II

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– ¿No lo tiene?–exclama el hombre–. Eso es imposible, a su edad todos lo tienen.

–Tal vez sea un nuevo tipo de Vacío–dice Quincy–. En cuyo caso será mejor echarlo al lago y que La Fuente haga su trabajo.

–Los Vacíos no existen–dice Jun aun escrutando mis ojos con la mirada–. Y este tipo tiene un aura muy estable, casi me confunde, pero no tiene circuito mágico.

–Tal vez se crió en cautiverio–dice el hombre–. Si no le enseñan es probable que no lo desarrolle.

–No es probable, un circuito aparece incluso si no haces magia–Jun se retira desconfiada–. Yo no hice magia hasta hace cinco años, pero mi circuito mágico apareció cuando tenía cuatro. Este chico–señala a Quincy–, ha tenido su circuito desde que nació. Es como tu segunda alma, simplemente debe existir, y a tu edad es imposible que no lo tengas.

–O que no te familiarices con la FTL–dice Quincy, inmediatamente capta mi atención–. Ya sabes, todos deben hacerlo para tener un control.

– ¿FTL?–pregunto esperando una respuesta, Jun saca una especie de lápiz y comienza a dibujar un circulo blanco en el aire.

–Felicidad, Tristeza y Locura–dice, y dibuja la extraña figura que vi tallada en los árboles–. Es experiencia, una sola es necesaria. Debes vivir algo que te haga sentir feliz, triste y loco al mismo tiempo. Quincy por ejemplo, sus padres murieron repentinamente cuando él tenía cinco años, pero antes lo escondieron en un cuarto bajo un... ¿árbol?

–La Madriguera–dice Quincy sonriendo.

–Exacto, Madriguera–recalca Jun–. Ahora imagina esa experiencia, en soledad y sin padres que te digan que hacer, en un cuarto lleno de juguetes y con la comida que necesitas, eso te hace hasta cierto punto feliz; pero sin padres, no sabes lo que ocurrió porque tu mente es muy joven para analizarlo, no sabes que hacer o si debes salir de allí, eso te pondría triste al instante; y con tanta soledad, comienzas a ensimismarte, no hay nadie con quien hablar, así que comienzas a enloquecer, hasta que ¡bam! Descubres que puedes hacer magia y sales al exterior, buscas un maestro y desarrollas un Control.

–O robas un libro al mercader y aprendes por tu cuenta–dice el hombre riendo.

– ¡El libro!– dice Quincy sacando nuevamente la hoja de papel–. Serian veintidós monedas de oro, casi olvidaba eso. Cuando logre convertir carbón en oro le pago al mercader.

–Volviendo al circuito–dice Jun–. Es posible que algún trauma te haya hecho suprimirlo.

–Como suprimir la respiración, ¿cierto?–dice Quincy sarcásticamente–. Vamos, Jun, es un vacío, admítelo, existen y este es uno.

–Si solo los hubieras visto, sabrías que se supone que son ciegos–señala Jun–. Este tipo ve y a la perfección.

–Pues si estudiaras más y dejaras de fumar opio en el almacén sabrías que pueden pasar por humanos fácilmente–dice Quincy con aires de sabiduría–. Pero este no sabe de la magia, ni parece haber hecho un hechizo antes, déjame ver...–saca un lente naranja de su bolsillo y me ve a través de éste–. No, cero residuos de magia, ni siquiera eres un vacío, y además estás más blanco que un saco de azúcar–luego parece recordar algo–. ¡Azúcar! Debo conseguir un saco de azúcar, el mercader debe volver la próxima semana.

–Basta de escudriñar personas en mi tienda–dice el hombre–. Me enturbiarán el aura y no vendrán clientes. Vayan con Emery, él sabrá qué hacer con su amigo.

El hombre hace volar una escoba hacia nosotros y comienza a empujarnos levemente. Nos vamos de allí y nos quedamos parados en medio del pueblo. Las calles son de un tipo de pavimento diferente de los que acostumbro a ver, un gris muy claro y liso. Las casas son edificaciones de hasta tres pisos, muy al estilo San Francisco, parecen construidas de madera. Las personas se mueven en todas direcciones, entrando y saliendo de diferentes lugares y cargando bolsas de cuero llenas de cosas, pero no veo autos, ni bicicletas tan siquiera. Comenzamos a caminar, yo más que todo siguiendo a Quincy y Jun. Me giro hacia Quincy y pregunto:

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