Salió de la cocina y su madre bajaba las escaleras.
- Hijo, ¿Cómo te fue? No te escuche llegar – dijo ella y se acercó a besarlo en la mejilla.
- Bien mami, acabo de llegar – le contestó él.
- ¿Ya hiciste amigos?
- ¡Ay, mamá! ¡Ya no tengo 5 años, para que me preguntes esas cosas! – le dijo y comenzó a subir las escaleras....
- ¡Lo se, pero me gusta saber! – dijo ella.
- Si, conocí a dos chicas muy simpáticas.
- ¿Chicas? – dijo con tono pícaro. Maxi se giro a verla seriamente.
- Mejor me voy a ver a papá.
Starla rió divertida, sabía lo quisquilloso que era Maxi con esas cosas. Siempre fue un chico algo tímido y de pocos amigos. Con sus 17 años, solo tuvo una sola novia en toda su vida, la relación no duro demasiado. Y a pesar de que su hijo, y no lo dice solo porque sea su madre, es muy atractivo, parecía que las chicas no lo notaban.
Tal vez eso era así, porque su hijo se la pasaba estudiando y tenía una apariencia muy cerrada. Algo que es todo lo contrario a como es realmente Maxi. Él es un chico divertido, alegre, dulce y sobre todo bueno. Ella estaba muy orgullosa de ser su madre y que no tuviera ninguna clase de problemas con él.
Maxi golpeó dos veces la puerta del nuevo despacho de su padre. Se asomó un poco y lo vio sentado escribiendo concentradamente. Entró.
- Hola, papá – lo saludó.
- Hola, hijo ¿Cómo te fue hoy? – le preguntó y dejó de escribir unos informes que estaba haciendo para la empresa en la cual trabajaba.
- Bien, papá. Parece un buen colegio – le dijo él.
- Lo es, me lo han recomendado varias personas – le dijo y lo miró – ¿Qué tal los compañeros de clase? – otra vez vino ella a su cabeza. Naty.
- Bien – contestó quedamente.
- Tengo una noticia para ti – le dijo sonriente.
- ¿Qué cosa? – preguntó él.
- Luego de que te gradúes iras a estudiar a Buenos Aires – le dijo. Maxi lo miró bien.
- ¿Qué? – preguntó sin poder creerlo.
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Naty:
Salió de la ducha, tras estar ahí dentro aproximadamente media hora. Odiaba llegar del instituto y sentirse sucia. Era la peor sensación del mundo. Se cambio y se puso algo cómodo para estar en casa. Bajó las escaleras para ir a la cocina en busca de algo que llenara su estomago. Justo antes de entrar a la misma, divisó a su hermano sentado frente al televisor, mirando entretenidamente el mismo. Rió por lo bajo al escuchar lo que era. ¡Oh, si! Su hermano era un cerco, patán y futuro director de películas caseras.
- Enanita de jardín, ¿Me pasas una cerveza? – le preguntó sin dejar de mirar la tele.
- Ahí va – le dijo ella y entró a la cocina.
Se dirigió hacia el refrigerador y busco lo que él le pedía. Y para ella tomo una manzana y chocolate. Era lo único que había. Tenía que ir a hacer las malditas compras. Cerró la puerta del refrigerador y fue hasta la sala. Se sentó al lado de su hermano.
- ¡Por el amor de dios! ¡Quita eso! – le dijo asqueada y dejó de mirar la pantalla.
- Si no te gusta, vete – le dijo él y tomó la cerveza.
- Si no lo quitas le diré a Marilyn que el otro día llamó una tal Pamela – le dijo pronunciando moduladamente el nombre de la última. Ron la miró nervioso.
- No, no serias capaz – dijo mirándola fijo.
- ¿Quieres comprobarlo? – le preguntó.
Gruñendo por lo bajo, él tomó el control y quito la película.
- Hace un rato llamo mamá – le dijo él. Ella se giro a verlo.
- ¿Qué dijo?
- Dice que hoy tampoco vendrá – Natalia lo miró bien y gruñó por lo bajo poniéndose de pie.
- Esto no puede seguir así – dijo ella.
- y ¿Qué quieres que haga?
- ¡Trabaja, Ron! ¡Trabaja maldita sea! – dijo elevando la voz, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
- ¡Ella es la que quiere hacer eso! – le dijo él elevando la voz también.
- ¡Es que no le queda otra, Ronald!
- ¡Claro que le queda otra! ¡Lo que pasa es que todavía no has aceptado lo que es nuestra madre!
- ¡Eres un bastardo! – le gritó sin dejar de llorar – ¿Acaso aun no has entendido? Mamá se esta muriendo, mamá tiene cáncer. A las personas con cáncer las discriminan en los trabajos normales.
- ¿Y piensas que estando aquí se va a salvar? – le preguntó con los ojos humedecidos.
- ¡Yo quiero a mi madre aquí! ¡Conmigo! ¡No quiero que ande en la calle con cualquiera! ¡Solo para mantenerte a ti y a mí que no valemos nada! – le gritó.
- ¡Por su trabajo es que estamos aquí! ¡Yo no le pedí venir al maldito mundo! – dijo alterado.
- ¡Ni yo! ¡Pero no por eso voy a dejar que se muera así por que si!
- ¡Ella quiere esto, ella decidió esto! Nosotros no podemos hacer nada.
- ¡Escúchame bien, Ronald! – le dijo apuntándolo con un dedo – Empieza a buscar un maldito trabajo, si no quieres ir a vivir con papá.
- Tú no me vas a amenazar a mí – dijo él y volvió su mirada a la tele.
- No es una amenaza. Empieza a mover tu maldito trasero y comienza a buscar algo que hacer y por lo que te paguen. Porque si no empiezas a traer dinero a esta casa, de a poco voy a ir dejándote sin nada. La que maneja el dinero aquí soy yo, y lo sabes. ¡Así que mejor ten en cuenta lo que te estoy diciendo! – le dijo alterada y tomó las llaves de la mesa.
- ¿A dónde mierda vas? – le preguntó enojado.
- ¡A comprar la maldita comida! – le gritó y salió de allí hecha una fiera.
Dejó que las lágrimas salieran de ella con más fuerza que antes. ¡Todo era una mierda! ¡Maldita sea su vida! ¿Para que nació? ¿Para sufrir? ¿Solo para eso? Con su mano secó sus lágrimas, y caminó con prisa hacia su auto, pronto estuvo en el supermercado. Solo iba en el porque no iba a poder cargar todas las bolsas sola y caminar. Entró y tomó un carrito. Con un terrible dolor de cabeza iba metiendo las cosas sin prestar demasiada atención. Ya que estaba distraída chocó de frente con otro carrito.
- ¡Oh, lo siento! – dijo ella y levantó la vista para mirar a la persona con la que había chocado.