No te conté el otro sueño con Stewie Masterson que tuviera la noche anterior, porque todo indicaba que en ese sueño Masterson eras vos. Y desde que me fuera de boca respecto a mis sentimientos, no había vuelto a contarte cuando soñaba con vos.
No recordaba todo el sueño, sólo la parte que se relacionaba con vos.
Un sueño extraño, porque yo lo veía sin participar, y sin embargo estaba relacionada con lo que sucedía.
El lugar parecía en principio el interior de un tren de larga distancia o una lancha colectivo como hay en el Tigre. Un corredor largo y estrecho, placas de madera barata cubriendo paredes y puertas a ambos lados, todo dividido en compartimientos cerrados como un vagón de camarotes.
Masterson revisaba los compartimientos uno por uno, apurado, y yo sabía que me estaba buscando a mí. A mí y a Nahuel, que en algún momento anterior del sueño estaba de mi mano y no tenía más de seis o siete años.
Pero yo no estaba ahí.
Entonces Masterson salía de ese lugar. Afuera había unos escalones que bajaban a la vereda, y el lugar resultaba ser una construcción grande, aunque ya tenía su puerta de calle. Se sentaba ahí, en el último escalón de la entrada, las rodillas recogidas junto a su pecho. Vestía jeans, una camisa de jean, campera inflable. Y al igual que en el sueño de las pastillas de menta, era el Masterson actual, el de cuarenta y cuatro años que yo saludara en el 2017, no la versión más joven y sexy, mucho más aconsejable para sueños.
Era una tarde muy gris. Había llovido mucho y todavía lloviznaba, una bruma húmeda y pesada saturaba el ambiente. Donde estaba la calle era por momentos como un río, de aguas turbias y marrones como cualquier río del delta del Tigre. Por momentos el agua bajaba y no era más que una calle inundada.
Masterson permanecía sentado ahí, mirando sin ver el agua. Y estaba tan triste.
Triste porque yo me había ido.
Aparecía una mujer no vi nunca en mi vida, rondaba los treinta años y en el sueño era mi mejor amiga. Ella se sorprendía de encontrar a Masterson ahí y le preguntaba por mí. Al enterarse de que yo no estaba, intentaba inventar excusas para justificar mi ausencia.
Pero Masterson meneaba la cabeza, con tanta tristeza como comprensión. Porque él sabía perfectamente la razón de que yo no estuviera ahí, de que no me hubiera quedado a esperarlo. Él le explicaba a mi amiga que me había ido antes de que él llegara porque no sabía cómo despedirme de él. Había querido evitar despedirme de él porque era algo doloroso e importante para mí. Masterson lo sabía sin que yo se lo hubiera dicho. Lo sabía porque me conocía, y entendía lo que yo sentía.
Mi amiga volvía a tratar de justificarme. Él sólo meneaba la cabeza: sabía que estaba en lo cierto.
Como espectadora involucrada en el sueño, recuerdo la pena que me causaba verlo tan triste. Por mí, por mi culpa, por lo que yo había elegido hacer. Y me preguntaba en sueños por qué lo había hecho, y si realmente sería capaz de hacerle algo así. Su tristeza me colmaba y me moría de ganas de abrazarlo. Pero no podía.
Porque en realidad yo no estaba ahí: me estaba yendo. Sin despedirme de él.
De pronto Masterson se paraba y decía que iría a buscarme, que tal vez lograra llegar a tiempo antes de que me fuera. Mi amiga le decía que no había forma de que llegara a tiempo. Algo como que el aeropuerto quedaba a cuarenta minutos y mi avión despegaba en veinte. Pero Masterson respondía que lo intentaría de todas formas, porque no podía no intentarlo.
Ahora la calle sólo estaba cubierta por un par de centímetros de agua, y Masterson la cruzaba a paso rápido, decidido, hacia una SUV negra estacionada enfrente.
Mi amiga lo seguía para acompañarlo, se subían los dos a la SUV y se iban.
Me había despertado colmada de tristeza, como solía pasarme cuando estabas mal por algo relacionado con tu ex. De ahí mi certeza de que el hombre en mi sueño no era realmente Masterson, sino vos.
Y lo que sentías era una pena tan mansa y resignada, tan comprensiva, que alimentaba la tristeza que me acompañó en el despertar.
Pero no era un sueño que pudiera compartir con vos.
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Al Otro Lado - AOL#1
Romance+18 - ¿Qué papel juega la imaginación en los sentimientos? ¿Es posible enamorarse de alguien sin conocer siquiera su rostro? En medio de una profunda crisis personal, Stu Masterson, una leyenda viva del rock americano, encuentra una carta que lo pon...