Es curioso cómo todo vuelve.
Tenía veinte años en 1996, cuando tus primeros hits llegaron a estas costas lejanas, y los videos me asustaron tanto que hice votos solemnes de no permitir jamás que ese psicópata pelilargo (tú) volviera a perturbar mi vida. De modo que pasé los siguientes dieciocho años barricando mi vida para dejarte fuera. Y lo logré.
Pero al hacerse mayores de edad, mis votos se reblandecieron y se me ocurrió darle otra oportunidad a tu música. Tal vez fuera capaz de soportar cinco minutos enteros sin que me ganara el pánico. De modo que lo hice. Y hallé exactamente lo que estaba buscando en ese momento de mi vida. Para mejor, tenía veinte años de tu música para escarbar, disfrutar, rechazar, ignorar. Y eso fue lo que hice.
Entraste de un portazo, por supuesto, porque no se le puede pedir a un tsunami que aguarde con compostura que lo dejen pasar. Y me hundí en un océano internacional de almas que te admiraban. De modo que me aparté de los que intentaban venderme otro mesías y busqué aguas más amigables. Aprendí a sacudir la cabeza con los muchachos, gritando, "Yeah! Slot Coin!". Y aprendí a conspirar con las chicas para casarnos contigo.
Imagina lo siguiente: bar atestado, intentas pasar junto a un tipo pero acabas tropezando con él, y él vuelca su trago sobre tu franela favorita. Ahí están, los dos gruñéndose con mala cara, hasta que tú sueltas un, "Lo siento, fue mi culpa." Y eso le arranca una sonrisa apologética y un, "No, lo siento, no fue mi intención." A lo que respondes, "Está bien, es una noche difícil." Y él dice, "Sí, un año difícil." Y...
Cuando quieres darte cuenta están sentados juntos a la barra, abriendo sus corazones como si se conocieran de años. Y es condenadamente extraño. Porque por algún motivo sientes que comprendes a este tipo, a este desconocido. Da la impresión de que ambos han pasado por experiencias similares. Y eso significa que tal vez él también te comprende a ti.
Entonces te das cuenta: este desconocido es lo que definirías como un amigo, uno cercano. Se siente tan extraño, y sin embargo tan agradable.
Así fue como llegaste a mi vida, directamente al círculo íntimo. Y cuando necesito un amigo, pero no quiero dar explicaciones, te llamo. Y tú vienes, porque siempre estás cuando te necesito.
Y te digo, "No logro ponerle fin," o, "No termino de comprenderlo," o incluso, "Sabía que ocurriría, y aun así..." Y tú asientes, y nos encogemos de hombros. Sabes a qué me refiero porque ya me has contado en una canción que has pasado por lo mismo. Entonces te pido que me hables de los mares que no conozco, o que me cuentes una historia, o discutimos de política, o me sacas de quicio con algún comentario sobre arte. O tal vez simplemente compartimos un trago en silencio, sin siquiera mirarnos en la penumbra del bar.
Ése eres tú en mi vida hoy día. Siempre estás cuando te necesito, y me haces sentir que yo también estoy para respaldarte, para escucharte. Sin lealtades fingidas, sin devociones estúpidas. Y este puente maravilloso de música y palabras vinculándonos.
Pero tú sabes bien que las palabras son criaturas engañosas. De modo que cuando me siento a escribir algo nuevo, me interno en mi laberinto de palabras tratando de pensar en ti por un momento. Recuerdo tus imágenes y figuras recurrentes, les permito motivarme a mantener la honestidad, sin importar lo que pretenda decir.
Y cuando me paro frente a mi micrófono para cantar, intento volver a pensar en ti por un instante y soltarme, tratando de no sentir vergüenza de mis emociones y dejarlas salir tal como son.
Y cuando todo termina y los amigos se han ido, alzo mi cerveza para saludarte.
Brindo por ti, amigo. Para agradecerte por estar allí, honesto y crudo, y por invitarme a estar aquí.
¡Gracias!
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Al Otro Lado - AOL#1
Romance+18 - ¿Qué papel juega la imaginación en los sentimientos? ¿Es posible enamorarse de alguien sin conocer siquiera su rostro? En medio de una profunda crisis personal, Stu Masterson, una leyenda viva del rock americano, encuentra una carta que lo pon...