Te quiero, por favor no te vayas.

1

Llevábamos horas de vuelo. Había olvidado que los vuelos de Italia a Los Ángeles eran tan largos. Mi trasero dolía al igual que mi cuello y mis piernas estaban entumecidas.

—Buenos días —dijo Leo algo ronco, despertando de su siesta.
—Buenos días —me dio un beso—. Dormiste profundamente.
—Sí. ¿Tú dormiste algo?
—Poco. Estoy nerviosa —admití.
—Es tu familia. ¿Qué te preocupa?
—Cuando sepas lo que es ser la única mujer de seis hermanos hombres, que son mayores, super protectores, y uno es básicamente tu padre, hablamos.
—¿Qué te preocupa?— apretó mi mano.
—Qué soy la pequeña de Adam y literalmente llevamos saliendo solo nueve meses y apenas te van a conocer por primera vez y les voy a decir que nos vamos a casar. Me preocupa que vayan a reaccionar mal.
—¿Crees que les caiga mal?
—No, no, simplemente porque para ellos es importante conocer bien al chico con el que me casaría y ni siquiera pedimos permiso a Adam como él hubiera querido.— comencé a hablar demasiado rápido.
—Nena, nena —puso un dedo sobre mis labios para callarme, lo miré a sus profundos ojos café claro— ¿Eres feliz conmigo?
—Sí.
-¿Me amas?-
—Sí.
—Pues yo también y eso es lo que creo que les importará a tú hermanos.— me dio un beso en la mano izquierda.
—Eso creo. Pero...
—Se los quieres decir después de la boda, no quieres opacar su fiesta. Lo sé.
—Me conoces tan bien. —Le di un beso y me quité el anillo guardándolo en mi bolsa.
—Pasajeros estamos por aterrizar, por favor abrochen sus cinturones y enderecen sus asientos —dijo el piloto.

Después de pasar por migración y recoger las maletas fuimos a la puerta y vi un cartel que decía "la mejor hermanita y su novio". Adam sostenía el cartel con felicidad y corrí a abrazarlo y me levantó por los aires.
—¡Oh como te extrañe principessa!—dijo al bajarme.
—Yo también.
—Y tú debes ser Leo —dijo Adam extendiéndole la mano a mi novio
—Sí, ¿Tú eres Adam?—Leo estrechó su mano.
—Sí, un gusto al fin conocerte.—
—Igual. Debo advertirte, si le haces daño te mato. —Lo miró serio e intimidante, Adam era más alto que Leo por un par de centímetros.
—Adam.—Le di un golpe.
—Solo bromeó. —Pero negó con la cabeza viendo a Leo quien rió nerviosamente.
—Te afeitaste —dije notando su suave rostro.
—Sí bueno, Lisa me obligo, dijo que no iba a permitir que saliera en las fotos de la boda de mi hermano luciendo como vagabundo. —Tomó mi maleta y comenzamos a caminar.
—¿Cómo están ella y los niños?
—Bien, Nina y Diego están emocionados porque van a ver a todos sus tíos. Cole llegó ayer y se volvieron locos ya quiero ver su reacción cuando te vean a ti.
—Qué puedo decir, soy la mejor tía del mundo.
—No le digas a la hermana de Lisa, pero te quieren mucho más a ti —susuró.
—No es mi culpa que Tina sea la tía aburrida.
—Ja —jactó—. No es tan aburrida.                                                                          —Les hace comer ensaladas y no los deja ni sentarse en el sofá porque podrían ensuciarlo. Es la tía aburrida— remarqué— ¿A qué hora llegará Matt?                                                                                                        —Dijo que llegaría a las cinco, eso es las siete en horario Matt. ¿Sabes algo de Jaimie?                                                                                                                —Se supone que llegaría en una hora. —Mire mi reloj para asegurarme.                                                                                                                  —A mí me dijo que llegaba a las nueve p.m.                                                   —No, era a.m.— corregí.                                                                                           —¿Por qué James nunca escribe nada claro? —suspiró y nos acercamos a la pantalla con los vuelos.

—Ahí está, Nueva York Los Ángeles llegada 9:00 am.—Señalé.
—Espera, deja veo el número de vuelo —sacó su celular—¿Tienes el mismo? —me mostró el número y era el mismo que a mí me había dado y aparecía en la pantalla.
—Sí.
—Ese idiota, dijo que escribiría cuando subiera para que yo supiera cuándo salir —respiró hondo para calmarse—. Bueno ¿les importa esperar? Sé que deben tener un horrible jetlag, pero no puedo ir y volver.
—A mí no me importa—dijo Leo.
—A mí tampoco.
—Bien, dejemos sus maletas en el auto busquemos algo de comer en lo que esperamos.

Entramos a un restaurante de comida rápida, se pasó rápido la hora mientras Adam nos contaba historias graciosas de sus hijos. Luego fuimos a la puerta a recibir a mi hermano gemelo. Cuando lo vi ambos corrimos a abrazarnos.
—Te extrañé boba —dijo.
—Yo más bobo.
—Hola hermano —dijo a Adam y se abrazaron. Le hice una seña a Leo que viniera.
—Jaimie, él es Leo.
—Un placer.— Leo le extendió la mano con una amplia sonrisa, mientras mi gemelo lo veía de arriba a abajo.
—¿Quién? —abrí los ojos impactada y él soltó una risotada—. Solo bromeo hermanita, claro el famoso Leo —le estrechó la mano—. Soy su gemelo. Si la lastimas, te mató —dijo al igual que Adam— Bromeó otra vez. —Ambos rieron, Leo algo nervioso. Yo le hice una mirada recordándole que le advertí de mis hermanos y todavía no llegaba a conocer a Cole.
—A veces creo que fue un error en el hospital y lo cambiaron por mi gemelo real —bromeé.
—Oye respeto a los mayores.
—Lo siento viejito —respondí y borró su sonrisa.
—Nunca cambian —dijo Adam volteando los ojos.

Llegamos a la casa. Adam fue quien se la había quedado después que todos nos fuimos y ahora él y mi cuñada vivían ahí. Estábamos bajando las maletas cuando mis sobrinitos salieron corriendo de la casa.
—¡Tía Livy! —gritaron y me abrazaron.
—Mis sobrinos hermosos. Como los extrañé. —Les di un beso a cada uno.
—Oigan ¿no hay amor para el tío Jaimie?— fueron a abrazarlo a él también.
—¿Quién eres tú?— preguntó Nina a Leo. Ella era la viva imagen de Adam, Diego se parecía un poco más a Cole.
—Él es Leo. Leo ellos son mis sobrinos Nina y Diego.
—Es un gusto, niños, su tía me ha hablado mucho de ustedes.
—¿Es tu novio tía? —preguntó Diego dudoso.
—Sí.—respondí y entonces ellos fueron a abrazarlo. Me dio gusto que lo recibieran tan abiertamente.
Todos fuimos adentro. Entramos y olía a deliciosa comida. Lisa y Colé estaban cocinando. Había muchos juguetes en las esquinas y en la sala cuadernos de dibujo por todos lados.
—¡Llegó la mejor dama de honor del mundo! —grité distrayendo a Emma de su programa y haciéndola levantarse de un brinco del sofá.
—¡Liv!— gritó Emma al verme y corrió a abrazarme.
—También te extrañé —dije quedándome sin aire.
—Lo siento. Hola Leo. —Solo ella lo había conocido, pues lo conoció él mismo día que yo cuando fue a visitarme hace unos meses y había vuelto a verlo durante las vacaciones que estuvimos planeando la boda. No podía creer que ella se iba a terminar casando con Peter.
—Hola Emma —dijo mi novio dándole un abrazo.
—¡Ahí está el novio!— gritó James cuando Peter bajó las escaleras.
—¡Ahí están mis hermanos! —nos abrazó a los dos. James fue a la cocina a saludar.
—Cariño, él es Leo —dijo Emma.
—Al fin tengo el placer. Mi novia dijo que eras maravilloso con mi hermana, pero si descubro que no es cierto te mato —dijo mientras estrechaba su mano.
—Esperó probar que soy lo que dijo Emma.
Nos acercamos a la cocina.
—¡Principessa! —exclamó Cole y fue a abrazarme —Hola soy Cole, tú debes ser el novio Leo.
—Sí. —Se estrecharon la mano.
—Si la lastimas...
—¿Me matas? Porque habrá fila —dijo Leo inclinando la cabeza hacia la sala donde estaban mis otros hermanos.
—Oh no, mis hermanos solo bromean, son demasiado delicados, solo te llevarían al hospital, yo si lo haría— dijo Cole sonriendo con cinismo, Leo lo miró con miedo.
—Él también bromea —dije.
—Hola linda —dijo Lisa saludando y apartando a Cole— Deja de atormentar al chico Cole. Tú eres Leo ¿no?
—Si, un gusto. —Leo le extendió la mano, pero ella lo abrazó.
—Es guapo. —artículo con la boca viéndome.
—Lo sé. —articulé y ella soltó el abrazo.
—Perdón por el desastre, pero ya saben... los niños.
—Lisa hemos visto el lugar en peores condiciones créelo —dijo Cole.
—Hubieras visto cuando ese par eran pequeños, uno que pintaba las paredes y otra que dejaba sus muñecas y casitas tiradas por todas partes, mi madre siempre batallaba para tenerla un poco ordenada —dijo Peter señalándonos a mí y a James.
—Lo dice el señor queme la casa —dijo James.
—¿El tío Peter quemo la casa?— preguntó Diego asombrado.
—No. Solo fue un poco la cocina y tenía siete años –aclaró Peter.
—¿Mami puedo quemar un poco la cocina cuando tenga siete?— preguntó Diego.
—No —dijimos todos.