5. "Hermanos"

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El día siguiente fue peor.

No es fácil enterarte que estuviste a unos pasos de la muerte y que, de repente, toda tu vida desapareció. Cada minuto que pasa desde que me enteré hago fuerza para poder recordar algo o a alguien.

Ricardo, el doctor, me dice que forzarme a recordar podría ser un paso en falso para la recuperación, y que, en vez de ayudarme, podría empeorarlo todo. Parece que el cerebro y la psiquis trabajan bajo las ordenes del estrés y el trauma en mi caso, todo lo que se hace o se dice con respecto a mí es bajo el sumo cuidado y la elección muy propia de las palabras, una experiencia estresante podría colapsarme y dejarme nuevamente en coma.

Aunque suene poco alentador, por un lado, me alegra saber qué es, qué pasa, qué pasó y qué va a pasar conmigo.

Sonia y Juan, o como debería llamarlos a partir de ahora, mis papás, estaban al lado mío. Ayer más por la noche tomaron la decisión junto con los médicos de decírmelo, algo que agradecí. Era esperable que sean familia, y aunque todavía es un poco extraño saber que soy su hija, disfruto de su compañía.

Mi recuperación no tiene un plazo. A diario me renuevan los estudios para poder saber si, a nivel físico, hay algún avance. Pero con lo que más trabajan es con la psicóloga. Tenemos sesiones constantemente, hablamos por lo que a veces parecen ser horas, y me ayuda mucho a mejorar mi forma de expresarme. Al principio, era imposible poner en palabras qué era lo que tenía en la cabeza, porque ni yo misma lo sabía. Ahora, con el paso de los días, no solamente yo los ayudo a entender como está mi cerebro, sino que, ellos me ayudan a entenderme a mi primero.

Estaba merendando junto con Sonia, mi mamá. Ella no se había movido de mi lado en todos estos días. Juan, mi papá, alternaba las visitas porque tenía que seguir trabajando.

- ¿No se te enfrió el té? -me dijo ella, mirando la bandeja que tenía enfrente-

- No -tomé un sorbo- está bien -le sonrío- ¿Juan va a venir?

- Sí, amor -asintió- sale en un rato de trabajar y viene para acá -agregó, mirando el reloj-

Ella era muy cuidadosa con los datos que daba. Sabía que decir y que no. Sus respuestas suenan muy preparadas y meditadas, aunque sinceras.

- Sonia -la llamo, ella me mira con un ápice de tristeza en sus ojos, como cada vez que le decía por su nombre y no mamá- digo, mamá -corrijo y ella sonríe, un poco triste-

- No te fuerces, hija -me acarició la mano- decime.

- Uno de los primeros días que vinieron con -me detengo- papá -digo, pensándolo un poco- me dijeron que tenían dos hijos -cuestiono- ¿no? -me miró un poco pensativa y, al segundo, bajó la cabeza- ¿mamá?

- Sí -asintió con una sonrisa, sabía que había dado en la tecla y que no habría respuesta premeditada para esta pregunta- tenemos dos hijos, vos sos una -sonrió un poco más-

- Osea que, tengo un hermano -la alenté a que continúe-

- Mia, no hablemos de esto ahora. Cuando venga el doctor -la interrumpí-

- Por favor -pedí- me acordé yo sola, me merezco una respuesta de premio -ella rio un poco-

- Sí amor, tenes un hermano -contestó, yo sonreí- es más grande que vos.

- ¿Mucho?

- Un par de años -en estos días de convivencia aprendí que ella no decía ni fechas exactas, ni cantidad de años, ni nada. Entendí que era para no marearme con la temporalidad- se llama Nicolás.

- Nicolás, déjalo por favor -lloré, sosteniéndole el brazo-

- Lo voy a matar, Mia -gruñó fuerte, queriendo alcanzar su cuello- a mi hermana no le vas a cagar más la vida, ¿me escuchaste? -le gritó-

Enseñando a Mia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora