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 El infierno se encuentra lleno de personajes exenticos, normales y famosos, pero no puedo nombrártelos a todos ellos porque no quiero y porque no tiene caso, ya están muertos y recordados o no, nadie los sacará de ese lugar.

Estuve meses a la deriva picando rocas mientras lucía mi desnudez en compañía de Alan.

Alan quiso meterme en margen, pero no sabía mucho de dónde se encontraba y no daba explicaciones claras de lo que era el infierno. Si él tuviera que ser el guía de Dante el libro no hubiera durado ni diez páginas.

Pero no era su culpa. Nadie sabía nada, era como el primer día de escuela, solamente que duraba para siempre.

Estábamos en el Nivel de Picos, eso era una de las pocas cosas que me contaron.

Me explicó que había muchos niveles en el infierno, como un barco o un pastel de bodas, mientras se descendía los pisos se volvían peores; y que todas las personas destinadas a picar rocas para la eternidad estaban en uno de los primeros niveles porque gozaban de mayores libertades.

—Nuestro nivel es un purgatorio, estoy tan seguro de ello como de que uno más uno es dos —solía decir él. 

Muchos creían que nuestro nivel era una especie de purgatorio. No era que pudiéramos ser enjuiciados y escapar del infierno, en absoluto, éramos mugre de buena calidad. Pero no pertenecíamos a ninguno de los otros niveles. No sabían qué tortura suministrarnos por los pecados que habíamos cometido así que nos ponían a picar rocas.

Así que te daban una picota y una cubeta y tenías que pasar todo el día rompiendo paredes, abriendo caminos y cansándote.

Era el rincón donde iban todos los casos difíciles.

La mayoría de mis compañeros ni siquiera sabían por qué habían acabado en el infierno, no eran ni asesinos, ni mentirosos, ni abusivos, ladrones o estafadores. Como yo, no recordaban qué habían hecho mal.

Aunque debería destacar que estaba acompañado de críticos de cine, de personas que confesaba haber utilizado en su vida la expresión «Chévere» o también creían que habían terminado allí por no jalar de la cadena en un baño público.

Cada uno sacaba sus conclusiones, yo no tenía las mías, allí era más bien una sombra sin pensamientos ni palabras, era una imagen que se desplazaba silenciosa por las grietas de la cueva. Porque mi corazón se había roto y estaba rodeado de extraños, solo en un universo colmado de almas tristes, es decir, que estaba como cualquier trabajador un lunes a la mañana.

Me hallaba muerto en todos los sentidos figurados, no tenía esperanzas, ni diversiones, ni ambiciones, ni cariño. Tampoco tenía sed de venganza. Todavía no me había llenado de odio, en ese entonces, era una sombra del Asher vivo y como oscuridad no hacía nada más que consumir la luz de los que me rodeaban.

Pero Alan tenía mucha luz y nadie se podía alimentar de ella, la compartía muchas veces y te alumbraba el alma para señalarte los rincones que valían la pena mirar, pero no dejaba que se la arrancaras.

Siempre me retaba a carreras, a juegos de lógica-matemática o cambiaba el alfabeto por símbolos que picaba en la roca y luego me obligaba a adivinar qué había cincelado, entre otros juegos ñoños. No podía culparlo, era mi amigo, no sé por qué, yo no tenía mucho que ofrecer más que una cara de póker.

Pero él se había tomado muy en serio el trabajo de guía, así que no me perdía de vista.

Para esa etapa de mi post-vida todavía no había adivinado que estaba en el infierno por rendir culto a todos los dioses que alguien fumado se pudo inventar.

Yo no era uno de los muertos excéntricos o normales o famosos, era un nada, era un cero, era un Asher Colm.

Qué les puedo decir, mi suerte es una mierda, pasé toda mi juventud adorando cosas que no existían para no terminar en un lugar como ese y acabé en un lugar como ese, fritándome con Mussolini y Yao Cabrera.

La vida no es justa, es como jugar a la ruleta rusa o al ahorcado, después de varios intentos siempre acabas perdiendo, no hay manera de salir victorioso para la eternidad. Los errores son cazadores y siempre nos pisan los talones.

Deberían aprender de mis errores y tomar nota porque voy a cometer muchos más.

La infernal suerte de Asher ColmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora