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Al día siguiente a ____ le habría encantado concentrarse en la tarea que tenía por delante pero, con todo el mundo de vacaciones y a solas con Harry en la oficina, apenas podía respirar. Ésa era la razón por la que insistió en trabajar en su propio despacho, alejada de él. Alejada de la tentación. —Llévame las siguientes veinte páginas en cuanto las termines —le pidió Harry, el brillo de sus ojos diciéndole que ni siquiera un proyecto crucial podía sobrepasar la atracción que sentía por ella. —Sí, señor —contestó ____, burlona. Estaba deseando terminar con las veinte páginas para tirárselas a la cara. Y eso fue exactamente lo que hizo, en la mitad del tiempo que habría necesitado en otras circunstancias. Pero, para su asombro, cuando entró en el despacho descubrió que estaba vacío. ____ suspiró, decepcionada. Qué desconsiderado. Lo lógico habría sido que le dijera que iba a salir. Después de dejar los papeles en el centro del escritorio, se volvió. Pero dio un salto al ver una figura en la puerta. Por un segundo pensó que era Harry, pero enseguida se dio cuenta de que era... Lynette Kelly. —Lynette, ¿qué haces aquí? La joven se puso colorada. —Perdona, no quería asustarte. —¿Puedo ayudarte en algo? —Pues... es que quería ver a Phillip. Lo he llamado a casa, pero no contesta y pensé que estaría en la oficina. —No, lo siento. No está aquí... Se ha ido a Queensland a pasar las navidades con su familia. —¿Sin ti?

—Yo tuve que quedarme —____ señaló los papeles—. Para trabajar. —Ah, entonces será mejor que me vaya —murmuró Lynette. Pero antes de salir del despacho se volvió—. Oye, ¿de verdad quieres a Phillip? Necesito saberlo. Había tal angustia en sus ojos que ____ se compadeció. —Pues... —____, él me necesita. Sé que me necesita. Yo lo quiero con todo mi corazón y me estoy tragando el orgullo delante de ti... Te suplico que me digas la verdad. ____ no podía soportar verla sufrir. No era justo ni sano mentirle a aquella mujer. —No, Lynette. No estoy enamorada de Phillip. —Gracias a Dios —murmuró ella, parpadeando para contener las lágrimas—. Pero entonces, ¿por qué os habéis prometido? ____ le contó la verdad y le explicó cómo una cosa había llevado a otra... —Siento mucho haberte hecho daño. Yo sólo intentaba ayudar a Phillip. —¿Tú crees... crees que me sigue queriendo? —Estoy segura. Los ojos de Lynette se llenaron de esperanza. —Tengo que ir con él. ____ asintió. Bajo la apariencia frágil de Lynette intuía una mujer de carácter. Y eso era lo que Phillip necesitaba. —Si se pone difícil, dile de mi parte que es un tonto. Lynette la abrazó. —Espero que tú también encuentres a alguien pronto. —No sé si quiero encontrarlo —sonrió ____. La única persona que la interesaba, o al menos que la afectaba de extraña forma, era Harry Styles. Y él... en fin, no había mucho más que decir. Lynette salió del despacho tan feliz que parecía como si flotara. Y ____ sonrió, aliviada. Al fin había podido contarle la verdad a alguien. Pero entonces sintió que el vello de su nuca se erizaba. Incluso antes de volverse hacia la puerta que conectaba con la sala de juntas supo que Harry estaba allí. Y allí estaba. Un miedo como no había sentido nunca se apoderó de ella entonces. Un miedo primitivo, sexual. Sólo tuvo que ver la furia que había en sus ojos para darse cuenta de que lo había oído todo. —Ah, Harry, no sabía que estuvieras ahí...

—Vaya, veo que hasta las buscavidas tienen conciencia —replicó él, apoyándose en el quicio de la puerta, tan tranquilo como un cocodrilo a punto de atacar a su presa. —¿Buscavidas? ¿Estás hablando de mí? —Una pena, cariño. Te has perdido un partidazo, pero seguro que puedes encontrar otro. —¿Qué? —Vi tu fotografía en la revista. Incluso el periodista se dio cuenta de que le habías clavado tus garras a Phillip. De hecho, comentaba que habías enganchado a uno de los solteros más ricos de Australia. —Ese periodista, y uso esa palabra siendo muy generosa, está furioso conmigo porque me negué a salir con él —replicó ____—. Sólo estaba intentando hacerme quedar mal. Se había puesto enferma cuando vio la foto y el comentario. —¿Ah, sí? Aunque eso fuera verdad, un día te oí hablando por teléfono. Y mis oídos no me engañan. —No sé a qué te refieres. —Cuando volví de París te oí hablando por teléfono con alguien. Estabas diciendo que era tan fácil enamorarse de un hombre rico como de uno pobre. Por supuesto, ya te habías convertido en la sombra de Phillip y, unos días después, estabas prometida con él. ____ intentó recordar... —Estaba hablando con Gerald, mi padrastro. Es una broma entre nosotros. Él siempre me dice que tengo que encontrar un hombre rico... ¿es por eso por lo que te has portado como un ogro conmigo desde el principio? —le espetó, atónita—. ¿Pensabas que iba a casarme con Phillip por su dinero? —Desde luego, aceptaste el collar de diamantes que te regaló. —No me regaló nada —replicó ____, furiosa—. Me pidió que me pusiera el collar para la fiesta y se lo devolví al día siguiente. Pregúntaselo si no me crees. —¿Y el Porsche? —Me lo regaló mi padre. Tiene un negocio de coches, no sé si te acuerdas. Y le gusta que sus Barbies tengan accesorios. —Si tanto te disgusta tu padre, ¿por qué has aceptado el coche?

Seductora Venganza |Harry Styles|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora