18. Invitados especiales

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Samuel la observaba atentamente como metía los platos de la comida en el fregadero, se preguntaba por qué todavía seguía ahí, por qué aún no se había marchado cuando era lo que solía hacer, avanzó hacia ella sin perderla de vista, ella se percató y sonrió ampliamente.

Andrea: ¿Qué miras?

Samuel: nada...-soltó una pequeña risa-esto... ¿tienes algo que hacer a la tarde?

Andrea: no... la verdad es que no.

Samuel: ¿te gustaría... ir a la playa?

Andrea: ¿a la playa?-se asombró-¿ahora? ¿Crees que hay tiempo de playa?-él afirmó.

Samuel: no sé, llevamos a Canela, damos un paseo a las afueras de la ciudad, hablamos... no sé...

Andrea: ¿hablamos?

Samuel: si-soltó una carcajada-hablamos, ¿Qué te parece la idea?

Andrea: suena muy bien, la verdad-sonrió-vamos entonces...

Irina: tenías que ver a Soledad, me dio tanta ternura preocupándose por mí...

María: tiene pinta de ser muy dulce, pero... no sé, Flavio no será como dice ¿no?

Irina: sinceramente algo de duda me metió en el cuerpo, pero es que me tiene tan ilusionada-suspiró fuertemente tomando de su café-no sé, esa manera de mirarme, de comportarse conmigo, es tan dulce y tierno conmigo... todo lo hace tan bien.

María: con todo te refieres a.... ¿todo?-Irina entreabrió la boca y automáticamente enrojeció fuertemente-¡niña! ¿Cómo eres capaz de ponerte tan colorada?

Irina: ¡¡¡María!!!-le dio un pequeño golpe-no me molestes con esas cosas, con todo me refiero a, bueno... su forma de tratarme, de hablarme, ser caballeroso conmigo, esas cosas... si aún ni nos besamos.

María: chica mira que eres lenta eh, otra ya se hubiera comido ese bollo.

Irina: ¡María!-soltó una carcajada-mañana tendremos nuestra tercera cita-suspiró-igual y ahí si dejo que me bese-apoyó la mano en la barbilla y suspiró.

María: pues como no te des prisa reina otra te come el mandado eh-Irina dio un respingo-no me mires así eh, ¿te crees que con lo guapo que es van estar las demás esperando a que tú te decidas si lo besas o no?-soltó una carcajada.

Irina: bueno a mí las demás me dan igual-apuntó con cierto recelo-lo que importa es que él me sea fiel a mí y sepa esperarme...

María: ¿Crees que lo hará?

Irina: si no lo hace no merecerá la pena...

La puerta de la mansión del Junco se abrió, por el marco de la puerta cruzó un hombre alto, fornido, con un traje blanco impoluto, los zapatos de piel y un gran sombrero que ocultaba su canosa cabellera, detrás de él cruzaba una joven, siempre bajo su sombra, con el rostro cargado de incertidumbre, su pequeño cuerpo atravesó el umbral de la puerta, su cabello castaño ondeaba casi hasta la mitad de su espalda, sus ojos verdes deslumbraban a su paso, su inocente y bondadosa sonrisa embelesaba a los presentes.

Ignacio: ¡Fabrizzio! Viejo amigo, cuanto tiempo-ambos se fundieron en un pequeño abrazo-Isabella, hermosa como siempre-besó la mano de la joven.

Fabrizzio: Ignacio, espero que sea importante, me has hecho interrumpir unas hermosas vacaciones por nuestra Italia-el hombre se sentó embriagado por su dulce acento italiano.

Ignacio: claro que lo es, siempre has estado interesado en nuestra empresa ¿no?

Fabrizzio: ¿entonces se trata de negocios?-Ignacio afirmó con una sonrisa-Isabella cielo... déjanos solos un momento.

LLEVAME A LO PROHIBIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora