S e s e n t a y d o s

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Querido Julio: 

Fuí a casa de Ian. Hablamos. Solo hablamos. Parece ser que cambió. Ya no es como antes, e incluso sobrio admitió que se arrepiente de dejarme ir. No lo perdono por lo que hizo. Es cierto, pero tengo que admitir que está ablandando mi corazón. Si tan solo hubieras vistos sus ojos cristalizados observándome, estoy segura que tú también hubieras sentido compasión por él.

—A.

*nota no enviada*

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