6. El extraño

4 1 0
                                    


−Sos la sombra, ¿verdad?

El extraño no entendió a qué se refería Dalí.

−Mi nombre es Milow.

Mi...low –repitió el chico, como tratando de aprender una palabra nueva, y agregó−: Estabas en el árbol, ¿verdad?

Por toda respuesta, el extraño miró alrededor dándole a entender a Dalí que no había modo de no estar junto a un árbol en medio del bosque.

−No, no –insistió el chico−. Esta mañana.

−Oh, ese árbol. Sí, así fue –asintió el extraño.

−¿Qué hacías ahí?

−Fui a advertirles.

−¿Qué cosa?

−Que la bestia no los dejaría escapar.

El extraño fijó la vista en la punta de la lanza, y no convencido con el resultado continuó con su tarea.

−Pero no hiciste nada.

−Sí, lo hice.

−¡No, no lo hiciste! –se molestó Dalí.

El extraño alzó la vista de la punta de la lanza y miró al chico a los ojos:

−Lo hice. Quebré varias ramas a propósito, para que te alejaras pronto de las ruinas y no quedases encerrado.

Dalí no supo qué decir. Furioso, y sin ningún sentido, agregó:

−¡No! −Y se alejó corriendo y llorando.

Pero en el fondo no estaba molesto ni mucho menos lloraba por lo que le había dicho el extraño. Tan sólo quería que su hermano Jota estuviera allí.

Después de haberse calmado, se dio cuenta de que el extraño no había corrido tras sus pasos para evitar que se marchara... Regresó caminando muy despacio, y lo encontró todavía sentado en el mismo sitio.

−Lo siento –se disculpó avergonzado.

Pero el extraño pareció no haberse dado por enterado de que se hubiera ausentado, ni tampoco del tiempo transcurrido. Ahora estaba tallando una segunda lanza, con la misma parsimonia, cuidado y precisión artesanal.

Sin apartar la vista de la punta de la nueva lanza, con el codo le señaló al chico la cacerola ennegrecida sobre los carbones de la hoguera.

−Será mejor que comas algo de sopa, sigue estando tan buena como ayer. Además, pronto tendremos que ponernos en marcha. Y no nos detendremos hasta la media tarde.

Dalí asintió con la cabeza baja y se sentó en el suelo, casi dándole la espalda.

−Gracias.

−¿Y eso por qué?

−Por rescatarme del río; no sé nadar.

−Yo tampoco –dijo el extraño.

Dalí hundió la cuchara en la cacerola. La sopa estaba buena, y recién entonces se dio cuenta de lo hambriento que se encontraba. Habían transcurrido varios días desde aquel fatídico encuentro con el río y la bestia. El extraño lo había cargado sobre sus espaldas, avanzando a paso muy lento; y de todo aquello, Dalí sólo tenía recuerdos fugaces y que se confundían con sus pesadillas febriles.

−¿Hacia dónde nos dirigimos?

−Estoy buscando la Ciudad Escondida.

−¡Nosotros también! –dijo Dalí animado, a la vez que sintió una puñalada en la boca del estómago.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 12, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

IMPACTO - el mundo perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora