Augustus
Lo primero que vio aquella fue la oscura melena de su mujer cobijada bajo el edredón cubriéndola por completo, la comprendió, había hecho mucho frio en aquella noche alemana, fuera había caído una nevada terrible.
El hombre se levantó con cuidado de la cama, esperando no despertar a su esposa, miró por la ventana y pudo ver el paisaje completamente nevado que le regalaba aquel día de diario. No se sorprendió en absoluto, ya estaba acostumbrado a encontrarse con aquel panorama todos los días.
Tras darse una breve ducha y ponerse la ropa de su trabajo, salió de su cuarto y se dispuso a levantar a sus hijos. Hacía varias semanas que se había propuesto una meta: despertar a sus hijos de forma tranquila, harto de los llantos de sus hijos por las mañanas, de las prisas del desayuno, de las broncas para montarse en el coche o para salir por la puerta de casa, Augustus había decidido despertarles a todos con suaves palabras, prepararles a todos el desayuno a base de unos cereales, que cada uno se vistiera dentro de un tiempo estipulado en un trato firmado a priori.
Los llantos, pataletas, y dolores de cabeza fueron en descenso hasta que en aquella casa parecía que ya no vivían niños pequeños. Es más, durante dichas semanas los vecinos de los alrededores no hacía otra cosa que rumorear que el padre de familia educaba de manera tan estricta a sus hijos que aquella casa era casi un entrenamiento militar.
El hombre se adentró dentro de una de las habitaciones de sus hijos más mayores, se sentó en una de las camas y comenzó a despertar a los varones que allí dormitaban.
-Buenos días, jóvenes- murmuró mientras acariciaba el carrillo de uno de ellos.
-Padre- dijo el otro en una fina línea entre en inconsciente y la vida real.
Ambos se despertaron e hicieron la cama mientras su padre iba a la habitación donde se encontraban sus hijas y repitió la acción. Estas fueron directamente al desayuno para después volver a subir para vestirse y salir dirección a la puerta.
Augustus bajó con ellas y preparó unos cereales y varias tostadas, sacó de la despensa mermelada y varios tipos de cereales, cuando las niñas hubieron acabado, los muchachos bajaron a desayunar.
El patriarca dejó a sus hijos en la escuela, y a la más pequeña la dejó en la guardería, después tomó la carretera nacional hasta que llegó a su puesto de trabajo.
Era una empresa muy grande, el hombre llevaba allí desde que empezó a trabajar. Poco a poco había ascendido: Primero había estado en almacén, después ascendió a recursos humanos, después estuvo de cara al público y ahora estaba en las oficinas que se encontraban en la parte de atrás.
Entró por la puerta y saludó a todos sus compañeros.
Se sentó en su sillón y comenzó la ardua tarea de cualquier encargado de sección: pedidos, reclamaciones, retrasos en la ejecución de los pedidos. Un día normal en el diario de Augustus. Su corazón se detuvo cuando el teléfono personal comenzó a reclamar su atención. Nunca su teléfono había sonado a aquellas horas y mucho menos de manera tan insistente. Soltando un bufido, cogió el teléfono.
-Aquí el encargado de sección, dígame-
-Perdone señor, tenemos su número como único contacto para informarle de que hay uno de sus hijos que no se encuentra del todo bien y el médico de la escuela nos ha aconsejado llamarle, ya que puede ser una cosa más seria-
Augustus se quedó callado por unos instantes. Y tras despedirse de manera amable de la mujer que le acababa de llamar apagó el ordenador para acercarse al despacho de su superior.
-Por supuesto que puede irse, Augustus, e infórmeme si del estado de su hijo en cuanto pueda- respondió este cuando el patriarca le comentó lo complicado de la situación.
El hombre arrancó el coche y condujo dirección a la escuela, apenas tardó veinte minutos en llegar pero para entonces, el hijo mediano de nuestro protagonista ya estaba vomitando en un baño del colegio, una profe que estaba al lado suyo fue al encuentro del padre:
-El caso es que ayer nos dijo que no se encontraba bien, pero como se le pasó rápido pensamos que había sido una indisposición puntual- La mujer entró dentro del aula que se encontraba a la derecha.- Tome, dele esto al médico de cabecera, él sabrá que pruebas debe hacerle a su hijo-
Augustus agradeció la ayuda de la profesora y recogió a su hijo del cuarto de baño dónde se encontraba. Lo llevó al coche y se puso marcha al hospital. Sin embargo, el hombre decidió pasar primero por casa para coger los papeles del médico del niño. Así que subió las escaleras y se encontró con su mujer que seguía tendida en la cama.
"Ya está mi amor, dentro de poco tu cachorro estará contigo"