Capitulo 2

598 66 38
                                    

En una pequeña habitación de hotel con pocos muebles y un par de libros, donde la escasa luz del sol de principios de otoño se colaba por las rendijas de la persiana rota, Oliver miraba un punto vacío sin saber realmente que hacer más que pensar e...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En una pequeña habitación de hotel con pocos muebles y un par de libros, donde la escasa luz del sol de principios de otoño se colaba por las rendijas de la persiana rota, Oliver miraba un punto vacío sin saber realmente que hacer más que pensar en silencio sobre la tarea que le habían encomendado. Solía realizar los encargos de ese tipo con Dión, el hombre que había sido como su padre, sin embargo, este hacía un trabajo en la capital. Miró a su objetivo en la pantalla de su teléfono de trabajo, era un hombre de mediana edad, probablemente tenía una familia preciosa que lo amaba, a pesar de eso moriría dejando un montón de sufrimiento detrás, volvió a observar el rostro del hombre una vez más, no quería imaginarse que era lo que había hecho, a veces pensaba que si su mente rondaba mucho en sus encargos entonces comenzaría a tener remordimientos y había luchado mucho contra eso.

En sus memorias más antiguas aparecían imágenes de Dión ebrio, lamentándose por las vidas que había arruinado "4 años... sólo tenía 4 años" decía entre sollozos al asesinar al hijo ilegitimo de un rico empresario por encargo de su esposa. Eso no había salido en las noticias, ni siquiera en los periódicos progresistas en línea. No podía contar las veces que Dión se había emborrachado pensando en las cosas que había hecho y por ello Oliver intentaba pensar lo menos que podía en su trabajo, porque debía ser fuerte y no dejar que ello le afectara. El joven había pasado más de 15 años matando sus emociones, tal era el punto que en ocasiones no pensaba en los humanos como tal, para él eran solo su trabajo, además, pensaba que los lazos eran innecesarios, si te encariñabas con las personas entonces verlos partir te haría sufrir y el sufrimiento te hacía perder el juicio. Tal vez por ello se sentía algo confundido por querer a Dión como un hermano mayor o un padre a pesar de que ambos se decían constantemente que no debían crear lazos emocionales con otros por seguridad, que ellos ya no eran humanos, sino maquinas que trabajaban en compañía de la oscuridad para los intereses de peces gordos.

Se levantó sujetando su maleta repleta de las pocas pertenencias que llevaba a ese tipo de viajes. Se miró en el espejo de cuerpo completo y comenzó a arreglar su corbata negra sobre una camisa de un blanco impecable. Se había acostumbrado a usar trajes, Dión siempre decía que su apariencia debía lucir perfecta y neutra, que así los peatones solo verían a un hombre en traje más. Peinó su cabello negro con un cepillo del mismo color y se percató de que todo estuviera en su lugar, de que no se viera demasiado bien o demasiado mal, de que fuera alguien completamente fácil de olvidar ya que la mente humana era muy frágil, no podía permitirse barba, tatuajes o cabello largo como caricaturizaban a los asesinos en las películas, debía ser uno más del rebaño.

Al salir de la habitación se dirigió enseguida al estacionamiento, había pagado por adelantado y en efectivo para no tener que molestarse luego con cosas innecesarias. Se acercó al sobrio Audi A6, negro con vidrios tintados. Dión se lo había obsequiado cuando cumplió 20 años, Oliver nunca quiso preguntarle cuanto le había costado la maquina y aunque no era un aficionado por los vehículos se sentía cómodo con ese, posiblemente porque había sido uno de los pocos regalos que había recibido en su vida.

SunflowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora