Capítulo 4

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Capítulo 4

Una última petición

Barry caminaba visiblemente contento por la calle. Iba a paso rápido y le costaba aguantar las ganas de ponerse a correr allí mismo hacia casa. Acababa de salir del trabajo, donde lo acababan de ascender a gerente. No era mucha la subida de sueldo, pero en aquel momento cualquier cosa era bienvenida. Tenía ganas de llegar a su casa y decírselo a su hija, la cual seguro que se pondría muy contenta. Estaban pasando por momentos difíciles económicamente hablando y necesitaban todo el dinero posible para pasar los días como pudieran. Ambos trabajaban en la hostelería y se esforzaban al máximo por conservar su trabajo, a sabiendas que si los echaban se jugaban la vida.

-Tranquila- le decía siempre Barry a su hija- saldremos de esta. En la vida siempre hay malos momentos que superar, pero eso no lleva sino a una mejora en el futuro.

Ella le decía que sí, aunque no las tenía todas consigo. La vida era dura y ellos estaban al borde de la cuerda floja desde hacía ya algún tiempo. Por eso la felicidad invadía a Barry en aquel momento. Incluso cuando pasó por al lado del bar de Tom, en el cual solía pararse cada día a tomarse un café, lo esquivó y siguió su camino sin detenerse. Mientras subía las escaleras que le llevaban a casa, puesto que no tenían ascensor, el corazón le latía muy rápido. De repente, cuando apenas le quedaban unos escalones para llegar, un agudo dolor en el pecho le invadió de pronto. Asustado, se detuvo a esperar que se le pasase, pero al contrario de lo que esperaba el dolor solo fue en aumento. Intentó entonces seguir caminando, pero no llegó muy lejos, pues el dolor le dominó de tal manera que cayó al suelo de rodillas. Al estar en medio de unas escaleras no pudo sostenerse y Barry cayó escaleras abajo, causando un gran estruendo. Gracias a todo aquel ruido un vecino salió a ver qué pasaba y se encontró con Barry tumbado e inconsciente.

Samantha estaba en aquel momento preparando algo de comer para ella y para su padre, que siempre llegaba del trabajo una hora después que ella, justo para comer. Lo que menos esperaba aquel día cuando le picaron a la puerta era encontrarse a su padre en el estado en el que lo encontró. La ambulancia fue rápida, pero aun así Samantha temía lo peor. Mientras iban en el vehículo, el enfermero que acompañaba a Samantha junto a Barry intentaba sin éxito hacer reaccionar al hombre. Cuando ya llegaban al hospital, al fin Barry despertó de golpe ante la onceava desfibrilación que le practicaba el enfermero.

-¡Papá!- gritó Samantha emocionada mientras un par de lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

Barry miró a su alrededor con aspecto cansado sin entender nada de lo que ocurría. Tampoco a nadie le dio tiempo de explicarle nada, pues al momento la ambulancia se detuvo y dos enfermeros se lo llevaron en la camilla hacia dentro. Samantha seguía la camilla lo más rápido que podía. Subieron hasta la primera planta y dejaron a su padre en una de las primeras habitaciones que se encontraban al salir del ascensor.

-Enseguida viene la doctora- le dijo a Samantha uno de los enfermeros mientras conectaba a su padre a unas máquinas.

El otro enfermero le controlaba el pulso y lo examinaba minuciosamente. Cuando terminaron su trabajo, se fueron de la habitación asegurando que la doctora estaba en camino. Ellos ya no podían hacer más allí.

-¿Qué ha pasado?- le preguntó Barry con la voz entrecortada a su hija.

-El hombre de la ambulancia me ha dicho que te había dado un ataque al corazón. Pero ya estás bien, has despertado.

-¿Cuánto rato ha estado mi corazón sin funcionar?

En ese momento entraba la doctora.

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