4. Ponte las pilas

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Se había levantado más temprano que de costumbre, después de haber pasado un domingo vagueando con su perra, Samuel entraba apresurado en las oficinas con la clara intención de no encontrarse con su jefa, debía evitarla a toda costa si quería mantener su puesto de trabajo, entró en su despacho y cerró la puerta.

Andrea: ¡Buenos días!-él se sobresaltó al verla sentada en su escritorio.

Samuel: ¿Qué demonios...?-suspiró.

Andrea: ayer me diste una negativa muy fea.

Andrea se incorporó avanzando hacia él, mientras él perdía la mirada en la abertura de su falda, una falda entubada que le sentaba como un guante, combinada con una blusa blanca de botones, se humedeció los labios recordando su sabor y por un minuto dejó que prácticamente sus frentes se uniesen.

Samuel: ¿Qué quieres de mí?

Andrea: ¿acaso no es evidente lo que quiero?

Samuel: esto es una locura por ambas partes, tienes novio, eres mi "jefa" peor ¡La hija del jefe!-ella soltó una carcajada-deberías estar prohibida...

Andrea: lo pintas como si fuese un pecado.

Samuel: ¡Lo es! Para mí sí.

Respiró resignado y ella de nuevo se acercó, posó una mano en su rostro, ambos cerraron los ojos, aquel tacto era increíble, los dos retrocedieron dos años y volvieron al momento en el que sus cuerpos tomaron contacto por primera vez.

Andrea: solo somos un hombre y una mujer con una atracción demasiado fuerte-ella se mordió el labio dispuesta a besarlo

Samuel: tengo una reunión en cinco minutos, ahora no...-atinó a decir mientras ella sonreía, si... Samuel estaba sucumbiendo a sus actos.

Andrea: tienes razón, será en otro momento-dijo satisfecha, abrió la puerta y de nuevo la cerró todavía dentro, el cerró los ojos-por cierto, ponte las pilas con los japoneses...-él se giró-consigue traerlos a la ciudad antes de que lo haga Daniel... él también se va poner a ello.

Samuel: ¿Por qué me dices esto? ¿Sabes que estas perjudicando a tu novio?

Andrea: hazles una oferta que no puedan rechazar, si has llegado hasta aquí sabrás como hacerlo, pero ponte ya... y ya quiere decir ahora...

Andrea abrió de nuevo la puerta y salió tras ella dejando a Samuel confuso por su actitud, acababa de avisarle que su novio tenía la intención de negociar con los japoneses, le acababa de dar una ventaja para obtener más puntos frente a Ignacio a pesar de perjudicar con ello a su propio novio.

Samuel: no sé si darle las gracias o tenerle miedo a esta mujer-resopló.

Entraba en el hospital con su característico uniforme de un color blanco impoluto, su pelo estaba atado en una coleta alta y su nombre figuraba en una pequeña chapa a la altura del corazón, entró orgullosa en el hospital, los integrantes del mismo ya la reconocían por haber hecho las prácticas en aquel lugar, pero sin embargo se sentía como si estuviese empezando de nuevo.

Irina: buenos días-entró en el despacho de la doctora Sanz.

Dra. Sanz: buenos días Irina, pasa-le señaló la silla e Irina se sentó-tan puntual como siempre.

Irina: gracias.

Dra. Sanz: bueno, como ya no estás de prácticas ya no hace falta que te presentes ante mí para decirme que has llegado, vas a tener tu propia hoja de registro ¿vale?-Irina afirmó con una sonrisa-mi cargo para ti es la zona de urgencias, espero que te parezca bien, durante tus practicas me fijé en que es la zona en la que más reaccionas con agilidad-negó con la cabeza-no sé cómo no has seguido estudiando, llegarías a ser una gran doctora.

LLEVAME A LO PROHIBIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora