Un sueño tras otro interrumpido por alguna pesadilla, así transcurrió la noche Agustina, amaneciendo enrollada en las sábanas y sintiendose cansada. La noche anterior se había ido a dormir preocupada por la manera en que Justino reaccionó ante la última parte de la charla durante la cena. Recordaba haber soñado con su padre y Lucas discutiendo, además la primera imagen que surcó su mente antes de despertarse por completo fue la niña robotizada, con la que había soñado noches atrás… “¿Qué significado tendría esa imagen recurrente en sus sueños? Las robots de Tanaka era mujeres adultas, ninguna media menos de metro setenta, y sin embargo, en mis sueños aparece una niña…”
El ring del teléfono la sobresaltó y dejó para otro momento sus cavilaciones.
— ¡Buen día, Agus! ¡Arriba! Hace un día hermoso, ya es hora de almorzar –comentó Sara de muy buen humor.
—Sara… Gracias por llamarme. No pensé que fuera tan tarde. ¿Mi papá almuerza con nosotras? –preguntó en tono casual, aunque la pena la comía por dentro, se sentía mal cuando no andaban bien las cosas con Justino.
—Tu papá salió a comer con su amigo Bermúdez. Hace un ratito salió con Sandro.
— ¿No dejó ningún mensaje para mí?
—Mmmm… dejame recordar… Sí, dijo que te vería antes de la reunión. Aunque no me dijo que te lo dijera, sólo lo comentó… -puntualizó Sara recordando la charla del desayuno.
—Está bien. Me cambio y bajo a la cocina –finalizó Agustina con cierto pesar en la voz.
Se vistió con calma y antes de salir de su habitación, corrió las cortinas para que entrara el sol del mediodía y llenara con su calidez el lugar. Su mirada se perdió en las copas de los árboles y en las siluetas de los edificios. Mientras Agustina miraba sin ver, perdida en sus pensamientos, alguien la observaba con curiosidad y precisión desde una terraza a doce metros de allí.
Luego de un rico almuerzo en compañía de Sara, Agustina decidió dar un paseo antes de la hora de la reunión en la sala de seguridad.
—Sara, voy a caminar un ratito para aprovechar el sol. Me mantengo en contacto con Pablo, por si surge algo y para que papá esté tranquilo –dijo Agus mientras depositaba un beso en la mejilla de la prima de su mamá.
No bien abandonó la vereda del “Ragguardevole”, Agustina presintió que alguien la seguía. De vez en cuando, miraba de reojo a los alrededores, pero no alcanzaba a distinguir nada raro, sólo transeúntes que iban y venían en su horario de trabajo y señoras coquetas con sus bolsas de compras y en compañía de sus guardaespaldas. Intentó relajarse y disfrutar de la caminata, pero no lo logró. Decidió, entonces, volver sobre sus pasos y cuando estaba esperando para cruzar la calle en dirección al hotel, la vio… Una niña con largo cabello negro y ojos de párpados pintados la miraba, estaba parada en medio de la acera y las personas la esquivaban, la rodeaban y, por momentos, la ocultaban. Agustina sólo logró divisarla el tiempo suficiente para sentirse inquieta e intrigada; luego de pestañear, la niña había desaparecido entre la marea humana. “Se parece tanto a la robot de mis sueños… ¿Será otra de la féminas de Katsuo? ¿Por qué me persigue?”, pensó Agus parada en la esquina sin decidirse a cruzar al otro lado.
Un hombre trajeado la despabiló cuando la golpeó en la pierna con el portafolio que sostenía en una de sus manos. El señor no se detuvo a disculparse, sólo le dirigió una mirada desconfiada y tomó su maletín entre los brazos para protegerlo.
—Oiga… Usted es un maleducado… -gritó Agustina mientras se frotaba la zona dolorida.
“La gente está cada día más malhumorada y deshumanizada. No ha sido bueno este paseo, ni siquiera pude disfrutar del sol por culpa de la sombra de los edifcios”, pensó la joven concluyendo así su salida.
Cinco minutos después ingresaba por la puerta principal del hotel, dirigiéndose rápidamente a la habitación de su padre. Necesitaba hablar con él para tantear su estado de ánimo y saber si era necesario advertir a Lucas acerca del interrogatorio que se avecinaba.