Capítulo 16: Sin respiración

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ARCHIVOS DEL VATICANO. 21:30 h.

La cámara, antes iluminada por tenues luces rojas - por motivos de protección de los documentos -, y la nave que albergaba los Archivos, quedaron sumidos en la oscuridad más absoluta. Vittoria terminó de acercarse a la puerta, y pulsó repetidamente el botón para abrir la puerta de la cámara mientras su respiración se aceleraba peligrosamente. Nada sucedió, el cilindro no se movió.

La desesperación de Vittoria culminó cuando, al llevarse la mano al bolsillo de su chaqueta, para contactar con alguien por el walkie-talkie, no lo encontró. Recordó con pesar que, instintivamente, lo había dejado sobre una mesa exterior mientras divagaba sobre la situación antes de entrar en la cámara. No podía contactar con nadie mientras estuviese dentro.

¿Algo más?, pensó Vittoria cuando reparó en el sistema de regeneración del aire, que, con el apagón, también se había caído.

Empujó la puerta cilíndrica todo lo que pudo, pero lo único que comenzó a girar fue la cámara a su alrededor. Se dejó caer en el suelo, golpeándose fuertemente la rodilla contra el canto de un escalón que había al entrar a la cámara. Maldijo por lo bajo y lanzó un grito de pura desesperación. Nadie pudo escucharla.

Vittoria sentía que iba a desmayarse, sus pulmones pugnaban por algo de aire. Sacó fuerzas de donde ya no le quedaban para volver a levantarse, y tantear en búsqueda de la escalerilla que había usado para alcanzar el documento. Volvió a golpearse, esta vez en la cadera, con la mesa del centro de la cámara.

Finalmente la encontró, como esperaba, en una esquina de la pequeña cámara. Esperaba que fuese de hierro o de madera pesada, pero era de un aluminio muy ligero. Maldijo por lo bajo.

Aún así, corrió hacia la pared de cristal, con escalerilla a modo de lanza, y se lanzó contra el muro al más puro estilo justa medieval. Al chocar, rebotó de forma brutal, lanzando a Vittoria hacia atrás y haciendo que, tambaleándose, cayese al suelo. Por la forma en que sonó el choque, y la violencia de éste, Vittoria supo que necesitaría mucho más que aluminio para poder romper aquel grueso cristal.

Volvió a sentarse en el suelo, apoyada contra aquella maldita pared, en busca de alguna forma de salir de allí. Solo deseaba que las luces se encendieran de un momento a otro, pero no lo hacían. Cuando ya iba a darse por vencida, la solución apareció ante sus ojos.

"Ahora o nunca, Vitt", se dijo. Con el pecho ardiendo, se levanto con dificultad y avanzó hasta unas estanterías colocadas en efecto dominó hacia la pared. Llegó a la última estantería, ascendió por cada balda hasta lo máximo que pudo. Después, apoyada contra la estantería, comenzó a empujar hacia la estantería contraria, colocando el pie en la pared y haciendo fuerza.

Hizo un primer empuje, con el que creyó ver las estrellas. Esperó, y, mareada, volvió a empujar. Esta vez se balanceó un poco. "Como un columpio. Mantén el ritmo". Y eso hizo. Empujó una y otra vez. Cada vez se balanceaba algo mas, y la profesora aprovechaba cada movimiento para llevar a cabo el siguiente con más fuerza.

Cuando sus piernas empezaban ya a flaquear, hubo un instante de incertidumbre ingrávida. Después, en medio del estrépito de los libros al caer de los estantes, Vittoria y la estantería se precipitaron hacia atrás. A medio camino del suelo, la estantería golpeó la que tenía detrás. Vetra, entonces, echó su peso hacia la estantería, intentando derribar la siguiente estantería. Tras un momento en el que Vittoria se creía desmayar, la segunda estantería cedió. La profesora volvió a caer.

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