EPISODIO XXVII

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"El análisis previo al comienzo de la Exposición, realizado a los juguetes de todos los participantes, no arrojó resultados peligrosos o anti-éticos, ni siquiera los del japonés. Los productos de Tanaka, a la vista de los expertos, eran juguetes vistosos e inofensivos; este hecho preocupó a Justino y a Lucas sobremanera, la pasividad de Katsuo era sospechosa. Mientras los ojos del personal de seguridad estaban puestos en los juguetes de la exhibición, tres de las kokeshi (Yuki Onna, Izanami y Geisha) estaban presentes en el salón, a pesar de los rigurosos controles. Las tres, con la apariencia de las tradicionales muñecas japonesas, parecían estatuas, réplicas en tamaño gigante de algunos de los juguetes expuestos en el stand de Katsuo; su antigua apariencia de robot había desaparecido tras la transformación que eran capaces de realizar con sus propios cuerpos. Todos creían que Tanaka había asistido sólo con dos de sus guardaespaldas, pero las mujeres robots estarían cerca de su jefe para protegerlo. Fueron ingresadas como objetos decorativos junto con los materiales y los carteles con los que se armaría el stand. 

En pocas horas todos los prototipos y proyectos de juguetes para exponer a un análisis de mercado estaban a la vista de los visitantes, quienes quedaron maravillados ante tan colorida y sorprendente feria. Una de las personas más entusiasmada y feliz dentro del gran salón era Agustina, sus ojos verdes brillaban como piedras preciosas y reflejaban lo que la Exposición representaba para ella: admiración por los fabricantes de juguetes, anhelo por apreciar lo que antes sus padres habían disfrutado tomados de las manos, la alegría que su niña interior sentía ante tales objetos y la emoción que sentía al poder compartir con su padre la Exposición en su propia casa. 

Justino se acercó a su hija limpiando con disimulo las lágrimas que había derramado mientras participaba del discurso de inauguración de la feria. Los recuerdos de su difunta esposa agolpados en su mente lo llevaron a dedicarle sus palabras a ella y a los momentos que ambos habían compartido en ese mundo de jugueterías. Al finalizar, su mirada se posó en los ojos anegados en lágrimas de su adorada hija y necesitó ir a su encuentro para abrazarla. 

—Mi pequeña, siento que mi discurso te haya hecho emocionar tanto… No estés triste, quiero que disfrutes de todo esto y olvídate por un rato del japonés. Nosotros nos ocuparemos de tenerlo vigilado… —comentó Justino con voz rasposa mientras rozaba la mejilla húmeda de Agustina. 

—Papá, estoy feliz de estar aquí contigo. Mamá debe estar muy contenta de que ambos podamos disfrutar de la Exposición. Además, mira las sonrisas de todos esos niños y las miradas brillantes de sus padres. Todos los visitantes de esta feria trajeron a sus hijos para que no pierdan su infancia… —reflexionó Agus, tomando con fuerza la mano de su padre y dedicándole una cálida sonrisa. 

Ambos observaron en silencio durante varios minutos a las personas que reían, recorrían con entusiasmo los diferentes stands y testeaban con sus hijos los modernos juguetes. No era habitual que las familias asistieran con sus hijos pequeños a lugares donde se reunía mucha gente. La inseguridad, la desconfianza hacia el otro y los virus que había en el aire, llevaban a los padres a sobreproteger a sus pequeños. El número de asistentes había superado las expectativas de los organizadores y los Ferrari estaban felices de que así fuera.

Los fabricantes tenían colocadas pantallas de alta definición 4D y en ellas mostraban algunos pasos del proceso de fabricación de los productos y el modo de uso de los que tenían tecnologías nuevas e innovadoras para mantener entretenidos a los chicos por varias horas. 

Todos los prototipos eran sorprendentes, tanto por su colorido como por su diseño moderno y por las diferentes opciones de diversión que brindaban, pero Agus quedó realmente sorprendida cuando llegó al stand de Tanaka. Sus emociones quedaron a flor de piel cuando vio reflejados en los diferentes juguetes a los personajes animados del pasado de sus padres: personajes de Walt Disney, Hello Kitty, Sakura Card Captor, Mazinger Z y muchos más que apenas si podía recordar sus nombres. En su infancia había pasado muchas horas mirando, sola o con su padre, los dibujos animados que Justino había conocido y disfrutado. Justino había recurrido a los vídeos que atesoraba para entretener a su inquieta hija, ya que lo que había en la televisión no le agradaba en absoluto y no lograba captar su atención. Agustina había quedado maravillada por las formas y colores, las historias, las voces y los mundos de estas series animadas. Uno de los peluches que su mamá le había regalado era el tierno “Winnie The Pooh” y ahora lo veía representado en una moderna réplica fabricada según la estructura de las tradicionales muñecas japonesas. Los juguetes producían en quienes los observaban un extraño efecto, ya que combinaban la tradicional construcción de las kokeshi con personajes de dibujos animados salidos de las pantallas de televisión. Eran coloridos, livianos y todos contenían en su cuerpo una pequeña pantalla en 3D donde reproducían capítulos de las series animadas a las que hacían referencia. 

Agustina no comprendía por qué Katsuo había decidido apostar al pasado para captar compradores para sus juguetes, pero estaba segura que no sólo ella había quedado prendada de ellos. La gente estaba reunida en torno al stand de Tanaka y no paraba de hacer preguntas. Los niños en cambio pedían a gritos que les compren alguno de esos vistosos muñecos. 

Lucas sacó a Agustina de su ensoñación al dirigirle una orden por su intercomunicador: —Recuerda la misión que te encomendé. Sé prudente y haz tu trabajo. 

Sabía que el tono formal y tajante haría enojar a Agus y sonrió al ver la expresión en su rostro. Lo divertía cuando ponía cara de fastidio y aún más lo divertían sus réplicas, aunque a veces lograrán sacarlo a él de quicio."

Los juguetes de Katsuo/Por Dolly GerasolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora