La lluvia llegó de repente, y los lankianos odian la lluvia. No los mata ni tampoco les provoca ningún problema físico, pero les altera el humor de forma drástica. Unos la soportan un poco mejor, otros la padecen igual que una tortura. Es genético, nunca acabaron de aceptar la lluvia como un fenómeno natural, aquí, en la Tierra.
Quizá porque en el planeta Lankia nunca llovía. O por el contrario sí lo hacía, pero había algún problema en particular con el agua de lluvia. Puede que fuera algo tóxico, algo en la atmósfera... Aunque los humanos sabían demasiado poco de los lankianos y sus condiciones de vida, cuando todavía cada planeta desconocía la existencia del otro y el impacto no se había producido...
No era la lluvia, nunca fue la lluvia sino lo que venía después.
Cuando la tierra reseca se convertía en barro, los tentáculos de morius asomaban a la superficie, tanteando a ciegas en busca de comida. Su dieta abarcaba animales salvajes y de todo tipo; pero la desgracia recaía sobre el pueblo lankiano, que, en un parpadeo, veía diezmado el ganado y comprometido su futuro, sin mencionar a las víctimas inocentes o a los mismos valientes que luchaban hasta el final, bajo la lluvia.
La muerte era brutal: uno y luego varios tentáculos atrapaban y envolvían a su presa como en un capullo, y sin más se hundían en la tierra llevándosela consigo; de modo que era normal tras una tarde lluviosa hallar sembrados aquí y allá, torsos de animales semienterrados, cabezas, piernas, pies, brazos asomando como en un campo de horribles flores...
Este recuerdo de un mundo olvidado, persistía pese a la distancia, tatuado a fuego en los genes de los lankianos que incluso jamás se habían topado con los tentáculos de morius. La lluvia les provocaba entonces una mezcla de temor y odio, una inquietud sin nombre que se apoderaba de sus pensamientos.
Es difícil establecer cuál de los dos planetas se llevó la peor parte. Lo único indiscutible e irremediable fue el impacto. Resulta ingenuo pensar que Lankia se desintegró tan sólo porque no quedase ningún rastro visible en el firmamento. Hay una creencia que se propagó hasta dejar huella como un eco en la oscuridad... La base de este culto híbrido sostiene que Lankia se fusionó con la Tierra tanto como la Tierra se fusionó con Lankia, que los dos planetas se convirtieron en uno, porque el impacto se dio en un plano intermedio de la realidad. Un roce accidental entre dos superficies del universo, una terrible caricia, una singularidad.
Y todo esto nos conduce hasta dos hermanos avanzando a duras penas a través del bosque.
−Más adelante hay un río, ¿ves? –dijo Jota enseñándole a Dalí un dudoso dibujo en un pedazo de papel arrugado.
−¿Y entonces llegaremos a la ciudad?
−Así es, entonces llegaremos –afirmó Jota.
−¿A la Ciudad Escondida?
−A la Ciudad Escondida, claro que sí. Cuidado no tropieces ahí.
Dalí pasó entre un nudo de raíces.
−¿Y por qué se llama Ciudad Escondida?
−Porque para llegar hay que cruzar el bosque.
−¿Y nadie la encuentra?
−Nosotros sí.
−¿Por qué?
−Porque tenemos un mapa.
Dalí se quedó pensando.
−¿Tenés más papel de ese?
Jota sonrió adivinando las intenciones de su hermano.
−¿Y para que necesitás papel? –le preguntó.
−Quiero dibujar muchos mapas, para que podamos llegar a cualquier parte y encontrar tesoros.
−No es mala idea –asintió Jota−. Ya veremos en la ciudad si consigo hacer algún trueque para conseguirte papel, y si tenemos suerte también algunos lápices de colores.
−Ya quiero llegar a la ciudad –dijo Dalí ansioso.
−Nada más tenemos que cruzar el río y seguir en dirección hacia donde se oculta el sol.
Dalí alzó la vista mirando al cielo entre los árboles.
−No alcanzo a ver dónde está el sol.
−No te preocupes, yo sé dónde está.
Poco más de una hora después, se asomaron por un risco. El bosque parecía haber sido cortado a la mitad por el hacha de un gigante. El sol estaba justo sobre sus cabezas, el cielo plomizo no alcanzaba a ocultarlo del todo. Muy por debajo, el río lucía engañosamente calmo.
Se sentaron a descansar un momento y Jota abrió una lata de arvejas, que comieron a cucharadas e incluso bebieron el líquido espeso como si se tratara de sopa.
−Creo que puedo ver la ciudad –dijo Dalí, entornando los ojos.
−¿Dónde?
El pequeño señaló a lo lejos.
−Más allá de esos árboles.
−Yo no veo nada –dijo Jota, guardando en la mochila la lata vacía−. ¿Estás seguro?
Dalí asintió un tanto ofendido y a la defensiva, como hacía siempre cuando estaba mintiendo y Jota lo descubría.
−Bueno –dijo su hermano mayor siguiéndole el juego−, debe ser porque tenés mejor vista que yo.
Se puso de pie mirando al cielo hacia el norte. Dalí estuvo a punto de confesar que había mentido, pero no se atrevió.
−¿Estás enojado? –le preguntó.
Jota se cargó la mochila a los hombros, su expresión se había ensombrecido:
−¿Ves allá el cielo que parece borroneado?
−Sí –asintió Dalí.
−Es una tormenta, y creo que se nos viene encima.
−¿Entonces qué hacemos?
−Nos damos prisa –dijo Jota volviendo a sonreír.
Y con cuidado comenzaron el descenso hacia el lado opuesto.
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IMPACTO - el mundo perdido
Science FictionCiencia-ficción. Postapocalíptico. El mundo conocido cambió mucho tras la sorpresa de un gran IMPACTO, que hasta último momento no estaba en los planes de nadie (o tal vez sí). Nuestro planeta, como lo conocimos, ya no existe. Y del otro lado, tenem...