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"Yo sé que me piensas cuando estoy lejos de ti y si me preguntan digo que nunca te vi".

Natti Natasha.

Después de cuatro años con Lucía en una relación rara, conllevó que tuviéramos el mismo grupo de amigas. Ese con el que salíamos de fiesta, en el que se investigaba mucho mejor que la policía cuando alguna estaba enamorada, en el que se tenían cerca de cien mensajes cuando nos pedían atención... El típico grupo de amigas.

Éramos veinte en total, y todas teníamos dos cosas en común: éramos mujeres y nos gustaban las mujeres. De hecho, el nombre del grupo de WhatsApp era: Bollosquad. Había sido idea de Lucía, ella siempre tan original cuando se lo proponía. Una media de edad en los veintisiete años; siendo la más mayor yo, y la más pequeña Lucía, con veinticinco.

Algunas tenían pareja, otras solteras; unas trabajaban, otras vivían del cuento; unas se la pasaban de fiesta, a otras ni siquiera las veíamos el pelo. Sólo había una reunión que no nos perdíamos ninguna, y era cuando nos organizábamos para ir al paintball. Ese día nos reuníamos absolutamente todo el grupo.

Y yo, de las veinte, me había acostado con siete. Aunque con la única que había repetido era Lucía, eso era obvio.

Todas las veces habían sido sumida en la borrachera más ciega de todas; ni siquiera lo recordaba, y estaba convencida que ellas tampoco. No teníamos que disimular nada; había pasado y eso estaba ahí. Realmente aunque hubiera tensión sexual, no nos iba a preocupar.

Y esto lo cuento, porque ese día estábamos unas ocho en los campos de entrenamiento de la ciudad; dónde siempre nos veíamos. Habíamos quedado para comer allí, fumar, beber un poco y hablar.

Era gratificante salirte durante esos ratos de la rutina; al menos para mí cuando estaba con ellas, el tiempo se pasaba de otra manera. Y eso que yo era, para todas, la novia de Lucía. Había entrado en el grupo siendo la arrimada, y siempre llevaría ese nombre en la frente.

- ¿A qué hora entras a trabajar? – me preguntó Lucía.

- Tengo turno de noche – contesté acariciando su espalda - ¿Por?

- Por calcular cuánto te quedas aquí.

- ¿Quieres que me vaya ya?

- No quiero que te vayas, que es distinto.

Estábamos sentadas en una especie de círculo; aunque después de cinco porros entre las doce y tres litronas de cerveza, algunas habíamos decidido tumbarnos. Entre ellas, nosotras dos. Yo miraba como el sol se colaba por los espacios que había entre las hojas de los árboles; mientras Lucía jugueteaba con mi sujetador.

- Iros a un hotel – protestó Cristina al ver que nos estábamos besando – Hijas de puta, no comáis frente al pobre.

- Cierra los ojos – contestó Lucía mientras yo le hacía una peineta a Cristina.

Aparte de nosotras, había otra pareja en el grupo, pero vivían una vida de casadas muy ajena a la que llevábamos nosotras. De hecho, estaban en trámites para adoptar a un bebé. Como había dicho, para lo único que las veíamos era en el paintball; así que se podía decir que la única pareja realmente, éramos Lucía y yo.

- Deberías de hablar con ella, Karla – intervino Lucía ante la inminente conversación de Karla y su rollo extraño con una niña de veinte años – Que te deje bien claro lo que quiere hacer.

- O insinúa que tú sólo quieres sexo, a ver qué hace.

- Por tener sexo con Karla, capaz de decir que hace lo que quiere – comenzó a reírse Sofía.

[PUBLICADA] La verdad [siempre] duele.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora