Capítulo 4

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Capítulo 4

Henry, Angelica, Barry

Henry miró nervioso su reloj. Eran ya las cuatro de la mañana. Le costaba dormir y siempre se pasaba las noches en vela sin poder pegar ojo. La razón era sencilla; no se acordaba de cómo había llegado al barco y, lo que era peor, había encontrado un maletín que contenía lo inesperado. Seguramente era suyo y lo llevaba por alguna razón que en aquel momento no recordaba. Henry era alto y delgado, aunque tenía bastante fuerza. Llevaba el pelo rapado casi militar y normalmente le gustaba vestir con camisas de manga corta. También le gustaba dejarse barba de dos días.

Su mujer, Angelica, dormía plácidamente a su lado, totalmente ajena a las preocupaciones que asolaban a su marido a cada segundo. Eran jóvenes y probablemente se acababan de casar hacía poco, aunque tampoco lo recordaban. Estaba enamorada de ella y quería protegerla de lo que fuese que estaba pasando, pero le asustaba pensar la razón real de su estancia en el barco. En el maletín no ponía nada sobre los objetos que allí había. Ni cuando usarlos ni porque, ni con quien. Después de otros largos y agobiantes minutos dándole vueltas a estas cosas, el sueño finalmente venció a Henry.

Cinco horas después los primeros rayos del sol le despertaron. Había dormido poco y realmente arrastraba muchas horas de sueño a la espalda, pero aun así intentó levantarse al ver que su mujer ya se estaba vistiendo.

-Buenos días, princesa- le pareció decir a él.

Ella le miró extrañada y luego sonrió. Realmente lo único que había emitido Henry era un sonido mitad gruñido mitad palabras en clave.

-Últimamente se te están pegando las sabanas demasiado- le dijo Angelica.

-¿Tienes que ir a trabajar o algo? Y te dije que cerraras la cortina de la ventana por la noche…- le dijo Henry mientras se ponía la almohada en la cabeza.

-No tenemos ventana. Es un ojo de buey.

-Perdona, había olvidado que eras marinera experta en tu otra vida.

-Puede que marinera no, pero seguro que algo relacionado con el agua.

Justo mientras acababa de decir esto se acercó a la cama y le lanzó a Henry un cubo de agua fría directamente sobre la espalda. Al sentir el agua, Henry saltó como un resorte hacia arriba gritando y después le intentó lanzar la almohada a su esposa, sin mucho éxito.

-Como vuelvas a hacer eso te lanzo por la borda- le dijo Henry.

-Vas a necesitar una grúa para hacer eso- le respondió su mujer, irónica.

-¿Ya empezamos con el rollo de que estas gorda?

Angelica era rubia y alta. Era como una de estas mujeres que salen en las portadas de las revistas. Como a ellas, también le gustaba ir siempre a la moda y arreglada. El físico le importaba mucho y siempre pensaba que le sobraban quilos cuando en realidad era probable que le faltaran un par. Cuando Henry le preguntó eso, ella sonrió inocentemente.

-Sabes que es verdad, antes estaba mejor que ahora- le dijo ella.

-Mira, si me acordase de como eras antes de estar en el barco quizá te daría la razón, pero dudo mucho que estuvieras mejor que ahora o ya rozarías la anorexia.

-¡No seas exagerado!

-No estoy exagerando para nada. Anda, dejemos el tema por hoy si puede ser. Mañana ya aparecerá algo nuevo que te haga volver a sacarlo.

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