VII

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Llegamos a casa de Emery casi entrada la noche. Él ve el frasco con la sustancia y asiente numerosas veces, luego anota algo en una libreta y sigue estudiando la botella.

–Es bastante extraño–dice explicando–. Una reacción favorable, esta sustancia se llama Vorágine de Sueños. Está clasificada como "súper rara" en la rama de la alquimia, no muchos mezclarían ambas plantas, solo los que las conocen.

–Pues no la conocía, y tengo al padre de los libros de la alquimia–dice Quincy.

–Es una sustancia perdida, abandonada en los entramados callejones de la historia–explica Emery–. Tiene la facultad de mostrar la verdadera forma de deseo a quien la utiliza, se cataliza e inmediatamente comienza el efecto cuando se toca el catalizador. Entre los materiales que soporta están la roca–madre, la obsidiana y el mismísimo éter materializado. Por suerte, tenemos la obsidiana.

–Solo falta el resto de los materiales–dice Quincy–. Jun tiene un juego de flechas con punta de diamante ¿eso basta para el polvo de diamantes?

–Por supuesto–dice Emery–. Aunque tú eres el alquimista, deberías dominar las proporciones.

– ¿Estás diciendo que no sabes cómo se prepara el catalizador?–dice Quincy cubriendo su rostro, Emery asiente con algo de pesar–. Lo que leí solo dice con qué se prepara, pero no da procedimiento, es magia antigua, fue perdida hace más de tres mil años.

–Debimos suponerlo–dice Jun–. Podríamos pedirle a un maestro alquimista que lo haga, ellos manejan a la perfección los materiales y las proporciones de todo.

–Ni en un millón de años–dice Quincy–. Hemos llegado hasta aquí solos, no vamos a cederle todo a un anciano fanfarrón que entregará a Quincy a la inquisición. Además, yo sé que puedo hacerlo, sé bien que las proporciones siempre están a favor de los catalizadores, les siguen las sustancias, y por último los complementos. Sabemos que el catalizador es la obsidiana, la sustancia es la cosa purpura y los complementos son el polvo de diamante, el alma de oro y la... maldición, nos olvidamos de la crin de unicornio.

– ¡Por los Grandes!–dice Jun–. Esa endemoniada crin ¿De dónde se supone que la sacaremos?

–Es de vital importancia–dice Emery–. En la antigüedad, eran utilizadas para rituales. Tiene un contenido de magia en bruto que se necesita para activar el catalizador. Pero podría ser sustituido por algo de igual poder, supongo.

–Si se puede–dice Quincy–. Es la Ley de la Equidad, todas las sustancias son iguales siempre que compartan una cualidad al cien por ciento. Tiene que haber algo que contenga magia en bruto...

–Esas flores regadas con sangre de dioses–digo, todos me miran–. Si es cierto lo que dicen, deben tener un contenido de magia. No se pierde nada al intentarlo.

–Pero es una leyenda–dice Jun.

–No implica que no sea real–corrige Quincy–. El tesoro en el fondo del lago era una leyenda, y ya sacamos dos piezas muy reales.

–En tal caso–dice Emery–. Necesitaríamos un destilado de la esencia de las flores, concentrado a tal punto que iguale o supere las calidades de la crin de unicornio. Eso significaría tomar una gran cantidad. Suponiendo que-

Un golpe fulminante interrumpe. Seguido de dos más, en la puerta. Ninguno se decide en abrir, hasta que una voz ruge del otro lado.

– ¡En el nombre del Rey, salgan todos desarmados!–inmediatamente un escalofrío recorre mis piernas, y a juzgar por la expresión de los demás, las de ellos también–. Sabemos que están allí, y que mantienen con ustedes al desconocido inmaculado.

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