Cálculos

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Calculé que tendría que pasar una hora antes de que alguien fuera al cuarto de Daniel a buscar al bebé. Habría unos momentos de confusión mientras revisaba el cunero para ver si estaba en una cuna equivocada y, sólo entonces se darian cuenta de que me lo había llevado y llamarían al policía. El único medio para localizarme realmente rápido era el número telefónico que le había dado a Daniel cuando me cambie a la pensión. Aunque existía la posibilidad de que ella no se lo diera a la policía, pero no aguantaría mucho, especialmente con su mamá cerca.

El tiempo era suficiente para regresar a la pensión y recoger mis cosas. Después debía desaparecer. No imaginaba adónde ir. Sin embargo, la idea de regresar al bebé, cuando aún era posible, nunca cruzó por mi mente. Era mía, y yo sabía que ella podia confiar en mí. ¡Y quizá en nadie más!

—¿Encontraste trabajo? —me cuestionó Wong cuando pasé por el pasillo

Crucé mis brazos alrededor de la chamarra y me acerque a la escalera.

—Hoy no —le contesté, preguntándome cómo iba salir con todo y mochila. Seguro pensaría que me estaba fugando.

Después de cerrar la puerta y atorarla con la silla, acosté a la pequeña Sky en la cama y desenvolví mi chamarra. Ya estaba despierta. Parecía más pequeña que cuando lo visitaba en el hospital, pero sus ojos me miraron directamente. Estaba seguro de que elly sabía que yo era su amigo.

Miré mi reloj. Hacía treinta minutos que había salido del hospital. Entonces sono el teléfono. Me pregunté si lo con estarían. Si eran del hospital, podría decir que dejé al bebé en una cuna y que no sabía más. Aparentar enfurecerme y culparlos por perderlo.

El teléfono dejó de sonar. Alguien debió contestar.

—Es para ti, muchacho —era la voz áspera del tipo de junto. Seguro no tenia nada que hacer además de contestar el teléfono—. Es un tipo —dijo y regresó a su cuarto arrastrando los pies y azotó la puerta.

"¿Un tipo? ¿La policía?", me pregunté. Quité la silla de cocina y salí al pasillo, cerrando la puerta mientras pensaba.

No, no podía ser la policía Ésa no suele anunciarse.

—¿Hola? —dije tratando de disfrazar mi voz

—Hola, Shawn. Soy Brian. Mi hermana me dijo que habías llamado. Me costó trabajo encontrar tu teléfono. ¿Qué pasa?

—Hola Bri. Disculpa, estoy un poco ocupado. ¿Puedo llamarte después?

—Claro, entiendo, los hombres que viven solos —se rió—. Pero tenemos que vernos pronto —y colgó.

Mi mano temblaba cuando dejé el auricular en el teléfono. Volví al cuarto para ver a Sky. Hacía unos ruidos curiosos como de cachorro. Me pregunté si tendría frío.

Fue entonces cuando caí en la cuenta: ¿qué hacía yo con un bebé de una semana de nacido? Pero ya no había tiempo para pensar en eso.

—Somos tú y yo, chica —le susurré y lo envolví con la colcha de mi cama. Traía la cobija del hospital y cuando la desenvolví estaba vestida con ropa para un muñeco, un traje de una sola pieza. Abajo, traía un pañal grande, pero supuse que se lo habían puesto hacía rato, porque estaba escurriendo. Todo estaba empapado: el pañal, la ropa y la cobija. ¿Cómo podría alguien tan pequeño orinar tanto?

Hasta yo sabia que tenia que cambiarla o agarraría un resfriado apenas saliéramos. Lo más difícil fue quitarle el mameluco, o lo que eso fuera. Mis manos eran tan grandes a su lado y temblaba tanto, y sus brazos y piernas parecían apenas del tamaño de mis dedos. Encontré las lengüetas del pañal y lo arranqué, arrojándolo en el cajón de mi tocador. Después pensé que si me detenían, podía ser una evidencia en mi contra. Así que lo saqué y lo metí en mi mochila Desnuda completamente, Sky parecía un pollo flacucho del supermercado.

La envolví con dos pares de mis calzoncillos y le puse otro par encima para amarrar los primeros. El cierre de mi pantalón tenía un seguro, así que lo usé para sujetar todo el envoltorio. Quedó un poco abultado pero, por lo menos Sky estaba seca. Entonces lo cubrí con una playera como si fuera cobija, y aventé todas mis cosas, incluyendo las fotos, dentro de la mochila. Volví a ver mi reloj. Calculaba que aún me quedaban veinte minutos antes de que el infierno se desatara

Y cuando creia que tenía todo bajo control, Sky empezó a llorar. Fue sólo un leve chillido, algo así como si jalara aire, hiciera un ruido y volviera a jalar aire. Pero si alguien lo escuchaba, sabría que algo raro estaba pasando en mi cuarto, porque en esa casa de mala muerte, repleta de viejos, no habia ningún niño.

En algún lugar había leído que los bebés lloran si están mojados o tienen hambre. Sky no estaba mojada, entonces deduje que tenía hambre. Metí mi dedo en su boca y lo chupó sin quitarme la mirada de encima, como si supiera que trataba de engañarla. Entonces reconocí un bulto en el bolsillo de mi chamarra, donde Daniel había metido el bibiberón de la bebé.

"¿No se supone que habria que calentarla?", pensé. Decidí sostenerla un rato entre mis manos y la metí en su boca. Miré mi reloj. Le sobraban quince minutos a la cuenta regresiva.

Era necesario darse prisa; sin embargo, no tenía siquiera una vaga idea de a dónde ir ni qué hacer si lograba salir de la pension. Abrí mi cartera con una mano mientras sostenía el biberón con la otra. Ahí seguían los dos billetes de cincuenta dólares que mi mamá me había enviado. Sky escupió el biberón, suspiró y se quedó dormido. Me tardé otro rato en de una alrededor de mi cuello, amarrar las mangas de playera alrededor de mí cuello, y la parte de abajo a mi cintura, como si fuera un cabestrillo Acosté a Sky dentro, con sus piernas abrazando mi cintura. Puse la mano detrás de su cabeza, metí el biberón bolsa de mi chamarra y, con el brazo que tenia libre, cerré el cierre dejando un hueco para que Sky pudiera respirar.

De repente pensé que debía dejar una nota. Si no, buscarían a mi hija por toda la ciudad. Saqué un lápiz de mi bolsillo y arranqué una hoja del calendario que colgaba detrás de la puerta. Escribi: "Me llevé a Sky. La cuidaré bien." Después, más arriba escribí "Daniel" y lo firmé: "Shawn Mendes".

Pegué la nota en el tocador y levanté mi mochila. Nunca lograría pasar frente a Wong. Pensé: "¿Si le digo que sólo voy a la lavandería? No, para nada, los tipos que viven en posadas de mala muerte no van a las lavanderías. Cuando su ropa apesta, la limpian en el baño y la ponen a secar en sus cuartos".

Otra opción era pagar la renta de la siguiente semana. Así no le importaría si me iba. Pero de cualquier manera se daría cuenta del bebé, además de que yo necesitaba todo el dinero.

Abrí la ventana y me asomé. Había un callejón debajo de la ventana que daba a la calle. Dejé caer la mochila tan silenciosamente como pude y recé para que estuviera allí cuando lograra salir.

Sin revisar

Joce ❤️

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⏰ Última actualización: May 12, 2020 ⏰

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Mi pequeño ángel ||S.M||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora