Un impulso latente

24 0 0
                                    

Pfff, tengo tantas cosas que decirte que no sé si podré esperar al próximo día en que nos veamos.

Es viernes y estoy en casa, una parte de mí no quiere salir, quiere quedarse aquí apurándose con sus deberes, ver una película y vivir este cruce de sentimientos que me inunda; la otra parte de mí quiere huir, quiere salir a distraerse y quizá emborracharse, olvidar por un momento todos esos pensamientos que giran en mi mente. No obstante, hay un tercer impulso latente, es el que más debo controlar porque así me lo has pedido, pero he estado a punto de salir a tu encuentro, de estar una vez más afuera de tu trabajo y poderte decir todas estás palabras que torpemente por ahora escribo.

Creo que notaste mi comportamiento extraño ayer, en dos ocasiones salí corriendo y salí corriendo porque sé que no aguantaría las ganas de acercarme y abrazarte de nuevo. Tengo que esperar, tengo que esperar, hicimos un trato. No suena como lo mejor pero suena a lo que más nos puede ayudar en este momento.

Creo que ambos tenemos ya ese debate racional – emocional. Ni siquiera contestaste a la pregunta que te hice hace dos días: ¿qué sientes?, lo más que pudiste hacer fue llorar pero pude abrazarte y juro que fue el momento más reconfortante en estas dos eternas semanas. No quiero forzarte nunca más a nada, me siento un estúpido por mis reacciones y sabes, sí, quiero abrazarte, quiero besarte, quiero simplemente tomar tu mano pero no puedo si simplemente tú no deseas lo mismo.

Tengo miedo, tengo miedo a fingir y aparentar que todo está bien. De alguna manera sé que lo estará, sé que podemos ser felices juntos y olvidar todo lo demás, sé que somos un gran equipo, sé que podemos disfrutar del día más nublado... pero sé también que eso no lo es todo, sé también que tenemos mil sentimientos a flor de piel, sé que necesitamos llorar, gritar, sacar todo, fluir...

Porque los hombres no lloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora