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Jimin suspiró agotado, realmente le gustaba su trabajo pero en esos momentos prefería estar en su cama, cálido y cómodo en lugar de en una helada oficina, sin sentir la punta de sus pies.
Tomó un sorbo de su taza de café en un intento por ganar algo más de calor pero era en vano, sintió su teléfono vibrar en el bolsillo de su traje y disimuladamente lo revisó bajo la mesa "estamos afuera esperando para las compras navideñas". Su corazón se agitó al leer aquellas palabras, ver a su marido siempre tenía ese efecto en él.
Cuando salió del edificio el frío invierno azotaba la ciudad haciendo castañear los dientes y erizar las pieles de los transeúntes, un mar de narices rojas que se asomaban entre bujandas y gorros de lana que trataban de proteger la calidez de sus cuerpos y evitar resfrios.
Buscó con la mirada entre la gran cantidad de personas que caminaban a esa hora por el centro de la ciudad, donde se encontraba el edificio en que trabajaba y como imaginó pudo divisarlos en el parque del otro lado de la calle.
Miró a ambos lados de la avenida antes de cruzar y dirigirse al grupo que se encontraba en los culumpios -papiiiiiiiii- escuchó a la pequeña niña antes de correr a sus brazos.
Sus rizos saltando fuera de su pequeño gorrito de conejo color rosa, mientras corría seguida de su hermano menor cuyo sombrero era igual pero en tono azul.
-Estamos felices de verte -dijo su esposo, cuyo gorro era color blanco- ¿Listo para comprar los regalos de navidad? -Preguntó luego de besarlo y los pequeños chillaron de emoción al escucharlo.
-Nací más que listo -Jimin sacó su propio sombrero, idéntico al de su marido y se lo colocó.
La gente veía curiosa a la hermosa familia que caminaba entre la multitud, todos y cada uno de ellos con un gorro de conejito.
FIN.
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