Capítulo 15: Nunca dejes de buscar

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ARCHIVOS DEL VATICANO. 21:28 h.

De nuevo, Chartrand la esperaba abajo, aunque esta vez, fue Vittoria la que le dio indicaciones:

- ¿Qué es lo que busca ahora? -, preguntó el guardi.

Vittoria, nerviosa, seguía caminando:

- Bienes de la Iglesia.

Chartrand comenzó a andar delante de la profesora. Extrañado, le dijo:

- ¿Cómo dice?

Vittoria le respondió, con su propio toque de humor:

- Obras de arte, valiosas. Las empresas suelen llevar un registro de sus propiedades...

Como Vittoria ya se esperaba, Chartrand se defendió:

- La Iglesia Católica no es una empresa. Es una guía, una fuente de inspiración para mil millones de almas atemorizadas y perdidas.

Vittoria emitió un comienzo de risa, y claudicó, mientras Chartrand pulsaba el botón para la apertura de la puerta de una de las cámaras, cuya placa anunciaba "Banco Vaticano".

- Si, ya lo cazo, también es un banco.

Vittoria iba a entrar en el cilindro cuando Chartrand comenzó a hablar con gesto grave. La profesora se dio la vuelta, extrañada:

- He de irme esta vez. Estoy ocupado - le dijo Chartrand.

La profesora asintió, extrañada, mientras el guardia le entregaba un walkie-talkie que Vittoria guardó en uno de los bolsillos interiores de su preciada chaqueta verde.

- Por si necesita algo.

- Gracias - respondió Vittoria, observando como se alejaba.

De pronto, recordó el papiro pegado a su piel, y decidió dejar la tarea de devolver el Diagramma a su sitio para más tarde. Entró en la cámara.

OFICINA DEL CAMARLENGO. 21:29 h.

En ese momento, en la Oficina del Camarlengo, el científico del CERN, Roberto Lezzo, comenzaba a leer los diarios de su compañero de investigación. Recuerdos de buenos momentos venían a su cabeza.

Mientras, el sacerdote Carlo Ventresca, observaba con dolor a la multitud que volvía a la plaza de San Pedro, ignorando el horror que se cernía sobre ellos.

Recordaba la conversación que había tenido con el cardenal Mortati antes de que los Illuminati admitiesen su responsabilidad en la muerte de Su Santidad.

"Su fe no les protegerá de una explosión", le dijo al cardenal Mortati después de que el sacerdote le preguntase sobre la evacuación de la Piazza San Pietro"Publicidad y pánico, eso es lo que quieren", le respondió el cardenal.

De momento el pánico no había llegado, sí la publicidad.

Se dio la vuelta, fijando su mirada en el concentrado científico:

- ¿Cuánto tiempo tardarían en aparecer esos signos? -, le espetó a Roberto.

Al científico le pilló por sorpresa:

- ¿Disculpe?

El camarlengo se explicó, nervioso:

- Si... si al Santo Padre le inyectaron una sobredosis de heparina, ¿Cuanto... cuanto tiempo después se podría confirmar esa sobredosis?

El científico se incorporó y, solemnemente, comenzó a explicar:

- En apenas una semana.

El camarlengo se sentó en la silla colocada en frente de Roberto:

- ¿Todavía se verían a los catorce días?

Roberto prosiguió:

- Así es.

El camarlengo casi comienzó a llorar:

- Él era muy importante para mí...

Roberto, comprensivo, le dijo:

- Sí, le entiendo.

- ¿Me acompaña, por favor? -, claudicó el camarlengo.

Roberto se levantó como un resorte y comenzó a guardar los diarios en un cajón de la mesa, mientras el camarlengo pedía escoltas, y partieron hacia las Grutas Vaticanas.

ARCHIVOS DEL VATICANO. 21:30 h.

Tras encontrar el libro que necesitaba, Vittoria continuaba pasando páginas en busca de la escultura que buscaban. Notó que la respiración comenzaba a hacerse más difícil dentro de aquella cámara.

Una ilustración llamó la atención de Vittoria.

- El éxtasis de Santa Teresa... -, susurró.

Aquella polémica escultura de Bernini mostraba a Santa Teresa tumbada, señalada por una flecha, y su cara indicando que estaba al borde de un orgasmo.

Lo que llamó la atención de Vittoria, sin embargo, fue la figura que acompañaba a Santa Teresa, la que provocaba su placer. "Un serafín, un ángel del fuego", que además, portaba una flecha. " Indica una dirección".

A Vittoria siempre le había parecido que el italiano era español bien hablado, debido a su mayor número de similitudes que de diferencias, y a su mayor cercanía al latín, así que se animó y comenzó a leer.

La palabra fuoco, fuego, aparecía gran cantidad de veces en el texto que acompañaba la ilustración. Sin embargo, lo que confirmó a Vittoria sus sospechas fue lo que leyó a continuación:

- Cambiato di sito per suggerimento del artista... -, susurró Vittoria para sí.

"¡Bernini eligió el emplazamiento de la escultura!, ¡Debió de alinearla con el «West Ponente»!".

Mientras la cabeza de Vittoria bullía de emoción, se apresuró a confirmar la ubicación de la escultura, comprobando que, efectivamente, se encontraba entre las iglesias al oeste de la basílica de San Pedro: "Santa Maria della Vittoria". La simbóloga sonrió de oreja a oreja al ver su nombre impreso en el papel:

- Es esta -, susurró para si misma. Se levantó rápidamente, colocó el libro en el estante del que lo había sacado, y corrió a salir de la cámara. Una sorpresa nada agradable la esperaba cuando estaba a punto de salir.

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Hola :-)

Quería animaros a leer la historia de @evagaga99. Su novela se llama 'Territorio de colmillos'. Si os gustan los tríos amorosos, os encantará ;-)

Aprovecho para pedir de nuevo a la gente que lee mi historia, que comente y vote para saber si seguir publicando, etc.

Gracias :-)

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