Concentimiento

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Maratón ⅓


Daniel nunca fue a verla. La habían puesto sola en un cuarto, me dijo, para que no se sintiera mal cuando las otras mamás amamantaban a sus bebés. No podía imaginarme lo que ella estaba sintiendo, así que pronto le pregunté:

—No te sientes mal por abandonar a la bebé?

—No— respondió.

Eso fue todo. Supe que estaba sola, que no tenía con quién hablar, aparte de las enfermeras que se asomaban de vez en cuando. Su mamá llegaba hasta la noche y su hermana sólo la visitó en una ocasión. Le rentaron una televisión. Ninguna de sus amigas fue a visitarla.

No sabía que decirle, pero creía que lo menos que podía hacer era hablar con ella, en vista de que era mi culpa que estuviera allí. Me contaba lo que almorzaba día a día. A mí siempre me sonó de lo mejor; yo no estaba comiendo muy bien.y en tonces, más pronto que tarde, llegamos al tema de la adopción de Sky.

—Ya lo decidi —me decía con una voz susurrante.

—¿Te dirán quién se la va a llevar? —le pregunté.

—No, no me dirán y no quiero saberlo. Quiero olvidarme de todo esto.

Pero si lo que quería era olvidar, yo no entendía por qué nunca me dijo que ya no la visita. No entendía lo que aun había entre nosotros. Cuando la miraba, linda como era, allí recostada, con el cabello negro amarrado en una cola de caballo, un listón azul que combinaba con el color de sus ojos y
una brillante bata rosa amarrada alrededor de su diminuta cintura, me siento realmente mal de haberla metido en este lío.

— No me quiero casar —repetía con la mirada cansada, aun que yo no había vuelto a mencionar el tema del matrimonio. En otra ocasión dijo:

—Si nos casamos ahora, estaré divorciada para cuando tenga dieciocho. ¿Quién quiere eso? Divorciada y con un niño antes de tener edad para votar —eso me sono a palabras de la mismísima señora Mitchell, pero no dije nada. Me mortificaba más la idea de dar a Sky en adopción que el asunto de casarnos.

—Llevo atada seis meses. Lo único que quiero es salir y divertirme un poco y comprar ropa nueva —parecía que quería matarme cuando dijo eso.

Cuando ocurre algo así, yo solía evadirla.

—Bueno, me tengo que ir. Nos vemos — la siguiente tarde, como si no pudiera mantenerme alejado. En realidad iba a ver a la bebé. Sky se estaba convirtien en una mujercita. Casi podía sentir la pelusa casataña que cubría su cabeza. Era la misma pelusa que me sale arriba de los labios y en la barbilla cuando tenía quince años, y que insistía en rasurar. Mi cabello es ondulado y rebelde; sabía que Sky tendría el mismo problema.

Me miraba como si estuviera dándole vueltas a todo en su mente, ¿cómo es que llegó a estar acostado en una caja
transparente con ruedas, envuelto en una cobija azul? Su mirada era inteligente y se veía tan fuerte que pensé que de grande podría ser beisbolista. Cada vez que la enfermera la levantaba, ella me miraba fijamente.

Así fue como el cuarto día, cuando le di mi nombre a la enfermera, pregunté si podía cargarlo un rato. La enfermera joven fue a consultar a una de las que tenían mirada amenazante; ella me miró fijamente, pero al final decidieron que yo no iba a lastimar a la niña y me abrieron la puerta del cunero. Hicieron que me pusiera una bata blanca y me dieron un cubrebocas. Entonces la más joven sacó a mi hija y lo colocó en mis brazos, mostrándome cómo debía sostener su cabeza, y acomodó el resto de su cuerpo en la palma estirada de mi mano, de tal manera que quedara pegado a mi pecho.

Sky me miró directamente a los ojos. De repente, supe que éramos ella y yo contra todas las enfermeras, padres o
maestros, contra quien fuera. Y recordé la mañana en que desperté y mi padre se había marchado.

Cuando devolví al bebé, fui a ver a Daniel para discutir el asunto de la adopción. No pensaba entregarle ese grandiosa niña a cualquier pareja de inútiles que seguramente no la cuidarían.

—Lo más importante es que tengo que dar mi conse timiento —me dijo Daniel, con una actitud de sabelotodo. Asi que de inmediato supe que había estado hablando con su mamá por teléfono

—Una vez que firme el consentimiento, lo que no puedo hacer hasta que Sky cumpla siete dias, se irá a un hogar temporal. La Asociación de Ayuda Infantil tiene parejas de padres que lo estan esperando, y tan pronto como el juzgado lo apruebe, Sky se ira a vivir con ellos. Incluso puede irse directamente del hospital.

—¿Así, sin más, se quedarán con nuestra hija?

—Bueno, no. Tengo veintiún dias para cambiar de parecer y Ayuda Infantil se hará cargo de él durante seis me ses. Después hay un trámite final de adopción y, entonces si, no me lo regresan aunque yo quiera, lo cual no es mis planes —deslizó una mano tocando su estómago, ahora plano—. La trabajadora social me explicó todo lo que te he dicho —agregó frunciendo la nariz.

—¿Y yo qué?

—Si me lo quedara, tendrías que mantenerlo hasta que cumpliera dieciocho años; asi que da las gracias de que la librarás fácilmente.

En ese momento dejé de sentir lástima por Daniel. Fui hasta la ventana y me asomé, apretando los puños dentro de los bolsillos del pantalón, intentando evitar que ella me viera.

—¿Y si no doy mi consentimiento para que la adopten?

—¿Y eso a quién le importa? —contestó burlona—. La trabajadora social me dijo que mientras no estemos casados, es mi hija, no la tuya, y si estás pensando en causar problemas, Shawn Mendes, también me dijo que puedo demandar te por abusar de una menor, que soy yo.

Me sali y la dejé hablando. A la mañana siguiente fui a la oficina de empleos para ver si podia conseguir alguno.

Después de un año actualizo está historia 😅, ya estoy escribiendo el siguiente capítulo.

Joce

Mi pequeño ángel ||S.M||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora