Ellos saben quien soy yo

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El tren va por un río que esta a pie del Capitolio entero. Puedo criticar a su gente, a su forma de ser, sus gustos... pero sinceramente, esta ciudad es hermosa. Todo se ve tan delicado y cuidado. Los edificios son tan altos y están hechos de una manera que uno no puede entender como es que no se derrumban; y en cuanto puedo ver las calles con su gente caminando, noto que no hay ni un solo papel en el piso.
Peeta nos había levantado a ambos hacia más de una hora, para que desayunemos y veamos la entrada al Capitolio. Me doy cuenta que luego de ver la expresión de fascinación en mi rostro, por fin se dio un descanso y fue a comer algo. No lo sé, pero creo que un poco de alegría dentro de tanta tristeza, cambia la forma de ver las cosas.
Tanner y yo nos dedicamos a sentarnos e intentar estar calmados en la sala de estar, mientras escondíamos nuestros nervios. Lo conozco hace mucho tiempo, pero por primera vez me pregunto si puedo confiar en él.
Katniss rompe el hielo entre nosotros dos cuando vino con nosotros y se sentó junto a Tanner con una botella de gaseosa en su mano. Lo que esta bebiendo no es alcohol, pero la expresión en su rostro parece el de Haymitch cuando quería ocultar sus miedos.
- Ahora van a ir al Centro de Renovación. - dice y luego toma un trago largo de la bebida naranja. - Y a la noche será el desfile. - dice entre un suspiró. Me inclino hacía ella para comprobar que este bien, pero con un movimiento de la mano hace que me salga de encima. - Si quieren recibir paracaídas cuando estén muertos de frío o de hambre, les recomiendo no gritar mucho cuando estén con los estilistas.
Bajó la cabeza, otra vez me trata como una niña... Ayer se habia convertido en la Katniss de hace solo unas semanas, solo por un momento. Me estoy pudriendo de su actitud, llega a ser maltratante, aunque tiene razón con lo que dice, porque ese lugar se convirtió en un infierno para mí.
Prefería estar con los paparazzi que al bajar del tren en el que íbamos, me agobiaron con sus preguntas estúpidas y me cegaban con el flash de sus cámaras. Unos Agentes de Paz tuvieron que dispersarlos para que nos permitieran pasar.
Siempre he pasado por una depilación, por ejemplo, pero optar por ciertos mecanismos como la pinza para eso, y por todo el cuerpo... ¡Que dolor! Quedo paralizada ante la situación, además que estoy desnuda, frente a dos hombres. El primero es Jerome: un hombre panzón y de color, pelado y con una vestimenta que me revelaba su fanatismo por el purpura y un par de aretes dorados en las orejas.
- ¡Ay, preciosa! - dijo el hombre en cuanto comenzó a depilarme sin piedad la ceja. - ¡Tienes una carucha hermosa! ¿Ya te lo han dicho, verdad? - dijo concentrándose en un pelo en especial, el cual dolió. Mi cara estaba roja como un tomate. ¡No siempre tenemos tributos tan hermosos! Por eso, deja de llorar...

- ¡Shh...! ¡Calla Jerome! - dijo el otro hombre, Gloster, quien tenia una voz fina pero ronca. Era alto y demasiado flaco, tenía pelo y un mostacho rubios. Estaba depilando la pierna. - No hables con ella; ¡Madame Charlotte lo prohibió!
- ¿Por qué? - pregunté extrañada como un impulso.
- Sin ofender linda, - comentó el alto, afeminando su voz. - pero por quien eres. - parpadeé una vez, desconcertada. Me sentí como si fuera una cucaracha. - No puede vernos hablándole a la nieta del Sinsajo.
- ¿Pero ella no esta aquí o sí? - dijo la tercer integrante del grupo, que se concentraba en limpiar unos instrumentos. Su nombre era Lenny. - Y además, ¿quien te puede negar tu belleza?
Era la única chica del equipo, y si no fuera por su acento del Capitolio, habría jurado que nació en un distrito. Tiene un maquillaje bastante leve, pero atractivo aplicándolo en su piel oscura y pelo corto, y levantado como jopete con puntas en azul. Su cara es ovalada y sus pómulos están muy bien marcados.
- Quisiera usar estas nuevas sombras de mi marca preferida en ti, pero es una lastima que no nos lo permitan. Te quedaría genial. - dijo mostrándome un pote con una sombra color petróleo oscuro.
Comencé a volar en las nubes al pensar en mi traje, "¿Cómo será?". No tarde en decepcionarme sabiendo la respuesta. La Presidenta Roxanne Snow prohibió esas llamas tan destacantes por su rojo, como las de mi abuela, para cualquier distrito; así que creía que sería imposible verme como una nueva Chica en Llamas.
- Eres un poco inquieta. - dijo el rubio haciendo que sus reflejos brillen. - Pero tranquila, a cualquier chica de un distrito le pasa. No están acostumbrados... a verse bellos.
Bufé del enojo.
- Bueno, ya estas. - dijo Lenny bajando la cabeza. - Nos retiraremos. Pronto Madame Charlotte vendrá.
Se fueron conversando acerca de un tipo de delineado para hombres que era muy elegante. Yo salte de la fría camilla en la que estaba recostada y me lancé hacía la bata que me esperaba colgada al lado de la puerta.
Me quedo petrificada en cuanto me veo en el espejo. Estoy asombrada, pero no de mala forma...todo lo contrario. No tengo ningún defecto en la piel, esta firme y mis granos y ojeras del estrés no se notan para nada. Mis ojos poseen un delineado finito y sombras de tonos fríos: del negro oscuro al celeste. Y por último, mi piel no deja a la luz ningún pelo que para mis estilistas, podría llegar a ser "mortal".
Me mire mejor. Mis manos, como el resto de mi cuerpo, están tan suaves como la seda y mis uñas, ¡las han pintado! Parecen un splash de distintos tonos de azules con brillantes. Me encantan.
La puerta se abre y me encuentro con una persona a quien no me habría imaginado. La mujer era mi estilista; delgada y algo estirada como para ser del Capitolio. utilizaba un traje negro que le iba apretado hasta el cuello y mantenía ante mi un rostro serio. Sus labios claramente operados son rojos, su pelo es de un rubio brilloso y tiene unos ojos negros que asustan. Me hace sentir como si ella misma fuera un Agente de Paz retirado.
Tras ella, Lenny la sigue y cierra la puerta.
- ¿Eres tú la tributo femenino del Doce, verdad? ¿Atlas? - asiento con la cabeza al escuchar su pregunta. - Bueno, yo soy Madame Charlotte, tu estilista. No puedes hacer preguntas de mi vida o molestarme, ¿entendido? Seré estricta contigo. - Sin duda esta mujer había salido de los brazos de Roxanne Snow. - Déjame mirarte un poco y ponte esta ropa interior.
La mujer saco de un armario negro varias cosas y entre ellas, me dio la bombacha y un corpiño strapples. Ambos color piel. Me siento incomoda, mis senos se ven algo provocativos. "A mi abuelo no le gustara para nada...", pero no da la situación como para decirle lo que pienso de mi ropa. Ella me asusta. Luego me mira, observando y verificando que estuviera perfecta de pie a cabeza y cuando termina, sonríe como si ella hubiera hecho un gran trabajo.
Le ordenó a la asistente sacar del armario mi traje y esta obedece.
- Este traje es de los mejores que he hecho. - dice al tocar la tela.
- Disculpe maestra, pero el efecto... - se quejó Lenny con respeto.
- Sí, sí... - dice y agarro el traje. - Ya sé que lo diseñaste tú, pero te digo... ¡por algo te tengo de alumna! - dice señalándose a si misma.
Mi traje esta compuesto por ¡una malla negra!, que deja mis piernas a la vista y que me tapa los brazos hasta el codo. Además, tengo puesto un chaleco negro de cuero ajustado, un cinturón, y luego adornos.
Junto a los demás asistentes, me colocaron piedras de un gran tamaño, que no pesaban tanto en realidad, pero parecían diamantes. Estos iban en lugares como adornando mis hombros, como si fuera una armadura, mis caderas y las piernas... A continuación, me aplicaron más por todo el cuerpo, cada vez más pequeñas hasta parecer brillantes. Trajeron hollín y me ennegrecieron las piernas un poco para que sea "más realista" y me colocaron unos adornos parecidos al carbón, mientras Madame Charlotte le da un color azul-violetacio a mis labios, con mucha fuerza y Lenny me hacía con un peinado alto.
- ¡Estás lista! - dice el hombre de color emocionado por verme así. Los tres parecían orgullosos de su trabajo, en cambio, la estilista principal me seguía observando con su rostro seco.
Goster y Jerome se puesieron a acomodarme el traje, para verificar que todo este en orden con la siguiente opinión de su maestra.
Me conducieron hasta una limosina, en la entramos todos. Nos llevaron hacía otro lado, y cuando bajo del vehículo, me doy cuenta que estaba en una especie de establo gigante. Ya preparados para el desfile, los caballos correspondientes para cada distrito estan alineados, con los carruajes detrás.
Fui al último de todos, donde estaban mis abuelos y Tanner. Los dos caballos que parecían mastodontes, eran grises con pintitas blancas que parecían brillos.
- Estas hermosa. - dice Peeta en cuanto me ve, y me abraza. En cambio, Katniss no dice nada pero veo que una lagrima se le escapa.
Hablamos un rato. Tanner esta muy parecido a mí, pero no tenía las dos piedras brillantes como armadura en los hombros, sino que en los laterales de sus brazos.
- ¡Ay, serán tan brillantes! - grita Jerome fascinado.
Al rato de un cabo, nos separamos todos y comienzo a mirar el panorama. Todos me echan un ojo y comentan algo entre ellos. Los del distrito Dos, vestidos de gris me vigilaban amenazadoramente y los del Distrito Nueve se muerden los labios.
- Disculpa... se te ha caído esto. - dice la voz de una niña.
Me doy vuelta. Frente a mí esta parada la tributo del Ocho, vestida con una tela multicolor no muy detallada y otros adornos. Se manosea las manos en las que sostiene una argolla. Luce trece o catorce años, tiene pelo castaño y ojos verdes.
- Gracias. - digo al mismo tiempo que la tomo y me la vuelvo a poner en la oreja.
- De nada. - respondió feliz y luego emite un sonido de curioso. Me señala. - ¿Esos... son diamantes?
- La verdad es que no lo sé. - río y me agacho hacía ella. - ¿Cómo te llamas?
Tiene miedo de decírmelo, y dudo en hacerlo por un segundo.
- ...Julie. ¿Y tú eres el Sinsajo, no es verdad? - dice por último, en voz baja. Acabo de sentir una patada en la cara. Estas preguntas me ponen nerviosa.
- No. Esa es mi abuela, esta ahí. - digo haciendo un gesto con la cara y señalándola.
- Pero sí ella no va más a los juegos, - se mira los pies y se balancea en el mismo lugar. - y tu estas en su lugar...
No sé que responderle. Por suerte suenan las alarmas de salida y me sorprendo.
- Por favor, ¡a todos los tributos! - dijo un altavoz. - Repito, esto va dirigido todos los tributos, por favor súbanse al carruaje correspondiente a su distrito. El desfile comienza en cinco minutos.
- ¡Todos a sus puestos! - gritan unos organizadores.
Me saluda y se va por donde vino, cuando se retira la veo hacerme un gesto medio oculto, con la mano que tiene cercana a su pierna: los tres dedos; el anular, el del medio y el índice estan extendidos y los otros no.

El Retorno del SinsajoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora