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No podía explicar el dolor que sentía el haber encontrado aquellos mensajes de texto en la computadora de su esposo. Mensajes donde hablaba con varias personas, amantes.

No entendía como Aristóteles había sido capaz de engañarlo incontables veces, y aún peor, no entendía porque entonces Ari había aceptado casarse con él. Si lo iba a engañar, hubiera dicho no desde un principio.

Oyó unas pisadas algo pesadas, de inmediato pensó en su esposo. Y justo como pensó, el rizado apareció por la puerta con una pequeña caja de chocolates en su mano. Se acercó al castaño y antes de poder decir algo miró el computador y enseguida, al castaño quien aún tenía algunas lágrimas en sus ojos.

—Temo, ¿Qué estas viendo?

Quiero el divorcio, Aristóteles.

En el alma ➳ AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora