Todoroki regresa a su casa familiar con el uniforme roto y lleno de ceniza su hermana le pregunta que ha pasado él cuenta que ha terminado con los dos villanos de su vida. Empieza a desahogarse en su diario contando su larga y torturante lucha por c...
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𝕊𝕖𝕘𝕦𝕟𝕕𝕒 𝕡𝕒𝕣𝕥𝕖
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«Bakugou Katsuki»
Los kanjis dorados de su nombre parecían resaltar de la roca de granito cada vez que los leía. Brillaban frente a mí y enceguecían mis ojos como toda mi vida lo había hecho. En esos momentos bajaba el rostro y me apastaba el silencio entonces el corazón y la vida empequeñecía. Pero después de años de rechazar mis sentimientos por fin solo eramos Kacchan y yo. Ya no me importaba si el día se oscurecía, si la lluvia caía como balas de plomo, si un rayo estaba dispuesto a fulminarme. Me daba igual si el cielo estuviera despejado con los rayos solares tan intensos para quemarme o si la nieve se acumulara como montañas y el frio me calara hasta los huesos. No importaba el caos que sucediera en el mundo. Nada me impediría estar junto a él.
Si alguien pasara y me observara desde el final de aquel pasillo gris me veía como su pareja fiel quien lo visitaba sin falta pero en realidad era una miserable alma en pena, con los ojos cubiertos de ojeras, con la cabeza agachada, con los puños apretados, amandolo frente a una tumba vacía. Sé que era patético pero mi corazón no quería que se sintiera solo nunca más.
«Demasiado tarde... Sé que ya era demasiado tarde, Kacchan».
Las visitas diarias al cementerio era algo que siempre escondí de Todoroki. Durante mis tiempos libres en el trabajo me escabullía a visitar a Kacchan. La rutina era la misma: pasaba a la florería y como desconocía cual flor era su favorita ponía un ramo diferente sobre su lápida; en otoño tulipanes naranjas en invierno claveles blancos, en primavera begonias rosas y en verano lirios azules. Las acomodaba en un jarrón, encendía incienso y entonces hacia una reverencia pidiendo disculpas. Despues mi vista se mantenía triste en los Kanjis de su lápida. Soñaba que estaba frente a mí, con el rostro suave, la mirada roja, las mejillas rosadas y con los labios semi abiertos a punto de gritar algo entonces inútil me quedaba callado con la estúpida idea de escuchar su voz muerta susurrarme en el viento palabras que la última vez que conversamos censure con maldad.
La culpa me carcomía por dentro como termitas en la madera y me hubiera carcomido hasta provocar mi muerte si no fuera por los brazos tibios de Todoroki. Quizás le debo tanto porque actuó como si la muerte de Kacchan fuera una tragedia cualquiera como esas que se ven en las noticias. Sus gestos de vivir como si nada hubiera pasado me hacía pensar que estar triste era un error, que desperdiciaba llorando la vida que salvo. Así paso un año desde su final, las sakuras volvieron a florecer anunciando de nuevo la primavera. Mi boca me dolía por mostrar feliz los dientes cuando contemplaba los arboles rosas. La felicidad que irradiaba era una mentira. Para mí el pasar de las estaciones solo era un trágico recuerdo, cada día que pasaba era un día más lejano de la última ocasión que su belleza enamoró mis ojos.
