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Dos Lunares

Durante nuestra juventud, es innegable que deseamos ser amados por esa persona "indicada" que idealizamos entre conclusiones y evaluaciones, detalladas, en las noches que nos cuesta poder dormir.

Salimos a la calle con nuestra mejor sonrisa y optimismo, creyendo que nos comeremos el mundo entero, sin llegar a imaginar que es el mundo el que nos comerá a nosotros.

También crecemos y dejamos muchas etapas atrás pero no en el olvido, pues de ellas aprendemos y las tenemos presente debido a la gran importancia que tienen en nuestro crecimiento personal; dicen que de los errores se aprende, y sin embargo, yo creo que existe el riesgo de encariñarnos con ellos.

Aprendí que soltarse es bueno.

No hay que ser tan introvertido con las personas; es necesario el contacto con la gente que puede llegar a ser de gran importancia en nuestras vidas, evitando que se vuelvan indispensables para nosotros.

La juventud te enseña tantas cosas y es sorprendente la gran curiosidad que puedes desarrollar en cierta edad. Quieres escuchar detrás de las paredes y estar enterado de todo, pero no quieres que los demás sepan todo lo que haces.

Mi orientación sexual no fue un secreto para mí y para el resto del mundo, he de suponer. Pero a veces las personas, específicamente nuestros padres, sólo esperan que se lo revelemos por nuestra cuenta y no por medio de terceros. A pesar de la gran confianza que tenemos con alguno de ellos —en mi caso fue mi madre—, no nos atrevemos a revelarlo por miedo a encontrarnos vulnerables.

Nos preguntamos alguna vez el porqué de ese temor algo irracional, pero miedo es lo que provoca la sensación de sentirnos desnudos ante una sociedad que aún no sabe cómo aceptar lo que no les fue inculcado.

El rechazo, los insultos, las personas con sus comentarios horribles e hirientes vendrán con ese miedo a estar desnudos ante ellos como parte de la sociedad. Pero no podemos lanzar una bomba que acabe con el pensamiento retrógrado de la gente.

Hay cosas que no podemos cambiar; el terco escuchará lo que más le conviene, y el necio meterá sus macices donde no le llaman.

Mi madre me decía que podía ser quién yo quisiera. Que cualquier persona querría estar cerca de mí porque era un hermoso ser humano de gran y noble corazón. Sin embargo, me llaqué a preguntar: «¿por qué papá me detesta tanto si yo soy todo eso que mamá dice?»

No le creía del todo a ella pues me era difícil de procesar cuando las acciones que observaba de mi padre eran distintas a las que me pintaba mi madre.

Durante los años que culminé la etapa en la escuela, y entraba en otra aún más difícil de afrontar socialmente, me encontré con personas maravillosas que pasaron por cosas similares a las que pasé de niño, como algunos chicos a los que molestaban por juntarse puramente con niñas, y que, no por ello gustaban de los niños. Verdaderos ejemplos a seguir para mí en superación de lo malo y aceptación de lo que somos y quienes somos. De lo que importa realmente: nuestra esencia como seres humanos.

Amanda y yo seguíamos siendo amigos inseparables. Thoth se volvió nuestro hermoso guardián. Ese niño pecoso y de cabellos ondulados se volvió un chico alto y de buen porte que tenía correteando tras él a muchas chicas, y varios chicos. Me daba mucha gracia que nunca quiso relacionarse amorosamente con alguien. No entendíamos motivos y mi amiga y yo jurábamos que estaba enamorado en secreto.

Con ellos podía ser sincero en muchas cosas; incluso, pude hablar abiertamente de chicos ambos pero nunca pudieron dar con uno que consideraran adecuado para mí.

DOCE LUNARES #PGP2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora