No sé exactamente cómo redactar estas lineas, es algo que pasó hace un par de semanas pero apenas tengo el valor de expresarlo.
Fue un día en que me dispuse a visitar a mi mejor amigo con la intención de solo despejarnos de nuestros problemas, ir a jugar un rato y salir de ese bucle en el que a menudo entro. De algún modo esa semana había sido buena, por alguna extraña razón me había sentido un poco mejor, comencé a hacer nuevas actividades y creo que logré mantener mi mente ocupada para no pensar en ella. Y sin embargo, ocurrió.
No sé cómo pero después de un día en que todo iba bien terminé hablando sobre el tema con mi amigo, fue la primera vez que me vio llorar, noté su expresión de no saber que hacer, así que solo se mantuvo inmovil y siguió escuchando; yo lo agradecí porque sabía que cualquier otro movimiento lo hubiera hecho peor. Aún así no lo contuve y saqué todo lo que tenía que sacar, saqué incluso lo que no sabía que estaba ahí y me di cuenta de qué es lo que más me duele por sobre toda la situación.
En algún momento durante mi llanto dejé de hablar de ella y salieron todos esos fantasmas que aún viven en mí, las marcas de esos examores que en momentos también me impidieron fluir.
Recordé todo el miedo que tuve durante esos cuatro primeros días de la relación, el terror era inevitable pues no quería volver a sufrir, me costó confiar, me costó hacer un análisis introspectivo en mí, pero al final con sus palabras y los momentos que vivimos juntos lo conseguí. Ella había vivido relativamente lo mismo que yo y en ese momento estábamos masomenos en el mismo punto – yo con mi equipaje a cuestas, ella con algunas angustias viejas – pero ambos teníamos la misma motivación de vivirlo, y volví a arriesgarlo todo de nuevo.
Me cuesta pensar que caí tan rápido, que logró de alguna manera hacer desaparecer esos miedos que otras personas habían dejado, que volví a hacer esas cosas que me había prometido no volver a intentar, que volví a confiar, que volví a amar... pero, ¿debía hacerlo? Quizá sí me aferré a algo imposible, a algo donde desde el principio nada estaba de mi lado, pretendí hacerlo distinto pero al final llegué al mismo resultado.
Juro que en mi mente había cualquier otra posibilidad distinta a la forma en que terminó, pero en realidad ese libro ya lo había leído, y a pesar de mis esfuerzos, perdí de nuevo.
No, no digo que quisiera que ella sufriera por mí. Yo sólo quería una historia diferente.
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Porque los hombres no lloran
Historia CortaEste soy yo. Sin filtros, dejándome fluir por mis pensamientos y sentimientos.