Abrazos que funcionan

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La universidad nos tenía mal, ya nada era como antes. Habíamos tenido un parcial que nos aniquiló, nos fue mal. Estábamos tristes; creo que vos lo estabas más.
Viniste hasta la puerta de mi aula y me hiciste señas para que salga, fui hacia donde estabas y me contaste lo mal que te había ido.
Necesitabas un abrazo, lo pude percibir. En cuanto abriste los brazos no lo dudé ni un segundo y te abracé. Pude escuchar a tu corazón acelerarse y calmarse, después.
Nada mejor que esto para hacerte sentir mejor y, de paso, hacerme sentir mejor a mí. A ambos nos sirvió. Quizás te diste cuenta en ese entonces lo bien que podía llegar a hacerte yo, ya que te costó mucho despegarte de mí luego de eso.
Quizás, este abrazo, fue el comienzo de nuestra verdadera historia.
Lamentablemente, los abrazos no duran para siempre. Volvimos a clases luego.

Me gustas, ¿cómo te lo digo? (continuación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora