Que te vaya mal.

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"Yo quiero que te des la vuelta y no pa' que conmigo vuelvas, sino pa' verte suplicar".

Kany García.

POV GABRIELLA

Odiaba trabajar de noche. Lo odiaba eternamente porque implicaba no poder acostar a mi madre, llegar a las cuatro de la mañana a casa y lo peor de todo, aguantar las borracheras de los famosillos de turno. Habíamos perdido la cuenta de las veces que algún compañero tenía que pedir ayuda para meterlos en un taxi, llamar a su chófer o lo peor de todo, porque intentaban propasarse con alguna de nosotras. Esos eran los peores.

Y si tenía que sacar algo positivo, eran las únicas veces dónde nos daban propinas. Nuestra teoría era que al ir tan sumamente borrachos, se olvidaban del resto y era el único momento del día en el que se permitían darnos una limosna. Total, yo estaba convencida que pensaban que dándonos un billete de veinte euros, hacían la obra de caridad del año. Claro que, para nosotros significaba mucho dinero. Eso era lo peor. En mi caso, irme con veinte euros de más a casa, suponía gastármelo en tabaco.

No había sabido nada de Lucía durante todo el día, y aunque me sabía mal, hasta agradecí que, tras pasar todo el fin de semana juntas, me diera ese respiro. No me hubiese sentado bien que estuviera bombardeándome el Whatsapp diciendo que me echaba de menos.

Esa noche me habían asignado lo que más me gustaba, el trabajo que habitualmente hacia Lucía. Consistía en quedarme en la puerta para despedir o recibir a los clientes. Comprobar en la lista que su reserva estaba correcta y acompañarles a la mesa. Era lo mejor, porque era el inmejorable sitio donde te dejaban en paz. El único que no me dejaba respirar era Óscar, pero porque se pasaba casi todo el turno pidiendo que sonriera un poco más. Probablemente fuera un poco más aburrido que estar sirviendo platos, pero yo lo prefería. Por el simple hecho de no tener que aguantar a la gente, a mí me valía.

- Gabriella - dijo Óscar llegando a mi puesto - ¿Puedes venir en cinco minutos a mi despacho?

- Sí - asentí con miedo - ¿Todo bien?

- Sí, no te preocupes. Cuando venga Julio aquí, te vas para allá.

Para lo único que se me ocurría que podía ser, era para los estúpidos resultados del estúpido examen que Pedro nos había pedido. Pero desconocía si les había llamado a todos porque se me había olvidado preguntar. Ahí lamenté no haber hablado antes con Lucía.

Y pese a que en un primer momento no me preocupó, el saber que podía haber salido algo malo y que era motivo suficiente de despido, empezó a agobiarme.

Llevaba cuatro años en ese sitio, demasiados días odiando un lugar en el que pasaba muchas horas. Había perdido la cuenta de los días que me había replanteado buscarme otra cosa en la que me sintiera un poco más cómoda, sin sentir que constantemente me podían dar la patada y quedarme sin trabajo. Pero la cosa estaba realmente complicada. Aparte que no, no me quería arriesgar a dejar ese trabajo y no poder encontrar otro. Al final, mis únicos estudios eran los obligatorios y una carrera de arte que no estaba acabada.

Tal y como había dicho Óscar, Julio llegó para suplirme en la entrada. Le di una leve palmada en el hombro y me dirigí al despacho de Óscar; ubicado al final de la cocina, justo al lado del almacén. Él ya estaba allí, con unos papeles en la mano y apoyado en su mesa. Tampoco es que fuera muy grande, lo suficiente para que entrara un pequeño escritorio, su portátil y un par de cosas más.

- Tú dirás...

- Relájate que no te voy a echar - asentí haciéndolo de verdad - Es por lo del examen.

[PUBLICADA] La verdad [siempre] duele.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora