PARTE DOS- Bienvenidos a bordo (Capítulo 1)

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Capítulo 1

Búsqueda y captura

Hacía veinte minutos que la alarma le había sonado, pero James era incapaz de moverse de la cama. Se sentía muy cansado y perezoso aquel día. Le dolía mucho la cabeza, probablemente porque la noche anterior bebió más alcohol de la cuenta. Al levantarse por fin se dio cuenta que estaba durmiendo desnudo. Era verano y hacía calor, pero dormir desnudo no era lo suyo. Los calzoncillos estaban tirados en un rincón, así que se los puso y después, lentamente, se vistió con lo primero que encontró por el piso. Su piso se podía considerar una autentica pocilga, con todo tirado por el medio y desordenado. Era tan solo un símil de cómo era en aquel momento su dueño.

-Ah, buenos días, James- le dijo una mujer apareciendo de la nada por la puerta del baño.

Era una chica joven y muy guapa, pero él no recordaba haberla invitado. No la conocía de nada, pero ella sabía su nombre y estaba en su casa, así que la situación debía ser tratada con cuidado.

-Esto… buenos días. ¿Cómo has dormido?- le preguntó James aparentando controlar todos los detalles.

-Bueno dormir… poco- le dijo ella sonriendo maliciosamente.

James la miró con ojos como platos. Realmente no era la primera vez que le pasaba algo así, pero si la primera en la que no recordaba ni la mitad.

-Sí, cierto- dijo James devolviéndole la sonrisa- estuvo muy bien.

-He hecho el desayuno.

Aquello sí que lo dejó descolocado. Si se suponía que tan solo era un lio, ¿Por qué no se iba ya? Que pesada… odiaba que se quedaran más rato del debido.

-No tengo mucha hambre ahora, pero gracias. Lo comeré un poco más tarde.

-No hay prisa- le dijo ella mientras le acariciaba el cuello de la camisa.

¿Qué no hay prisa?, pensó James, hay mucha prisa. Se apartó de ella intentando no ser descortés, pero a la vez intentando dar a entender que era hora de que se fuera. Cuando ella se fue a la cocina, él se paseó nervioso por toda la desordenada habitación intentando buscar alguna excusa para quitársela de encima de una vez. Ella sabía que él no trabajaba… aunque no tenía ni idea de cómo conseguía el dinero. Ni falta que hacía, a nadie más que a él le incumbía aquello.

-¡James!- oyó que le llamaba la chica desde la cocina- han picado a la puerta.

Cuando James se disponía a ir a ver quién era, escuchó del otro lado del pasillo una voz que gritaba:

-¡Policía, abra la puerta inmediatamente o la derribaremos!

James se paró de repente en seco. Las facciones de la cara le cambiaron a terror casi absoluto. El policía que le perseguía siempre conseguía dar con él, y no tenía ningún escrúpulo ni miramiento a la hora de cazarlo. James miró hacia la puerta y hacia la chica, que ya corría hacia ella para abrirla. Antes de que llegara, la puerta se rompió en pedazos dejando entrar a Henry, que derribó a la pobre muchacha.

-James…- le dijo Henry sin preocuparse demasiado por la chica- esta vez te tengo.

James miró rápido a su alrededor y cogió lo primero que encontró; un cenicero de cristal que tan solo tenía de adorno, pues no fumaba. Se lo lanzó con fuerza a Henry mientras se daba la vuelta y comenzaba a correr hacia la ventana de su habitación. El policía lo esquivó sin problemas y corrió tras él no sin antes decir por radio lo que estaba ocurriendo a sus compañeros.

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