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"No hay nada más peligroso, que ser feliz en presencia de gente envidiosa", fueron las palabras de mi madre un buen día en el que nos encontrábamos a solas en mi habitación.

Ella ese día me pidió que brillara como un diamante, y que a pesar de todo, no dejara que borraran mi sonrisa.

Me advirtió que hay personas que tratan a como dé lugar de llamar la atención por cualquier medio; personas que pueden resultar tóxicas hasta para ellas mismas.

Sin embargo, yo llamé la atención de mucha gente sin esfuerzo. En especial de un joven sin siquiera percatarme. Para ser honesto, no llegué a pensar que alguien se fijaría en mí porque durante tanto tiempo me estuve cohibiendo de conocer personas y nunca me di la oportunidad de escuchar lo que pensaban de mí.

Era mi mecanismo de protección.

Muchos me sorprendieron diciéndome lo mucho que me admiraban y yo no entendía la razón; creí que estaban locos.

Aquel era un muchacho que me encontré centenares de veces por los pasillos de la universidad; nunca se había atrevido a hablarme, pero lo hizo aquel día soleado en el que yo estaba algo apurado.

El resultado fue más inesperado de lo pensado porque me invitó a dialogar sobre nuestras creencias.

—¿Acaso me estás invitando a salir? —pregunté con cierta sorpresa y gracia.

Él se ruborizó tanto que se obligó a sonreír; infló mucho sus mofletes y se mordió el interior de estos para que el rubor desapareciera. No le funcionó. El pobre era tan pálido que sólo quedó más rojo y causó que me riera en medio del pasillo; yo estaba de camino a mí salón de clases.

—Es otra forma de decirlo. —Sonrió apenado—. ¿Te estás riendo de mí?

Sus gestos me parecieron tan adorables como sus finos labios. Sus ojos eran grandes, de color castaño claro. Era guapo, sí. Un poco más alto que yo. Su cabello era corto y negro perfectamente, peinado hacia atrás con gel.

—Pues, es otra forma de decirlo —solté una pequeña risa—. Pero no, me río contigo... ¿ohm?

—Oh... Steve, Steve Webber, es un placer —respondió de manera tímida.

Ese apellido.

—¿¡Eres el hermano de Tony Webber!? —Era evidente mi sorpresa y él lo confirmó con cierta gracia—. ¡Cielos! Yo estudié con él. ¿Cómo es que no te conocí nunca?

Su mirada se entristeció un poco al mencionarle aquello, y me observó por unos segundos para invitarme a caminar a su lado.

—Seguramente debiste escuchar los rumores sobre mí —comenzó a decir—: mi familia se avergonzaba de que me gusten los chicos y de que yo no tuviera pelos en la lengua para decirlo frente al pastor de la iglesia. Creían que era una abominación y decidieron mandarme a vivir con mis abuelos para restituirme; ¿puedes creerlo?, como si mudarme de ciudad ayudara en algo —ironizó—. Bueno, luego estudié en otra escuela hasta ahora que puedo vivir solo y regresé. Siempre me gustó vivir aquí.

Me sentí terrible en ese momento. Quería que la tierra me tragara por hacer preguntas tontas, pero él sonrió de manera tan linda, perdonando toda pregunta idiota, que no pude pensar en más nada que la curva de sus labios.

—Lo siento por eso —dije.

—¿Por "eso"? —Enarcó su ceja—. Nah. No es tu culpa como piensen los demás. Es problema de cada quién —aseguró sonriente—. Entonces... ¿paso por ti esta noche?

El sonrojado era yo en ese momento. Afirmé y le comenté en donde vivía, pero no fue necesario. Aparentemente conocía mi dirección ya que tuvo múltiples conflictos con el pesado de mi hermano.

DOCE LUNARES #PGP2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora