『015』

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—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —Escuché entre sueños.
Dean podría estar lleno de trabajo, pero jamás dejaría de hacer un espacio para visitarme.

—Comencé a las a las 9 ¿Qué hora es? —Pregunté después de abrir mis cansados ojos.

—¿Comenzaste a las 9 de la noche? —Preguntó en medio de carcajadas y al asentar con mi cabeza, rió más. —Son las 2 de la tarde, ¡Del día siguiente!

Pasé la mitad de la noche trabajando y no llevo ni la mitad de lo que desearía.
Nunca estoy segura de que es necesariamente lo que quiero plasmar, solo llega el momento en el que algo me dice que eso era exactamente lo que quería.

El inesperado e incómodo encuentro con aquel hombre de manos revoltosas y tan diferente francés, despertó en mí algo que no es explicable.
Y por más que desearía ver más allá de colores y millones de bocetos, no puedo.

—¿Al menos quieres desayunar? Trabajar con el estómago vacío te matará. —Rió abrazando mi entumecido cuerpo.
A Dean le comenzaba a ir tan bien que de un departamento con apenas medio baño, pasó a una gran casa, incluso más grande que la de Alain.
Por la misma razón, él ya no tenía noción de cuánto dinero podría llegar a gastar en tan solo un día; pero si era en la familia, no había ningún problema, o eso dice. —No tienes idea de lo mucho que lamento no haber estado en la fiesta. —Habló después de haber pedido el desayuno. —El trabajo es tan desgastante que resulta imposible dar un respiro.

Tanto él como yo, sabemos que ese empleo era algo que anhelaba con toda la fuerza de su angustioso ser; pero jamás imaginó que terminaría con su trabajada vida social.

—Alain y Kamille lo entienden. —Le traté de consolar. —Ademas, están muy felices de que te vaya tan bien que papá se dé cuenta de que realmente se equivocó al dejarte solo. —Dean no guardaba rencor a mi padre, él lo ha dicho muchas veces pero, en cierta manera sé que él se ha sentido mal por haber recibido tal trato.
Dean simplemente suspiró por un par de segundos y al notar que el desayuno ya estaba en nuestra mesa, comenzó a comer con más hambre que la había en mi.

Después de unos cuantos meses sin habernos visto, Dean y yo estábamos siendo tan cercanos con él dice que siempre lo fuimos.
Toda mi familia puso mucho de su parte para hacer de mi vida lo mismo de siempre; historias, anécdotas e incluso millares de fotos fueron parte de mi rehabilitación, pero, Dean fué la parte que más ha podido conmigo.
Él ha puesto tanto que resulta imposible creer que haya tantos recuerdos en él de ambos.
Desde nuestro primer juego de té hasta las últimas vacaciones que pasamos antes de mi accidente.

Él siempre mencionaba lo feliz que solíamos ser al tener al menos unos minutos para estar juntos.
Siempre ha pedido que a pesar de ser complicado para mí, nunca deje de ser quien era.
Dean no solo es mi hermano y mi mejor amigo, también ha sido lo mejor que ha llegado al universo entero.

—Quiero que le entregues algo a Didier de mi parte. —Sonrío abriendo el maletero de su auto.
—Yo siempre quise uno, y si no lo tuve yo, lo tendrá él. —Dijo tomando el pequeño, por decirlo así, auto, en el cual claramente Didier iba a poder entrar.

Tomó el auto y sin vergüenza alguna, entró a la galería y lo dejó en medio de la sala de estar, la cual estaba llena.
No lo puso junto alguno de los sillones o, detrás de alguna mesa; Dean, imprudente, Fauré realmente lo puso justo en medio de toda la sala de estar.

Al notar tantas personas con la mirada fija en aquel hombre de casi 30 años con un juguete de niños de 4 a 6 años, me apresuré para guardarlo en algún lugar donde menos llame la atención; Dean con al menos 30 miradas encima me siguió sin ningún tipo de vergüenza o timidez.

Nuestro posible hilo rojo. » Jung Hoseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora