III ;eunbi

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  Mis pies sintieron el suelo luego de un largo viaje en tren; no había parado de sentir paranoias después de haber visto la película esa de los zombies en el tren. Sólo tenía quince años cuando vi esa película y me costó dormir por las noches como unos cuatros días, fue lo peor que me pudo haber pasado.

  El viaje había sido agotador (sin mencionar que dormí en todo el transcurso), y ya estaba muerta de hambre. ¿Por qué mis padres debían vivir en otra ciudad? Me obligaban a verlos y ellos nunca iban a la mía, era tan injusto. Además, prefería viajar en avión antes que viajar en tren y todavía no sé por qué.

  Me estiré un poco y bostecé, tenía muchas ganas de seguir durmiendo, pero podría haberme comido una cafetería entera. Pensé en la cafetería y asentí para mi misma, tomaría un café y comería algún pastel o algo, moría de hambre.

  Sin darme cuenta de lo que hacía, caminé cerca de una de las puertas de salida y choqué contra una chica que acababa de poner un pie fuera del tren. La chica se tambaleó y mi primer acto reflejo fue tomarla de la cintura para que no cayera. Había quedado muy cerca de su rostro, mirandole a los ojos.

  Casi que podía observar su alma si quería. Dios, que vergüenza tenía.

  Aútomaticamente me separé de ella con toda la pena del mundo, sintiendo como mi rostro se coloraba y se volvía de un color carmesí al instante. Mis manos se tomaron entre ellas y empecé a ponerme nerviosa.

  Eunbi, eras una buena para nada.

  Aún avergonzada llevé algunos de mis cabellos detrás de mis orejas y alcé mi vista algo lento para observarla. Era bastante alta, su color de cabello era rubio, sus ojos eran de un color café intenso. Y, y, y.

  Estaba igual de avergonzada que yo.

  Y era hermosa.

  Volví a bajar mi vista por mi tipo de pensamientos hacía la pobre chica que se encontraba frente a mi. ¿Qué debería estar pensando ella de mi en ese momento?, de seguro que era una boba que no se fija por donde va.

  Ahí fue cuando me di cuenta de que las dos estábamos paradas como idiotas en frente de toda la gente que pasaba a nuestro lado. Sin pensarlo dos veces, tomé su muñeca y la llevé conmigo a otra parte. Lo que más me sorprendió fue que ella no me detuvo en ningún momento, es más, seguía mis pasos.

  Debía de estar en algún tipo de trance, o algo por el estilo.

  Caminaba fuera de la estación de trenes, tratando de no perder la cordura de la vergüenza que tenía. Estaba llevando a una chica preciosa conmigo y ella me estaba haciendo caso. ¿A caso soñaba?

  Una vez fuera de la estación, me detuve, ya que noté que ella también lo había hecho, soltando mi mano y todo. Cerré mis ojos con fuerza al notar que ya no podría evadirla. Así que me di la vuelta y la observé, casi me dio un ataque cardíaco cuando noté que sonreía.

— Lo siento... — pronuncié apenada.

  No obtuve respuesta de su parte, y eso me asustó, me sentía como una pequeña indefensa, creí que mi altura llegaba hasta un poquito más abajo de su hombro. Me sentía tan apenada, y tan pequeñita a su lado. Me daban ganas de abrazarla, para ver que se sentía estar ahí, entre sus brazos.

— Disculpas aceptadas.

  Abrí mis ojos en cuanto me habló, y alcé mi vista para verla observándome una vez más. ¿Por qué era tan linda? ¿Por qué me miraba así? Iba a terminar como tomate.

  Ella no se daba cuenta de lo avergonzada y arrepentida que estaba, entónces decidí usar mi última carta para quedarme a su lado un tiempo más. Y aparte, poder ver su lindo rostro.

El Arte de Morir. - Wonha. (Artes #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora