Ep 1: Seducido por la maldad.

67 15 2
                                    

Iglesia Pentecostés de Danfield.

- ...Cuídanos en todo momento, protégenos de todo peligro que nos aseche al final de una esquina, cúbrenos con tu gracia, llénanos de tu espíritu... que tu amor reine este mundo... que la maldad se convierta en un simple recuerdo... en el nombre de Jesús... proclamo salvación y sanación para todos... proclamo sanidad para la ciudad de Danfield... en el nombre de Jesús... Amén. - Finalmente el pastor abrió sus ojos observando la realidad: su congregación no pasaba de las 10 personas que estaban sentadas en aquella mediana iglesia que tenía la capacidad de albergar a más de 100 personas-. Que Dios los bendiga mis hermanos, hasta el próximo Domingo.

Las personas se pusieron de pie dirigiéndose hacia la salida, caminando tranquilamente hacia sus casas, a excepción de una.

El pastor se arremango las mangas de su camisa para caminar hasta donde estaba la cruz del pentecostés y empezar a orar. Sin embargo, antes de ponerse de rodillas se percató de la presencia de aquella persona que no salió de la iglesia.
- Si vienes a cobrar... dile a tu jefe que mañana me depositan... hoy no tengo nada que darte más que mi vida...

- No vengo a cobrarle pastor...

- Si quieres confesarte, puedes ir a una iglesia católica, hijo.

- Tampoco quiero hacer eso, de hecho, no tengo nada que confesar... y mucho menos cosas de las que me arrepienta.

- Todos tenemos algo de lo que nos arrepentimos -dijo el pastor dándose la vuelta- ¿En qué te puedo ayudar?

- ¿Tiene deudas pastor?

- Si, pero no es algo de lo que pueda importarte... he pedido ayuda a mucha gente y nadie se ha atrevido a brindarmela.

- Pues... a mí me interesa ayudar a las personas, suelo hacer tratos con ellas a cambio de algo... es un intercambio.

- No tengo nada que ofrecerte hijo, estoy en la ruina, esta iglesia es lo único que me queda... y ni aun así la ayudan. -comentó señalando el recipiente donde estaban las ofrendas, solo monedas que en su sumatoria no pasaban de cincuenta-. Repito, estoy en la ruina.

- No quiero dinero, pastor, mucho menos algo que no pueda darme, y como veo, no tiene nada que darme, sin embargo... no quiero algo físico, solo necesito de su ayuda.

- ¿Ayuda?

- Vera... mi jefe es muy complaciente con sus aliados, él cumple deseos a cambio de la pequeña ayuda de los demás... a usted lo puede ayudar, ya que como veo está muy necesitado.

- ¿Y qué es eso que quiere tu jefe?

- Primero usted diga lo que quiere

- Solo necesito dinero para pagar mis deudas y que más gente asista a mi iglesia...

- Eso será muy fácil... entonces pastor... ¿Acepta?

- Pero... ¿Por qué?

- Mi jefe lo eligió a usted. Es el elegido.

- ¿Quién es tu jefe?

- No sé me está permitido revelar su identidad... es... confidencial.

- ¿Por qué confiaría en alguien que es... confidencial?

- Yo tampoco lo haría... Por ahora... esté tranquilo, y piénselo... ya estaremos en contacto -Le sonrió-. Que pase bien, pastor... si toma la decisión correcta, tiempos de luz pueden venir para usted... -con una amigable miraba se despidió para caminar hacia la salida.

- ¿Cuál es tu nombre? -preguntó mirando al sujeto como se iba.

El sujeto sin detenerse lo miró por encima de su hombro.
- Mi nombre es Olivier. -contestó finalmente al salir por la puerta principal y girar hacia la derecha desapareciendo de la vista del pastor.

Danfield Ville 3: El Mortal supremo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora