66. ¡Vas a morir!

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Pasaron varios días, la salud de Andrea mejoraba favorablemente y su recuperación ya era un hecho, se notaba más alegre y ya tenía mejor disposición para comer, las inflamaciones de su cara habían bajado completamente, tan solo quedaba que los moratones desaparecieran de su hermosa piel para poder volver a casa, con su hijo y con el amor de su vida, con la familia que tanto anheló.

Andrea: ¿has cenado algo? Llevas prácticamente todo el día aquí-balbuceaba mientras Samuel le daba de comer.

Samuel: no, todavía no.

Andrea: deberías ir a cenar, también a dormir a casa, tienes muy mal aspecto-él levantó una ceja, ella respiró hondo-la inflamación bajó bastante ¿Verdad?-preguntó preocupada-Samuel apoyó el plato con comida sobre la mesa y le dio un beso en los labios.

Samuel: estás hermosa como siempre-pasó su pelo por detrás de la oreja-eres la más hermosa-la besó y de nuevo cogió el plato para acabar de darle de comer.

Andrea: se ha sabido algo de...-evitó pronunciar el nombre de aquel miserable que la dejó en aquellas circunstancias.

Samuel: se ha estado escondiendo demasiado bien... pero sé que lo encontraremos y cuando lo haga no le va llegar el país para correr y huir de mí-endureció su rostro.

Tras darle la cena a Andrea, finalmente Samuel aceptó su proposición y se fue a picar algo rápido a la cafetería del hospital, antes de irse se aseguró de dejarla plácidamente dormida para que ella no notara su ausencia en lo que volvía de la cafetería aprovechando que por fin bajaban la guardia Daniel se acercó sigilosamente a la puerta con una sonrisa.

La puerta se abrió lentamente, siempre había estado más cerca de lo que pensaban, informado hasta el más mínimo detalle de cómo estaba Andrea, de quien estaba con ella en la habitación y hasta los turnos de las enfermeras que la cuidaban, todo para encontrar el momento perfecto para culminar lo que había empezado hace varios días, todo para acabar finalmente con ella.

Daniel estaba fuera de sí, pero su tiempo corría a contrarreloj y tenía que ser rápido no podía detenerse a disfrutar su venganza, se acercó a la cama de ella observando cómo dormía de forma angelical, con cuidado, para no despertarla, sacó una de las almohadas de la cabeza de Andrea, la cogió entre sus manos con una sonrisa, no podía dejarla viva, no después de aquella traición, lo había engañado durante cinco años para cuidar un hijo que no llevaba su sangre si no la de su amante, vivió con el estigma de su nombre durante tanto tiempo sin entender la razón.

Pero ahora la entendía... ese niño llevaba el nombre de su verdadero padre y se negaba a que la creadora de aquella vil mentira siguiese respirando, se abalanzó sobre ella con la almohada, Andrea despertó y comenzó a patalear notando como aquel objeto obstruía su débil respiración mientras trataba de sacárselo de encima de su cuerpo, pero la fuerza que él ejercía sobre su cuerpo oprimía su respiración.

Daniel: ¡Vas a morir perra!

Samuel: ¡¡MALDITO!!

Samuel entró en la habitación y al ver la escena no dudo en reaccionar con rapidez sacando a Daniel de encima de Andrea, ella comenzó a toser y a respirar agitadamente, recuperando todo el aire que le empezaba a faltar, sus lágrimas desbordaban, muerta de miedo y presa de los nervios, mientras observaba como Samuel se partía la cara con Daniel.

Los golpes impactaban en la cara de Daniel mientras este no borraba de su rostro su loca sonrisa, resonaban en aquella habitación sin ningún control mientras se rebozaban por el suelo dándose con todas las ganas que se habían tenido desde que se conocieron, enzarzados salieron de la habitación mientras todo el mundo los miraba escandalizados y mientras las enfermeras se movían despavoridas para entrar en la habitación.

LLEVAME A LO PROHIBIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora