duerme abrazada a un polerón con su olor, en brasier. De seguro pensaba eso.

  Mi mano impactó contra mi frente, las voces me estaban gritando, "¡estúpida!, ¡estúpida!". Ahora si que estaba avergonzada, pero no quería hacer esperar a So Jung, así que dejando de lado mi vergüenza, me cambié de ropa lo más rápido posible. Al terminar me miré en el espejo para comprobar que todo estaba bien, y que no había nada fuera de lugar, quería lucir bien para ella.

  Salí de la habitación y caminé hacía su encuentro, la observé sentada en el sofá leyendo el libro que había dejado sobre la mesa, sonreí al verla mordiéndose las uñas. Por lo menos en ese momento supe que mi ángel caído del cielo se mordía las uñas, era tan tierna.

— So Jung, ya podemos irnos.

  Tenía planeado hablarle para llamar su atención y que viera lo bonita que estaba, pero me sorprendí al ver que ella no despegó la mirada del libro. ¿Cómo se atrevía? No me visto así por nada. Me crucé de brazos y mi pie golpeó el suelo, haciéndome ver como una niña a la que no le querían comprar un dulce.

  Siempre inmadura, nunca in-inmadura.

  Finalmente, ella se volteó y me observó a los ojos para sonreírme y levantarse de su lugar para dirigirse a la puerta. Ella no me había mirado de arriba a abajo como en los libros, ¿por qué me puse así?

  Me resigné y la seguí algo superada por la situación. Era tan injusto para mi, mi autoestima bajaba lentamente por ella.

— Vámonos, pequeña. Será un día divertido.

  Bueno... No podía enojarme con ella, era muy dulce. Ash.

El Arte de Morir. - Wonha. (Artes #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora