Capítulo 5

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Capítulo 5

Infiltrado

Nick no quería considerar su vida muy diferente a la del resto. Cada persona trabajaba de algo diferente y, en conjunto, todo formaba una harmonía perfecta. Odiaba aquellos que no se daban cuenta de que todos los trabajos eran importantes en su cierta medida.  Las personas que criticaban los trabajos como el suyo ni siquiera pensaban en las consecuencias que ocasionaría el hecho de que nadie se dedicara a eso. Si no hubiera médicos todos los enfermos morirían, si no hubieran bomberos el mundo ardería… todo eso la gente lo sabía y respetaba. Lo que nadie sabía era que si no existiera gente como Nick el mundo estaría lleno de gente totalmente prescindible. No eran más que virus que infectaban la sociedad y que él se encargaba de erradicar. En aquel momento esperaba con la vista puesta en un portal. Era noche cerrada y por la calle no se movía ni un alma. Ya tenía la mano puesta en la pistola desde hacía un buen rato y en cuanto el hombre que esperaba apareció tambaleándose borracho por la acera mientras tanteaba sus bolsillos en busca de las llaves, solo tuvo que sacarla y dar un paso hacia él.

-¿Y tú quién eres?- le preguntó el hombre riendo nervioso a causa de su embriaguez.

Nick, sin cambiar su semblante serio ni un ápice, levantó el arma y le apuntó al corazón.

-Max Reynolds- le dijo en tono de sentencia- tiene mi permiso para morir.

Dicho esto, disparó matando a su víctima al instante. Lo contempló unos segundos mientras se desplomaba y, acto seguido, guardó el arma y se fue tranquilo por donde había venido. Aquel era su trabajo. Seguramente a la mayoría de gente le parecería un mal trabajo, un trabajo sucio. Pero alguien debía hacerlo.

-¿Cuál es el siguiente objetivo?- preguntó contestando a la llamada de su contacto.

-Se llama Tom Forrest y vive a diez minutos de donde estas. Te envió la ubicación directamente al GPS.

En cuanto colgó se dirigió a su coche, aparcado cerca del apartamento de Max. Así era su trabajo y así funcionaba su vida; le daban un contacto, lo mataba y le pagaban bien por ello. Fin de la historia. En teoría la gente a la que mataba merecía morir, o al menos eso le habrían prometido una y otra vez. Eran maleantes, mafiosos, mentirosos y gente rica que derrochaba su dinero. Era un trabajo como cualquier otro, nada del otro mundo.

Con su Audi negro a toda pastilla recorrió los teóricos diez minutos en tan solo cinco. En cuanto llegó al sitio, consultó su móvil para ver la foto que su contacto le había enviado del objetivo. Vivía en el tercer piso del edificio enfrente del cual había aparcado el coche. Abrió la puerta de abajo con una llave maestra trucada que las abría casi todas sin ningún problema. Era uno de los objetos junto con la pistola que le habían dado al aceptar el trabajo. Al llegar al tercer piso, picó a la puerta de Tom. Aun siendo como era su trabajo, Nick se consideraba una persona educada. Patear o forzar la puerta se reservaba como opciones secundarias.

-Buenas noches- le dijo Tom al abrir la puerta- ¿Qué ocurre?  

Dentro de la casa se oían los ladridos de un perro y a una persona intentando calmarlo. A Nick no le gustaba matar a nadie cuando estaba acompañado, pero eso no dejaba de ser un gaje del oficio como cualquier otro.

-¿Puede acompañarme un segundo a ver los contadores del agua? me temo que están estropeados y me gustaría que algún vecino me acompañara a echar un vistazo- le dijo Nick sonriendo.

-¿Es usted el técnico?- le dijo Tom con desconfianza mientras miraba su reloj.

-Así es.

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