Capítulo 2: Camicazi y Hiccup.

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[NOTA: Si se cuela un "castaño" en las descripciones de Hiccup o un Stoick bastante malhumorado e incluso que nuestro espadachín sea algo tímido pido paciencia, originalmente pensé en que fueran los personajes de la película pero... Pero eso ya será en un one-short. Aclaró también que el abuelo de Hiccup está bien muerto en este fic(?]


Durante los años que siguieron a la muerte del temible dragón, la vida pudo tomar un nuevo curso.

Se dio un nuevo comienzo. La paz reinaba y daba nacimiento a que aquella inocencia perdida, regresara.

A veces esa inocencia bullía con fiereza como un rio cuyos rápidos eran indomables.

Camicazi siempre se jactó de ser la mejor princesa en burlar todo guardia de su aldea. La pequeña era como una lagartija escurridiza, aburrida por los deberes de ser princesa de Mema ella escapaba de los muros de su hogar hacia el páramo que le brindaba la libertad de hacer lo que se le pegara la regalada gana.

Siempre haciendo honor a su nombre, la niña se ponía en las situaciones mas disparatadas que podía y que se le ocurriera. Como la vez que quiso aprender esgrima y apuñalo sin querer a uno de los guardias, al igual que casi se ahoga en el lago central porque "nadar en invierno es para valientes". Si los yaks habían salido en una estampida directo al bosque, Camicazi. Si el pueblo traía un alboroto, Camicazi. Si algún lobo entraba en plena cena al gran salón real y se robaba la carne de El Rey, Camicazi. Si sonaba la campana del pueblo por algún peligro...

–¡CAAAMIIICAAAAAAZIIIIII! –era normal escuchar a su tranquilo rey explotar en un grito a media tarde.

Todos sabían de la pequeña tormenta que tenían como princesa y, por el bien común, esto tenía que cesar. Ya nadie tenía el valor de ser el niñero de la chiquilla de 14 años, caramba. Hombre, mujer y hasta los niños, mantenían su distancia de la princesa cuando estaba en sus rachas de ideas.

Todos excepto una persona.

–¡Corre Hipo! –gritó Camicazi. Su cabello ondeaba en la brisa al compás de su carrera por el pueblo, mientras esquivaba a los mercantes y las señoras chismosas que cuchicheaban por su causa, giraba su vista de vez en vez hacia sus espaldas. Su respiración se agitaba por segundos, las mejillas comenzaban a ponersele rojas y pese a la nieve que se vislumbraba por el rabillo de su ojo, estaba muy sudada.

El vestido naranja que su amigo trajo para ella de las tierras lejanas a su reino tenía manchas de lodo en la falda interior y, por más que se agarró la brillante tela, esta sufrió algún daño.

–¡Rápido o nos alcanzará! –alertó la princesa entre risas y jadeos.

–¿Porqué me dejo convencer de esto? Oh, dioses. Astrid nos atrapará, nos golpeará, ¡me golpeará a mi que! –gritó preocupado el mayor. Hiccup, a pesar de ser tres años mayor que la rubia, le costaba mantenerle el ritmo–. ¡Aguas, niño! ¡Señora, cuide a su hijo! -esquivaba a los hombres que traían pesados costales de grano en su espada y los niños que se empeñaban en soltar la mano de su madre y andar libres por el camino transitado del Mercado.

El flequillo amenazaba por cubrir su vista, comprobando el hecho cuando tubo que agachar la cabeza para impedir darse un buen golpe con una viga.

–Uff, que cerca... –murmuró echando su cabello hacia atrás. ¿Debería recortarlo?

Derrapó un metro antes de girar en una pequeña carpa que vendía frutos rojos. Miró el llamativo vestido de Camicazi dar tumbos y agitarse con la brisa invernal y sonrió.

Su corazón latía frenético por la adrenalina de la carrera y el saber que no solo los guardias de Mema les seguían, sino también la princesa mayor de la nación. Por Loki.

La Novia del Dragón [Toothcup]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora