EPÍLOGO

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Presente

Me encuentro frente a una fotografía de un metro de altura por uno de ancho, llevada a escala de grises y enmarcada con un borde blanco. El cristal que la protege refleja mi imagen y la de dos jóvenes que me hacen compañía en el solitario pasillo de paredes blancuzcas que armoniza con las demás fotografías del lugar.

En la imagen que tenemos en frente está retratada mí silueta de hace muchos años: en ella me encuentro de espaldas y con la cabeza inclinada hacia adelante. Mi posición deja apreciar un lunar que está a un lado de mi columna vertebral y otro más grande cerca de mi cuello.

—¿¡Eso es todo!? —Preguntó la chica de anteojos redondos con bordes negros. Trae un rodete sobre su cabeza que le recoge todo el cabello y le hace lucir un poco más sus expresiones—. ¿Qué pasó con Thoth? ¿Se casaron? ¡No me deje con la intriga, por favor! ¡Dígame! —suplicó.

Mi risa causó que se pusiera colorada seguramente por pensar que me divierto con ella, y no es así. Me causa mucha gracia su interés. Parece que le prestó más atención a la historia que a la lección que intenté darle.

—Parece que no entendiste nada, Andy.

Habló el chico de rasgos asiáticos que le hace compañía a la joven. Tendrían los dos unos veinte años; él va vestido todo de negro y su suéter de cuello de tortuga estiliza su figura al contrario del escote en V que tiene su compañera. Su blusa de estampado floral no esconde sus grandes atributos y su complexión llenita la hace parecer más pequeña de lo que en verdad es.

El muchacho retomó de nuevo, con fastidio, la palabra:

—Él te quiso dar a entender que tu pataleta de cuando entramos aquí no tiene importancia, ¿verdad que sí? —se dirigió a mí y afirmé. Soltó una risilla de victoria que enfadó un poco a la chica; yo reí—. Hay cosas más importantes en qué pensar, Andy. Además, muy al contrario de lo que dijiste al principio, que eran simples fotos sobre el cuerpo humano, todas ellas pueden esconder grandes significados y no sólo son retratos enmarcados.

La muchacha lo miró de soslayo, un tanto sorprendida, un tanto molesta.

—¿Y tú cómo es que sabes todo eso? —preguntó ella.

—¿Y yo qué sé? —Se encogió de hombros y me observó con seriedad—. Quizá sé escuchar con atención.

—Tal vez —convine con él y centré de nuevo mi atención en la imagen enmarcada—. Ese lunar superior que se mira en la fotografía es sólo uno de los otros que están en espera de un poco de atención. El resto, ocultos en algún rincón de mi cuerpo, tienen ansias de contar su propia versión de los hechos como el pequeñito que está allí debajo —señalé, y expliqué, al observarles con brevedad—. Cada historia puede interpretarse con distintos puntos de vista porque no existe un solo espectador, y me incluyo, ya que aunque viví en carne propia estas memorias que compartí con ustedes, es como sólo yo las veo y no como Thoth, quizá, las vio.

—O sea —intervino Andy—, si nos ponemos a pensar... ¿todo tendría un significado distinto si lo cuenta otra persona? ¡Como Amanda, quizá!

—Correcto —respondí.

—¿Sabe? —Habló el muchacho a mi lado derecho—. Me identifico con varios de sus experiencias. Eso de enamorarse solo en la niñez sí que es duro, o lo de romperle el corazón a alguien. ¡Buaj! Eso es horrible pero supongo tiene que suceder, ¿no?

Mantuve mi atención en la foto.

—Debemos escuchar lo que nos dice nuestro corazón pero pensar con inteligencia lo que haremos. También tenemos la decisión de que algo nos duela. Es un acto de voluntad, como he mencionado en uno de los relatos, y a la vez es igual a un océano. La corriente son los sentimientos en nuestro interior, eso que sentimos y transmitimos —corroboré y entonces me volví hacia él para culminar de responder—: nosotros nos encontramos flotando en medio de ellos. De igual forma todo nos deja una enseñanza; de lo malo se aprende, adquirimos valentía y eso nos hace fuertes. Así que sí, tiene que suceder.

—Serás feliz pero primero te haré fuerte —musitó Andy, con un poco de rimbombancia, embelesada en la fotografía.

Arrugué mi entrecejo y sonreí; la muchacha estaba escuchando esta vez.

—Correcto, chica.

Desde que escuché la discusión que mencionaron sobre el significado de las fotografías en las paredes, no pude evitar contarles un poco de mis viejos recuerdos y lo que las imágenes me transmiten al verlas. Aquello que me dejó lunares sobre mi piel para que no olvidara nunca que estuve toda mi vida enamorado; o que aún lo sigo estando.

Fui feliz y todavía lo soy, en efecto; sin embargo, todos los días me pregunté cómo podía mantenerme de esa forma sin sucumbir a desesperaciones que están a la orden del día.

Podemos estresarnos con la cosa más tonta; como alguna manía que nos irrite en otra persona o una conversación ajena que no nos deja pensar bien. Como la que mantienen Andy y su amigo, ahora que empezaron a discutir quién sabe sobre qué cosa.

Aunque contemple cientos de veces la misma imagen que tengo en frente, no me canso de sonreír por la historia que cada lunar trae con ella.

La puerta del fondo se abrió y se filtró al pasillo la incandescencia de las luces que se encuentran del otro lado. Una figura esbelta y elegante de jovencita caminó hacia nuestro lugar. La chica viste un vestido amarillo, y trae el cabello castaño recogido en una coleta. Sus impresionantes ojos verdes aclaman atención que los muchachos a mi lado le prestaron, cuando habló:

—¡Papá! —Exclamó en mi dirección—. Thoth se está impacientando porque no estás con él ahora, ¿qué...?

—¡Espera, espera, espera! —La interrumpió Andy, sorprendida. Luego me observó con curiosidad para reposar su atención después sobre Anne—. ¿Tú eres la hermosa criatura?

Mi hija entrecerró sus ojos un poco y me observó con ganas de querer estrangularme; no pude evitar soltar una carcajada.

—¿De nuevo contando tus anécdotas? —preguntó Anne.

—Ellos me incitaron —me defendí.

Andy empezó a abrumar a mi hija con las preguntas que no quise revelar, mientras que Anne trató de responder de la manera más breve posible; ella había llegado con mucha prisa por una razón y sé que Thoth no dará comienzo a su nueva exposición fotográfica si no estoy con él.

El amigo de Andy se mantuvo con la guardia baja durante la conversación de las chicas y sólo al final quiso abrir su boca; musitó algo que me sacó una breve sonrisa:

—Ella es más hermosa de lo que imaginé...

Su comentario lo susurró seguramente para él. Sin embargo, Anne lo escuchó también al igual que Andy y yo; la aludida se sonrojó de forma similar a como yo lo hacía a mis diecisiete años, pues esa es su actual edad.

Su mirada cándida emana amor y este chico lo pudo ver.

—Bueno, bueno, ¿nos vamos? —pregunté, antes de que se armara un teatro donde las protagonistas serían las miradas fortuitas que esos dos se dedicaban ya entre sí. Los alenté a caminar hacia el final del pasillo mientras Andy me miraba con incredulidad y una sonrisa cortita.

El amor siempre está en aire y eso lo sé bien; esperoque algún día mi niña lo pueda experimentar de una manera que la haga descubrirel significado de la vida conforme va creciendo. Porque crecer no es sólo unacuestión anatómica, también lo es en cuanto a conciencia de nuestros actos y elaprendizaje que de ellos obtenemos.

FIN

DOCE LUNARES #PGP2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora