Blood in my eyes.

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"I don't believe in the secrets you keep, but I do wanna know: how do you sleep at night?".

Sum 41.

POV GABRIELLA

He comprado un juego de sábanas nuevo para la cama y quiero estrenarlo; ven a mi casa esta noche.

La respuesta a la invitación de Lucía fue afirmativa en tan sólo una milésima de segundo. Tenía turno de noche; llevaba ya cinco horas trabajando y me quedaban dos, pero había aprovechado unos quince minutos de descanso para hablar con ella y fumar.

Un total de cincuenta comensales estaban a mi cargo; juraría que en total, yo sola, había hecho una caja de más de veinte mil euros. No quería imaginarme cuánto sacábamos si juntábamos todas las ganancias de un solo día. Pero solo de pensarlo, me mareaba con tantos ceros a la derecha.

En cuanto acabé el cigarro, entré en los vestuarios para lavarme la cara. Me miré al espejo pensando en las ganas que tenía de llegar a casa de Lucía sabiendo lo que me esperaba; y tras colocarme el delantal, salí de nuevo hacia la cocina.

- Gabriella, ¿puedes recoger las mesas cinco y siete? – me preguntó Omar – Tengo que ir al baño.

- Sí, ve tranquilo.

- Gracias.

La noche estaba más o menos tranquila a esas horas; ya sólo nos quedaba recoger, limpiar y esperar a que los pocos comensales que quedaban, se marcharan. En total eran tres mesas; una de ellas que ya había pagado, otra que se estaban acabando una botella de champán y la que más alboroto estaba creando, que no tenían pinta de llevar prisa.

Y justamente, en la mesa once, dónde el alcohol estaba siendo protagonista; la escritora de mierda estaba allí, con amigos o compañeros, ni siquiera me importaba. Incluso agradecí que, esa noche, no me había tocado a mí atenderlos. Eva era la desgraciada que había sido bendecida con esa labor.

Quedábamos un total de siete empleados; cuatro estaban limpiando la cocina, la cual estaba cerrada; dos estábamos en el salón y otro en la barra. Era irónico, pero ese momento era el único que me gustaba del turno de la noche.

- ¿Les queda mucho? – le pregunté a Eva cuando coincidimos en la barra.

- Acaban de pedir una botella de ginebra, así que creo que sí.

- Bueno, yo me encargo del resto si quieres – me miró – Bastante tienes ya.

Me regaló una pequeña sonrisa que desapareció en cuanto salió de la barra para hacerles llegar la botella nueva. Yo cogí, en ese momento, el cepillo y el recogedor para empezar a barrer el ala este del restaurante.

Pero es que entonces, vi como uno de los acompañantes de la escritora le daba una nalgada, para nada débil, a Eva. Ella apartó la mano de él, y eso sólo fue peor. El tipo agarró uno de los platos que todavía quedaban en la mesa y lo tiró al suelo; pidiéndole a Eva que lo limpiara. Miré a mi alrededor, pero en ese momento, sólo estábamos ella y yo fuera de la cocina.

- ¿Todo bien? – la pregunté.

- Sí, ya sabes – suspiró señalando el cepillo - ¿Lo vas a usar?

Se lo di, porque era obvio que ella lo necesitaba mucho más que yo. Unas risas exageradas me molestaron cuando despedía al resto de comensales que habían puesto fin a su noche; seguían siendo ellos.

Eva, al lado, recogía los fragmentos del plato roto. Pero es que el mismo tipo se levantó de su silla, y agarró por la cadera a Eva. En ese momento, decidí que había que intervenir.

[PUBLICADA] La verdad [siempre] duele.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora